El Centro de Patrimonio Cultural convocó al V Certamen Nuestra Artesanías Tradicionales: Tradición, saberes, evocación a la familia y sentido de pertenencia, se materializan en piezas cerámicas, con 8 ganadores y exhibición de 61 piezas, con participación de 110 artesanos, artistas visuales y creadores costarricenses, inaugurada el pasado 10 de agosto de 2019 en su sede en Avenida Central.
La herencia del barro y la elaboración de recipientes para el uso doméstico, fondo contenedor no solo de alimentos sino también de historias y forma de identidad fundamental para comprender la vida misma del país, es rica en símbolos culturales y en creencias de la población en sus distintas etapas históricas.
María Alba Castillo Espinoza, de Santa Rita, Nandayure, Guanacaste,
ganadora de la categoría Cerámica tradicional mestiza.
Los arqueólogos curadores de la muestra “Vida y Muerte en el Valle del Jícaro”, 2017, en el Museo del Jade y la Cultura Precolombina, la cual itineró en esta primera parte del año 2019 al Museo de Guanacaste, en Liberia, documentaron la trascendencia que en el siglo IX y X, tuvo el reacomodo de las poblaciones indígenas al norte de Mesoamérica, impulsando una considerable migración hacia la frontera sur: hacia la costa pacífica de Nicaragua y el norte de Costa Rica, Guanacaste, lo que reconocemos como cultura Chorotega.
Trasciende en ese estudio que los pobladores locales eran de la etnia “chibcha” -que en la actualidad se asienta en la cordillera de Talamanca-, quienes elaboraban la arcilla funcional, comales, vasijas, utilizando “curioles” o pigmentos rojo o negro al natural. Con la llegada de aquellos migrantes mesoamericanos es que se extendió la cerámica policroma y aparecen decorados como el de la “serpiente emplumada”, tan propia de la cosmogonía Maya y Mexica.
"Múcura" en cerámica de Maribel Sánchez Grijalba de San Vicente de Nicoya.
Mención de Honor del certamen.
Rememorar el pasado
Para los organizadores del Centro de Patrimonio, el espíritu del barro refiere a una amplia tradición ancestral, sensible en líneas matriarcales y de bisabuelos indígenas que transmiten esa heredad desde tiempos inmemoriales. Acotan un carácter de suma importancia sobre todo hoy en día cuando la sociedad está en crisis debido a la violencia, la corrupción política, social, el desempleo o falta de oportunidades para los graduados universitarios y el trasiego de estupefacientes: “También de amor por la familia y calor de fogón, la transmisión de saberes y un sinfín de otros significados que se asocian a la manufactura de la cerámica costarricense, patrimonio cultural inmaterial”.
Al anunciar los ganadores, la Ministra de Cultura la señora Durán comentó: “La larga trayectoria de centralización y apego a referentes foráneos en nuestras instituciones culturales, sin el debido reconocimiento y puesta en valor de nuestros territorios, raíces y maestros maestras, portadores de tradición; nos han privado de una condición indispensable para el espíritu nacional, la autoestima de nuestras comunidades, la creatividad y la generación de oportunidades de desarrollo con sentido propio, realmente potenciadoras de nuestras potencialidades. Este certamen y la comunidad ceramista de nuestro país, nos dan un gran ejemplo de que otros caminos son posibles e indispensables”.
Derek Briceño Espinoza, de Guaitil, Santa Cruz, Guanacaste,
fue ganador de la categoría Cerámica tradicional indígena.
Trascendencia y cobertura nacional
La propuesta del certamen Espíritu del barro, la pueblan artesanos ceramistas de San Vicente, en Nicoya; Guaitil, en Santa Cruz y Quitirrisí, en Mora. Además de artesanos de San Ana, donde existe una tradición arraigada de elaboración de piezas de barro. Incluye a creadores contemporáneos provenientes de varios cantones de país: Montes de Oca, Alajuelita, Curridabat y Pérez Zeledón, varios concursantes de las comunidades sancarleñas de Aguas Zarcas y Venecia, también de San Ramón, Poás y Naranjo, en Alajuela; La Unión y Cartago centro y, en Heredia, Belén, Barva y el cantón central, entre otros.
“Cero que este evento es muy importante para impulsar el desarrollo de la cerámica, desde lo tradicional, hasta lo más moderno. Es un esfuerzo que hace el gobierno para empezar a fortalecer algo que nosotros tenemos como propio, además de lo contemporáneo que ha tenido su proceso”, opinó una de las jurados, la ceramista Iveth Guier, hoy jubilada y quien fungió como docente de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica.
Hernán Quirós Zúñiga. De Coronado, San José;
ganador de la categoría Cerámica contemporánea.
Lectura de algunas piezas
El santacruceño Derek Briceño presentó un contendor de agua con reminiscencias del arte originario tradicional reconocido como “Cerámica Chorotega”, en pigmentación negra; posee cierta dosis de representación de aquellas deidades de los pueblos indígenas y sus connotaciones del bien y el mal. El conjunto cerámico de María Alba Castillo Espinoza, de Santa Rita de Nandayure, pintado en curiol rojizo, contiene una hornilla de base para mantener en calor los alimentos, además del comal y la “nimbuera”; es cerámica funcional pero que no deja de ser símbolo o altar del calor hogareño y tradición que nos envuelve con sus mantos de la memoria y capítulos de mestizaje, lo cual, en ocasiones, corre el peligro de volverse invisible.
Carlos (c.c. Andy) Retana Bustamante. De Ciudad Colón, Mora, San José;
ganador de la categoría Cerámica contemporánea.
Dentro de las propuestas contemporáneas destaca la de Andy Retana, quien se apropia de la forma de contenedores plásticos, de esos usados para líquidos de limpieza, y con el uso de moldes los chorrea en cerámica blanca. Me recuerdan los objetos del maestro italiano-marchigiano Michelle Provinciali, quien ya en la década de los ochenta recogía en las costas adriáticas botellas y otros contendores de plástico, convirtiéndolos con el uso de moldes en sugestivas esculturas cerámicas, con los colores propios de los envases y un lenguaje muy contemporáneo que fustigaba al mercado, que tras llenar sus arcas de riquezas es uno de los más grandes productores de basura.
Viviana Araya Gamboa. De Curribadat, San José;
ganadora de la categoría Cerámica contemporánea.
Otra de las cerámicas que activó mi interés en comentar es la de Viviana Araya Gamboa, de Curribadat, un conjunto de te formado por el pichel y una taza, pero en particular lo que suscitó acercarme a leerla fue una frase escrita en el borde de la taza: “Más árboles y menos plásticos”, contenido que aborda esos discursos actuales que buscan concientizar el impacto negativo al planeta: el calentamiento global. Es una pieza poética y paradójica que nos engatusa con su forma coqueta, pero que trae detrás su propio aguijón, para motivarnos a reflexionar.
De manera que se aprovecha el espacio de competencia “Espíritu del barro”, para calar en esa reflexión de lo que tenemos y que se puede perder, no solo la naturaleza, sino la cultura, y que aquellos artesanos guanacastecos son vivo ejemplo de esta práctica artesanal para mantener vivo ese espíritu y el valor de un arte milenario.
Me interesó en particular la “múcura” de Maribel Sánchez Grijalba” de San Vicente de Nicoya, la cual fue distinguida con una mención, en tanto que recuerda la tradición de los agricultores chorotegas al ir a trabajar a la milpa, llevando la tortilla, frijoles, cuajada, y el agua, en una tinaja con forma de mujer. Cala en ese aspecto que pretendió resaltar los organizadores, del amor y la importancia del seno familiar.
Gerardo Selva Godoy. Trípode, 2019.
Por otro la pieza del maestro Gerardo Selva Godoy no deja de pasar desapercibida por el buen logro en el diseño del trípode, los elementos figurativos, la técnica y el cromado, recursos de estilo y lenguaje muy suyos; sin embargo, pienso que él podría acudir a minimizar el uso de elementos que se vuelve bulliciosos, aprender del “menos es más”, pues de las piezas que mayormente me impactaron de esta muestra, gozaban de un cierto minimalismo.
Ganadoras y ganadores
Derek Briceño Espinoza, de Guaitil, Santa Cruz, Guanacaste, fue ganador de la categoría Cerámica tradicional indígena.
María Eustaquia (c.c. Antonia) Padilla Vega. De Guaitil, Santa Cruz, Guanacaste, ganadora de la categoría Cerámica tradicional indígena.
Francisco Hernández Mora. De Santa Ana, San José; ganador de la categoría Cerámica tradicional mestiza.
María Alba Castillo Espinoza. De Santa Rita, Nandayure, Guanacaste, ganadora de la categoría Cerámica tradicional mestiza.
Carlos (c.c. Andy) Retana Bustamante. De Ciudad Colón, Mora, San José; ganador de la categoría Cerámica contemporánea.
Viviana Araya Gamboa. De Curribadat, San José; ganadora de la categoría Cerámica contemporánea.
Hernán Quirós Zúñiga. De Coronado, San José; ganador de la categoría Cerámica contemporánea.
Noely Villarevia Navas. De Heredia; ganadora de la categoría Cerámica contemporánea.
Cada ganador recibirá un premio de un millón de colones en el plazo estipulado por la administración pública para su pago. Además, el jurado quiso reconocer el buen desempeño otorgando mención honorífica a: Maribel Sánchez Grijalba y Andy Campos Leal, en la categoría Cerámica tradicional indígena; Mauricio Grijalba Villareal y José Antonio Madrigal Chaves, en Cerámica tradicional mestiza y Gema González Barredo, en Cerámica contemporánea.
Anteriormente, a este capítulo competitivo de Nuestras Artesanías Tradicionales, El espíritu del barro, se realizaron los certámenes: Talla directa y bajorrelieve (2011), Mascarada tradicional costarricense (2013), Hagamos yunta, Tradición del boyeo y la carreta (2015) y Los tres dulcísimos nombres: Jesús, María y José. Imaginería religiosa (2017).
Gema González Barredo. Juego de metates. 2019.
A manera de cierre
El certamen en sus diferentes ediciones se propone poner en valor, recuperar, fortalecer y salvaguardar técnicas, conocimientos y saberes artesanales tradicionales que se han transmitido de generación en generación, por medio de la tradición oral. Asimismo, reivindica el oficio de las personas que se dedican a la artesanía como medio de subsistencia y su aporte a la economía y al turismo del país.
Contenedor para agua, cerámica, fibras y madera. 2019.
Visitar la muestra en la Sala de Patrimonio, me engulló en el recuerdo un hermosísimo documental titulado, “Los últimos loceros de la Cruz”, 2016 (https://www.youtube.com/watch?v=AetP95gfTp0), que entre otros registra las destrezas técnicas y culturales de doña Flora Cano y su familia, del cantón guanacasteco de La Cruz. Además, la evocación de unos días que vivencié en la comunidad de San Vicente de Nicoya, visitando su Museo de la Cerámica Chorotega; ahí escuché las narraciones de doña Zoraida Grijalbo, madre y abuela de una importante familia de ceramistas, quien recordaba a su padre de quien aprendió la elaboración de la arcilla y lozas de barro, y largas caminatas por los empolvados caminos de la bajura, comerciando esas piezas que tenían el sudor de su frente al calar el espíritu del barro, que mantiene viva esa tradición.
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