jueves, 25 de septiembre de 2014

Sala 1.1/MADC: CaSO4 Materia Primera


Adrián Flores Sancho y José Pablo Ureña exhiben en Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo –MADC-, la propuesta “CaSO4 Materia Primera”, curada por María José Chavarría. Se trata de un nuevo acercamiento a sus investigaciones sobre el uso de materiales artísticos de siempre, pero con una connotación cargada del signo del arte actual,  resultado de la acción al cohesionar en materia dura el yeso en polvo y el agua. Acuden a un enfoque de proceso, cuando la instalación expuesta es modificada cada día conforme la lluvia se vierta sobre el montículo de 350 kilos de yeso, dispuesto a nivel de piso de la sala.
Complementan la propuesta un conjunto de experiencias con estos mismos materiales, cuando se someten a un cambio, en este caso del agua en estado sólido o hielo que al diluirse también deja una huella o porosidad, o lo que podría ocasionar la intemperie en el lógico deterioro de las superficies ante el embate de la misma naturaleza, como son las grietas en el concreto, en pavimentos, o el paso del tiempo sobre nuestra piel, u otras manifestaciones azarosas advertidas en los registros fotográficos expuestos.


Adrián Flores Sancho y José Pablo Ureña. CaSO4 Materia Primera. Foto LFQ.

Anterior experiencia
Ya había comentado la propuesta de Ureña y Flores para la sala Poligráfica de Teorética. En esta nueva visión, aquellos protocolos del investigador -del estudioso de la biomimética y la biónica-, los que arrojaron enorme cantidad de datos visuales no se exhiben en la versión actual en el MADC, sino un compendio de carácter minimalista, con un único concepto el cual expliqué, de observar la acción matérica ante el poder de los moldes de perpetuar la realidad y afectarnos, en tanto todos –como hacedores de dichos modelos- somos implicados en la acción.


Adrián Flores Sancho y José Pablo Ureña. CaSO4 Materia Primera. Foto LFQ.


Adrián Flores Sancho y José Pablo Ureña. CaSO4 Materia Primera. Foto LFQ.

CaSO4
Del techo del museo, donde se ubica un tanque de captación –“pluviómetro” para medir la cantidad de lluvia caída-, y otros dispositivos mecánicos que hace gotear el líquido sobre el yeso, cuya fragua hará una pieza cambiante, que no será vista, supongo, sino al final de la muestra cuando concluya el CaSO4, quizás con características similares a las observadas en aquella enorme fotografía colocada en la pared de frente al montículo, resultado del mismo material dispuesto en una superficie plana, al ser afectado por el aguacero, cuya lectura nos sugiere incluso el acabado de la pared en un edificio cualquiera en esta enorme “horma urbana” que es la ciudad misma.


Adrián Flores Sancho y José Pablo Ureña. CaSO4 Materia Primera. Foto LFQ.

¿Qué nos queda?
Resulta necesario reflexionar sobre lo que nos deja la visita al museo, al ingresar a la Sala 1.1 del MADC y encontrarse estos materiales y algunas fotografías que contribuyen a cohesionar la idea de Materia Primera. Dicen que las paredes oyen, al ver estos registros de lo que puede ser una pared agrietada, abre una interrogante que subvierte lo visto: meditar que materiales como el yeso, la escayola, la arcilla, todos moldeables a nuestra intención, al endurecer, también actúan sobre nuestros comportamientos.
Sería interesante palpar hasta dónde y cuándo regenera esta tesis de Flores y Ureña, en tanto es una manifestación artística contemporánea dirigida al pensamiento de quien visita el museo, experiencia que no se trata simplemente de ver sino relacionar, elaborar, para enriquecer el conocimiento propio; capacidad del arte de nuestros tiempos actuales de sumirnos en una profunda valoración de los entes instrumentales, técnicos y teóricos que conforman la obra, su lenguaje, la acción simbólica que activa un estado de cuestionamiento de lo que vemos a diario.


Adrián Flores Sancho y José Pablo Ureña. CaSO4 Materia Primera. Foto LFQ.

Los frutos de esta investigación, como se dijo, captados a través de la fragua de los materiales, diserta sobre las posibilidad actual de reinterpretar el tradicional arte de la escultura: utilizar los recursos de siempre para hacer modelos con atributos conceptuales. ¿Hasta dónde llegarán Ureña y Flores en la materialización de sus discursos y preocupaciones estéticas?, ¿qué más nos tienen preparado, al colocar una piedrita en el zapato que al emprender el camino, nos recuerde la misión del artista de regenerar estos caracteres de lo contemporáneo?



viernes, 15 de agosto de 2014

Christian Salablanca “no son razones sino motivos”


El artista costarricense Christian Salablanca exhibe “No son razones sino motivos”, a partir del 14 de agosto 2014, Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, una propuesta de fuerte carga crítica que implica la reflexión sobre el poder de los modelos (estereotipos) y sus repercusiones en la vida actual; muestra curada por María José Chavarría.

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

Una vez más los artistas actuales acuden al simbolismo de las hormas para hablarnos de los escenarios de degrado, marginación y ofuscación existencial que influencia el germen de las paradojas sobre las conductas sociales del habitante. Quizás una madera reseca o quebradiza tienen tanto poder para decirnos de sus efectos de provocación; un poco de tierra o la simple inmundicia tirada en cualquier ángulo de estos constructos se nos devuelven y agreden también la psique individual y colectiva; o aquellos bloques de concreto, que aunque son simple mezcla de arena, cemento y agua, entre sus resquicios roen los grandes topos que implican situaciones de violencia o desasosiego delante de tanta precariedad y olvido –para no hablar de su opuesto que presuntamente cultivamos: la memoria.

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

 Pero no es solo en esas barriadas donde cunde el signo que influencia tales conductas, también están presentes en los escenarios del lujo, del cristal, lucientes aceros o mármoles pulidos con la más sofisticada tecnología, ahí también existe esa alta tensión que modifica las conductas humanas o animales; entonces ¿cómo explicar los suicidios, intoxicaciones y violencia que ocurren casi a diario a las grandes estrellas del cine, la televisión o el espectáculo –como el reciente caso del célebre Robin Williams-, lo que en el mundillo local llamamos “faranduleros”? ¿No es acaso que quien pensó en los sistemas constructivos de nuestras edificaciones, habitaciones y vida urbana moderna no solucionaron del todo la nefasta influencia con que esos vacíos marcan al habitante -al “fetiche urbano”? Entonces, ¿por qué consentimos adversidades y no dejamos de lamentarnos por el trasiego y comercio de estupefacientes, que acechan a la niñez y que en tanto individuos consumen quizás para remediar un escape del sumiso medio que vivencian? Y, por otro lado, ¿Cuál puede ser la explicación a la presencia de todo tipo y carácter de vigilancia estatal o privada incapaz de sostener la privacidad y la aparente paz de nuestros espacios de intimidad, pero entre rejas, mediada por la más amplia tipología de mecanismos tecnológicos de control y prevención del asecho de esa barbarie o del perverso ojo del otro? (Quisiera decir además que existe un diálogo a cierta distancia, una matriz de ideas con lo que se exhibe en TEORéTICA: “Entre Concreto”, y “La generación del encierro” del arte salvadoreño contemporáneo, que comenté en mi blog de Experimenta.es y Árbol de Miradas respectivamente).

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

 Quizás esos son los mismos escenarios de terror, drama y conmoción, tan bien tratados por Alfred Hitchcoc en su película de 1963 “Los pájaros”, y que este joven costarricense Christian Salablanca de alguna manera cita para hablarnos de poder y dominación, con los efectos de la garra, el picotazo y la depredación, incluso a niveles simbólicos de “antropofagia” existentes en las sociedades del mundo, no solo las barriadas josefinas o de las periferias de las principales ciudades del país, como es el caso de Guararí de Heredia, lugar de donde proviene este críptico creador, a partir de recursos si se quiere clásicos del arte como la escultura y el modelado en arcilla, pero además del uso del yeso, la gaza, el hierro negro, el vidrio roto, o de las maderas renegridas en un entorno de precariedad y alta tensión interpretativa.
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

Este es el carácter y uso del lenguaje del joven Salablanca, además de esos imaginarios reinventados a nivel de pavimento –que requieren de cierta agudeza perceptiva, cognitiva, y de los mecanismos de la visión del espectador-, para provocarlo, quien no deja de preguntarse en qué le afectan y cuándo esos picotazos del poder se pueden volver hacia sí mismos, como la prédica de la sicología social que tanto he comentado no solo en este sino en otros comentarios de muestras de arte contemporáneo, y que los historiadores modernos tienen que aprender el significado de sus símiles y metáforas, para reescribir las vivencias del acontecer desde otras posturas, a partir de la implicación, desajuste e inoperancia de los sistemas modernos, todo para decirnos quiénes somos y por qué estamos aquí -como diría aquel poeta hermetista Salvatore Quasimodo: “clavados al centro del mundo por un rayo de sol, pero de pronto se hizo de noche.”

domingo, 10 de agosto de 2014

Luis Monge: El paisaje que él lleva dentro


Tierra de Nubes es la muestra de fotografías de Luis Monge en Casa Amón, sede del Instituto Tecnológico de Costa Rica en Barrio Amón, San José, agosto 2014, curada por Nelson Díaz.

Tierra de Nubes, muestra de fotografías de Luis Monge 

Luis Monge fotógrafo, demuestra una profunda cercanía al paisaje, pero no es un paisaje cualquiera el captado en su búsqueda, en tanto el albergado en su pensamiento es solo uno: el de Monteverde; sin embargo tampoco se trata de un solo Monteverde el buscado, es el nuboso, el de la montaña, el cerro o la pradera y por último está el árbol; otro micro universo que a su vez posee infinitud de matices de vida, y es esta la que en última instancia le interesa.

Tierra de Nubes, Monteverde, muestra de fotografías de Luis Monge 

 Pero Luis Monge es un arquitecto-constructor, pues además de edificios –materia dura, tangible-, construye paisajes colmados de intangibles, que logramos ver pero no tocar: las complejas estructuras atmosféricas o nubes, las brumas del amanecer o en el atardecer con sus sensaciones de nostalgia por lo que se va sin detenerse, o de esperanza por un algo mejor que siempre vendrá.

Cerca y lejos, fotografía de Luis Monge 

 A menudo afirmo que mi amigo Luis –además de arquitecto-, es un asiduo caminante, porque para captar esa diversidad de situaciones atmosféricas y geográficas de su espacio vivencial, hay que moverse; le requiere intensas andanzas observando colinas o caminos y siempre encuentra un hilo conductor para sus lecturas del entorno: un alambre de púa donde quedó pegado un pedazo de madera para definirnos con ello el cerca y el lejos, o en el cual permanece atorado la memoria del lugar, el espíritu del sitio que lo conoce y dialoga cada vez que él emprende esas búsquedas cargando su cámara fotográfica, sus ansias e ilusiones de sensible artista.

Tierra de Nubes, muestra de fotografías de Luis Monge 

 Lo conocí hace ya varios años cuando emprendí el proyecto virtual de Museo del Árbol, y siempre he hallado en él un colaborador desinteresado quien comparte para con todos nuestros seguidores sus fotografías. La verdad es que fui descubriéndolo, aprendiendo de él esos valores tan suyos cultivados en cada una de sus piezas, de esta manera puedo decir también que lo reconozco cuando visito su página “Tierra de Nubes”, o cuando aprecio por ahí -entre tantas manifestaciones del arte de nuestros días-, una fotografía de montañas entre nubosidades veladas con pátinas de su sensibilidad, y es ahí cuando comprendo el significado, el sentido, el lenguaje, la metáfora a que él acude para decirnos aquello que él sabe hacer.

Tierra de Nubes, muestra de fotografías de Luis Monge 

 Digo “amigo”, pero solo lo he visto en dos ocasiones: cuando inauguramos la muestra de Museo del Árbol dentro de la Ruta de Museos y Galerías del Festival Internacional de las Artes FIA 2012, realizada en aquella oportunidad en el Instituto Cultural de México; la segunda vez fue cuando él visitó mi taller “Casa del árbol” en Paraíso, e intrincamos en reminiscencias arbóreas al fuego interior de un buen vino; para la tercera, las vicisitudes de la vida me impidieron acompañarlo en la apertura de esta muestra que hoy comento con mucho entusiasmo porque lo conozco, lo he seguido y aprendí a valorar y a interpretar su trabajo creativo. Pero digo amigo -de la nueva tendencia de ejercer amistad por RRSS-, desde su página, como dije, “Tierra de Nubes”, y la de Museo del Árbol o con la mía personal con la cual comparto a diario con muchos artistas y no artistas intercambiando memorias, esperanzas y manifestaciones culturales para estar al día en esta contemporaneidad mediada por tanta tecnología.
Sombras,  fotografías de Luis Monge 

 Volviendo a las fotografías de Luis Monge, y a manera de conclusión de este comentario, quisiera confirmar que no es solo el paisaje monteverdiano, la montaña, el tronco y el árbol lo que Luis rastrea en su intenso universo de la creación icono-foto-gráfica, él es un buscador nato, y dicen que quien busca encuentra; demuestra que dichos indicios de vida colectados donde y cuando él quiera, no están del todo completos en tanto Luis, lo que verdaderamente persigue -y por ello es el caminante tal y cual habló Antonio Machado en aquellos bellísimos versos mil veces cantados-, no es un paisaje físico sino vivencial por el cual camina, un paisaje interior o existencial el cual a pesar de que lo busca constantemente, lo lleva dentro y trata de describírnoslo tal y cómo son con sus imágenes de luz, pero en blanco, negro y silencio.

viernes, 8 de agosto de 2014

Carta abierta al editor de Árbol de Miradas


.   .   .   será que éste es el perfecto timing, que tu empieces tus “Miradas” en un momento cuando parece que ahora el área está lista para iniciar el siglo 21, con arte acerca de sí mismo, para dialogar con nosotros mismos de nuestras propias vidas en nuestros propios términos e intereses...  Peo también dialogar en términos globales. Ya existe un medio de difundir todo esto a través de Blogs y más blogs. Libros y más libros. Catálogos y más catálogos.  Donde Centroamérica ya habla con sus propias palabras, imágenes, ironías, y autocríticas. Ya tenemos audiencia fuera del área, ya se sabe que existimos y estamos vivitos y listos para unirnos al diálogo mundial añadiendo nuestras injerencias a ese diálogo.  No es nada gratuito que a las esferas finalmente se les haya dado su importancia en la historia de la humanidad. O que a Kaylor Navas se le reconozca en Europa con un contrato de 6 temporadas. Por eso hablo de la importancia de la muestra en el Museo TATE acerca de nuestro nefasto pasado hasta el presente. Pero ya nos volvimos respondones.  Por eso la urgencia de traer esa muestra a Centroamérica, o recrearla de nuevo aquí.  Por eso me encanta el proyecto de Cruz Alegría de la nueva MAYINCA. Y eso es lo que éstas 3 últimas muestras en Teorética parecen demostrar leyéndote acerca de ellas.  El nuevo Museo del Jade. Editorial Germinal.  La buena actitud de Eric Hidalgo como Director de Artes Plásticas, UCR. Murillo de editor de la Editorial UCR. Y vos con tus Miradas. No debes olvidar que hay un precedente al respecto con Marta Traba y su serie “Mirando en Cetroamérica”. Siempre fuimos mundialistas pero ahora ya lo sabe Raymundo y todo el Mundo. Toda esa literatura centroamericana.  Menos en el arte moderno y Post pero ya no es invisible. Recuerda lo que dijo Gerardo Mosquera. ¿Cuántos Premios Bienal de Venecia en los últimos 10 años?   Démosle gas, pués!!! Perdón por faltas gramaticales y dedazos, sintaxis, sin nada, solo ideas como se me vienen a la cabeza y el deseo de compartirlas. ¡Con entusiasmo de El Entusiasta! 

jueves, 7 de agosto de 2014

Gestos (im)posibles: Generación del encierro, arte salvadoreño


El Lavo V de Teorética ofrece la muestra “La generación del encierro”, arte salvadoreño contemporáneo, curaduría: In Situ (Mauricio Esquivel y Jaime Izaguirre), con los artistas Colectivo Arca, Abi Reyes, Jaime Izaguirre, Javier Ramírez, Luis Conejo, Mauricio Esquivel, Mayra Barraza, Melissa Guevara, Rodrigo Dada, Sandra Leiva, Virginia González y Walterio Iraheta, evento “EMERGENCIA: Contextos Volcánicos” y el programa “Organización-En –Residencia” de la Fundación Teorética.

La muestra ofrece intensos anclajes, en su mayoría me detuvieron a observar o esculcar sus significados, a preguntarme sobre sus repercusiones de lo que el colectivo titula “La generación del encierro” en El Salvador actual, nación afectada por el embate de la guerra durante el último tracto del siglo pasado, la aparición de las agresivas maras, el incontrolable trasiego de drogas, el fenómeno de la migración y hasta las adversidades de la misma naturaleza.  La propuesta repercute con signos presentes no sólo de San Salvador, sino en las demás capitales del istmo centroamericano, sacudidas por situaciones de violencia, pobreza, robos, secuestros, cuando al habitante urbano no le queda más que refugiarse en una tirante sensación de paz, la que irradia su propia intimidad pero encerrado entre rejas o bajo el control de todo tipo de mecanismos de seguridad privada.

Los significados no están del todo a flor de piel en las piezas exhibidas e incluso algunas discursan con la fogosidad de los opuestos, por ejemplo, una de las piezas que más me gusta fue la fotografía “Limbo”, 2013, de Rodrigo Dada, la cual admite interpretar ciertos grados de libertad con tres rostros juveniles flotando en las aguas de una piscina, sin embargo, nadie conoce en qué condiciones se encuentran y si el perímetro de la aparente libertad esté cercado de púas, o lo que implica la cámara de video en esta sociedad mediada o vigilada ante la acuciosa mirada del poder. La segunda pieza del autor es “Serie Loop”, donde una mano masculina pareciera inerte ante las contingencias del día a día, sin embargo al mirarla con detención se advierte un pulso marcado por el golpe de su muñeca.

Lo tematizado por curadores y artistas centralizan ese carácter de la cultura urbana en estas décadas iniciales del siglo XXI, mediada por la tecnología que instiga a la discordia –como predijo Mischerlich ya en la década de los sesentas del siglo anterior-, en un forcejeo de caracteres de identidad que impiden reconocer al vecino, paradoja de la Era de la Comunicación, cuando la existencia de mecanismos comunicativos es la más amplia jamás conocida, en similar medida estamos inmersos en la incomunicación, sucede incluso cuando una pueril mirada del otro ofende, puede que hiera o hasta pervierta.

Al focalizar esta exposición, me invadió otra paradoja: las propuestas que más me gustaron -que por lo general suelo fotografiar yo mismo para acompañar estos comentarios-, en “La generación del encierro” no logré hacerlo, en tanto al estar las imágenes cautivas tras el vidrio del enmarcado -otra manifestación del signo de encierro, en este caso de la imagen-, me devolvían la mía, con la cámara en mano tratando de traspasar el vidrio para captar mejor los contenidos.

Melissa Guevara “Sin título, 2014, vértebra humana metalizada sobre almohada”

Virginia Cortez, “Sin título 2014” platos intervenidos.

La otra fotografía que me encantó fue la de Walterio Irhaeta titulada “Diálogo con Magritte, de la serie mis pies son mis alas 2008”, en tanto el calzado ayuda a desaparecer de la escena en cuestión, pero a veces se nos quedan perdidos delante del azul firmamento, como si nada ocurriera ante la gran pantalla escenográfica del trajín de la vida.
La pieza “Sin título, 2014, vértebra humana metalizada sobre almohada” de Melissa Guevara, evoca esas épocas de masacres, guerras, dictaduras y maras, gestos evidentes de una historia cercana de El Salvador –pero, como se dijo-, nada aislada si abrimos el visor hacia el resto de naciones del área, y aquel resto humano dispuesto sobre una almohada roja, se vuelve trofeo en esa lucha cotidiana por subsistir.
Los platos de Virginia Cortez, “Sin título 2014” fijan mi pensamiento en el sentido de la mesa, subvertido por el aparente vacío, pero con cierta pericia visual se aprecian sutiles trazos impresos en blanco, incertidumbre que discursa sobre el estado de vernos, con las miradas de frente ante la mesa, amenazados por la corrupción de lo externo que intenta colarse hacia los íntimos adentros.

Jaime Izaguirre“Cielos de bolsillo 2013”

Abi Reyes “Prelibri, de la serie Prelibri” 2013 

“Cielos de bolsillo 2013” de Jaime Izaguirre es una libreta de anotaciones con un trazo muy sensible, quizás silencioso de nubarrón, advertencia quizás de las contingencias de la naturaleza pero también de aquello que hace vulnerable la libertad, como el Caballo de Troya que podemos portar en nuestro propio bolsillo.
La pieza “Prelibri, de la serie Prelibri” de Abi Reyes nos vuelve a sumir en esos espacios de lo propio para discursar con nostalgia o extrañamiento por esos sentidos que entretejen los intersticios existentes entre las palabras, esas que a veces se rozan entre sí, nos penetran, o nos “muerden” hasta instigarnos a emitir el “me gusta”.

Trazos en la pared del Colectivo ARCA

 En el recorrido de las salas me instigaron esos seres dibujados por el Colectivo ARCA, mostrando sus miembros o exhibiendo posiciones en un espacio donde a pesar de demostrar una mejor posición admitida por la sociedad, nos retrotraemos ensimismados o conmocionados y por ello deambulan por los resquicios o reptan en el repello de las paredes.
 “Nadie, solo existen las personas que he besado” 2012, es un texto impreso en papel bond del cual hay un buen fajo dispuesto sobre un banco, nos arranca un poco de la fuerza inicial con que nos dispusimos a catar la esencia de estas propuestas de artistas salvadoreños contemporáneos, en tanto “Nadie” nos deja desguarnecidos intentando saborear el gusto y perfume del último trago de un buen tinto, como aquel vino de Costantino Kavafis en “Recuerda cuerpo…”, “recuerda cuanto te amaron…”, “cuántas miradas se posaron en tí”.

 “Nadie, solo existen las personas que he besado” 2012.

Mayra Barraza, Retrato.

También me conmovió las miradas de los retratos trazados por Mayra Barraza, me recordaron sus dibujos de los años noventas cuando dibujó a los mareros, quizás hasta las tizas quisieron diluirse en esos trazos transparentes de la psique de cada personaje, o cualquier otro miembro anónimo de esta sociedad incomunicada donde advertimos gestos y especulamos sus significados.

Queda un remanente de dos piezas que ellas mismas impidieron observarlas, en tanto su imagen era invadida -como expliqué-, por la mía: El dibujo en mixtas de Luis Cornejo “Melting carrot 2013, y “Estéticas del encierro” 2014  una fotografía digital construida en ese mismo espacio por Mauricio Esquivel.

A manera de cierre de mi comentario quisiera decir que escribir sobre arte contemporáneo -como muchas de las cosas que suceden al interior de esta caparazón que protege nuestros pensamientos, sentimientos, entendimientos-, es un acto libre pero sesgado; subsisten fricciones, choques y tensiones que tratan de acomodarse a lo visto, analizado e interiorizado; activan el cuestionamiento y la emocionalidad de la propuesta pero que a veces resultan gestos (im)posibles.