domingo, 31 de mayo de 2015

Lester Rodríguez y Lucy Argueta en el MADC

Las muestras “Territorio Infinito” del hondureño Lester Rodríguez (Sala 1), y “Dulce Fetiche” de Lucy Argueta (Salas 2 y 3) se exhiben en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), del 8 de mayo al 14 de julio 2015, curadas por María José Chavarría.

"Territorio Infinito"
Una vez más el museo emplaza al visitante a moverse en la territorialidad de lo incierto, cuya cartografía redibuja cada componente del cotidiano de todas y todos los espectadores, quienes nos exponemos a tantos estímulos multisensoriales capaces de abrir nuestras claves sensitivas y cognitivas para implicarnos, no solo a ver y sentir a través del uso de tan amplia categoría de recursos materiales y objetos (des)configurados, sino a tener comprensión de la totalidad: entre otras, la de cada quien que se comporte como espectador, quien se mueve entre diversos senderos marcados en las también distintas capas de significados: para subir y bajar, adelantar, retroceder, dar giros en torno a lo mostrado. Se nos reta a entablar el ejercicio de relacionar el lenguaje lo cual provoca cada uno de esos componentes de un territorio sin fin, cada rasgo con su propia dosis de contingencias, y donde el ordenamiento estricto dado por el hondureño Lester Rodríguez a los materiales, sujetos y conceptos, subordinan una mirada que se dispara hasta tocar los límites del vértigo, donde si cae uno, caen todos.





Léster Rodríguez. Territorio Infinito. Foto cortesía del MADC.

En ese emplazamiento de la sala principal del MADC, uno se mueve sigiloso, como para no violentar tanto orden, y lograr catar las intenciones estéticas de la muestra, en la medida de desplazarse se advierten ciertos efectos ópticos y sumas de transparencias -que parecieran ser el rasgo más poético e intenso de lo expuesto-, tal vez creo, en mi caso personal, ese rasgo es lo que genera mayor interés: está en el cómo se dicen tales argumentos, cuando esos componentes ensamblan un conjunto que pareciera levitar en el espacio del constructo geométrico de la sala, aunque estén cargados de pesados contenidos: Un mapa centroamericano y del Caribe hecho con mamilas de látex, como para hablar de la infancia regional acechada por la violencia, el hambre, la sexualidad y las migraciones en busca del Norte; un mapamundi formado con miles de mondadientes, como dije de “poético encaje”; una carrocería de auto en ruinas con altoparlantes evocando esos predicados verbales dirigidos a las masas y con cierto dejo de arte político; una bala de rifle con el vector de velocidad de disparo grabada; una pala (des)fragmentada sobre una límpida superficie de sal de cocina y unos mazos cuyo palo zigzaguea en ese territorio de lo inmedible –estas dos últimas piezas referencian el trabajo de su connacional Adán Vallecillo-, unos libros empotrados en una fisura hecha al muro; un cubo formado de módulos a su vez cúbicos todo en blanco sobre blanco como para hacernos recordar a quienes nos movemos entre esos objetos la fuerte intención minimalista pretendida por el autor. Y, aquella flota de barquitos de papel, con el signo de traje de fatiga endosado, como una cascada que cae desde una de las ventanas y fluye por el pavimento de la sala, cuando el hacer cada uno de estos objetos por medio del plegado del papel, evoca los procesos seudo-industriales como la maquila para lo cual nuestras naciones aportaron mucha mano de obra y recibieron poco a cambio, tanto que afirmamos vivencias como la pobreza, la violencia, el juego del poder y la dependencia tecnológica, dominación económica y transcultural como caracteres de un cotidiano en crisis.


Léster Rodríguez. Territorio Infinito. Foto cortesía del MADC.


“Dulce Fetiche”
Acompaña la propuesta de Lester Rodríguez en la sala 1, la de Lucy Argueta -la también hondureña-, titulada “Dulce Fetiche”, salas 2 y 3 del MADC. Expone algunas piezas que despiertan el deseo de tender relaciones con el cuerpo, la memoria, y aguzar la sensibilidad para sentir un diálogo intenso, cuyo foco de atención irradia el recuerdo del emerger del arte conceptual de los años noventas y dos mil en nuestro país, espacio abierto precisamente por este mismo museo.


Lucy Argueta “Dulce Fetiche”. Foto cortesía del MADC.

Advierto dos cargas de argumentos en esos diálogos que tienen que ver con el juego de las apariencias: por un lado el glamur y parafernalia femenina, cuyo sofisticado comercio desboca en la dependencia, en el rol de las revistas de moda y el lujo, así como las sofisticadas estrategias y fastidiosos ardides publicitarios que imbrican para hacer de esa tipología de productos un símbolo de pertenencia indispensable para alcanzar la “gracia” y la ventura del cuerpo. El otro argumento es el del vestido, y en especial la ropa femenina que se traslapa con el desmedido consumo popular de prendas de segundo uso o ropa americana, comercio que nos lleva a pisar otros territorios de la dominación, a vernos como el “patio trasero” de la economía norteamericana.


Lucy Argueta “Dulce Fetiche”. Foto cortesía del MADC.

En conclusión
Nadar entre las aguas de grandes interrogantes y cabos sueltos en casos sin atar, a pesar del nítido montaje que el museo observó para estas dos muestras, fueron el principal desafío: las aguas de la interpretación a veces no dejan apreciar los asuntos hasta que las elaboraciones del pensamiento y nuestros posicionamientos las apacienten y nos muestren la riqueza de sus fondos. Eso, desde mi óptica es interesante, estimula el tener qué pensar, qué decir, un impulso o un enfoque qué aportar el cual emerge del análisis escudriñador afianzado delante a cada obra.
Diría, que para dar crédito a lo observado, en esta particular visita al MADC, debo externar no solo lo que provoca consenso en mis criterios sino también disenso, en tanto existe un buen tratamiento de los materiales, técnicas y anclajes a lo tematizado, abordados con lenguajes actuales; sin embargo, pienso que eso precisamente es lo que ya vimos desde décadas atrás, y que hemos apreciado en muestras recientes: una especie de código de pertenencia a lo contemporáneo y a lo conceptual: los sutiles trazos de mapas fragmentados, el manejo de los libros como objetos ataviados de por sí de una amplia significación, las herramientas de trabajo, las marcas que atiborran el mercado y que nos tienen viendo luces… Lo expuesto aún discurre entre la emergencia y la recurrencia, entre el objeto del deseo o, como lo titula sutilmente la artista, “dulce fetiche” y la sombra que lo desestabiliza.




martes, 26 de mayo de 2015

Karla Solano: Rituales

La artista Karla Solano exhibe durante mayo 2015 en Klaus Steinmetz Contemporary, una reciente producción del video Ritual, un performance, instalación y fotografías entorno a la idea de renacer.

En el dramático video el cuerpo desnudo de la artista yace en el frío ambiente de una morgue, sobre la camilla de concreto gris mortuorio despojada de todo orgullo humano, vacía de gestos y apariencias. De pronto de los laterales de la escena emergen dos jóvenes –sus hijas-, quienes la visten, la peinan, la maquillan y la preparan para entrar en la instancia oscura y tremenda de la última morada. En la apertura de la muestra en Klaus Steinmetz Contemporary Karla realiza una acción donde entre telas blancas colgantes y la apropiación conceptual de la pintura “Ofelia” (1852), del inglés John Everett Millais -1829-1896-, Karla trama resurgir a la luz, al calor de la vida nutrida por una profusa e intensa naturaleza.


Karla Solano, Rituales 2015. Foto cortesía de la artista.


Karla Solano, Rituales 2015. Foto cortesía de la artista.

Al tratar de indagar una respuesta al desafío de la interpretación, la propuesta me intimida a rastrear datos visuales y contenidos que me conecten  a la situación presente y sujeto de estudio. De inmediato se advierten claras recurrencias de simbolismos en la obra de Karla Solano: volver al útero o la gran caverna del mundo donde seremos renovados y de donde emergemos ataviados de pureza y un inmaculado blancor. Lo experimentó en la pieza que mostró “Cuerpo Geométrico”, en Teruel, España, donde edificó el espacio de un gran cubo el cual estuvo recubierto por una enorme fotografía de su cuerpo, y a cuyo interior se podía ingresar a través de una abertura en el la zona del vientre.  Para esta nueva propuesta, el sentido de esos simbolismos suman al agua, al estanque de los nenúfares, y otras texturas ataviadas de referencias orgánicas propias del entorno de un jardín –como la idea de Millais-, donde sumirse de nuevo en la fuente de nuestra gran madre, en cuyo útero (la caverna) se nos prepara para el parto, para gestar un renacer.


Karla Solano, Rituales 2015. Foto cortesía de la artista.


Karla Solano, Rituales 2015. Foto cortesía de la artista.

¿Por qué Ritual?
El Ritual -comenta la artista-, surge de la necesidad de contar una historia vivida. En un texto de su autoría, ella se refiere a momentos de su existencia en las cuales probó vivencias cercanas de la muerte:
Cuando tenía seis años llamaron a la puerta para avisar que mi mejor amiga había muerto… esa fue mi primer pérdida. Dos años después murió mi mascota, para la cual hice un entierro en el jardín de la casa y ocho días más tarde, por curiosidad, la desenterré para tratar de descubrir que sucedía después de la muerte. Durante este evento realicé mis primeras fotografías y así comprendí que las cosas no acaban, se transforman.

A este punto me interesa preguntar qué es lo que se propone conseguir o afectar al espectador, para que advierta las claves de sentido de su propuesta, para transmitirle un sentimiento al espectador, cualquiera que este sea. ¿Te interesa ese carácter de activadores emocionales para incentivar la memoria: una memoria del cuerpo, de la naturaleza, de la cultura humana, de nuestra comprensión de la muerte y como tú dices: transformarse?
Definitivamente, el cuerpo, la memoria, lo físico y lo real son temas recurrentes en mi trabajo. Cuando tenía trece años falleció mi padre, sin duda ese fue el detonante para que años después la muerte fuera tema en mi obra artística. Lo físico y lo espiritual, lo real y lo aparente, los cambios internos y externos y el paso del tiempo se convirtieron en mi mayor cuestionamiento como una metáfora de vida en imágenes. Hace un año experimenté el ritual de la muerte vistiendo y maquillando a mi abuela fallecida, experiencia que compartí con mi madre y mi tía. Su cuerpo en la morgue; frío, desnudo, con costuras, su piel sin color y su cabello despeinado. Toda la vanidad que pudo tener se terminó en un segundo.

¿Con qué sentimientos describirías lo percibido?
Experimenté allí el amor más puro, la feminidad, lo sublime y espiritual. Ese momento me hizo reflexionar sobre lo que significaba presentar a mi abuela ante la sociedad; tenía que verse linda y con dignidad aún en el ultimo momento de su vida.

¿Cuál es el sentido del simbolismo de renacer?
Muchas personas están vivas pero no se dan cuenta de esto… no valoran el hecho de respirar cada día. En la actualidad sólo nos preocupamos por la apariencia física, el estatus económico e intelectual y la lucha constante por no envejecer. Después de cuarenta y cuatro años de transitar la vida estas cosas son cada vez menos importantes para mi y continúo intentando recuperar la pureza que tenía cuando era niña.

¿Por qué el agua, el estanque, los nenúfares?
Porque estoy hablando de la vida, no de la muerte y estos elementos nos purifican y nos recuerdan la vida.

¿Será reinventarse a partir del acto de experimentar tan profundas oscuridades del hoy en día, delante de un mundo cargado de la enorme crisis contemporánea: la violencia en la sociedad, la corrupción en la política y el Estado, la necesidad de renacer a nuevos valores para enfrentar de mejor manera el futuro?
Todo esto, lo bueno y lo malo es la vida, lo importante es la forma en que asumimos estas condiciones, para mí lo ideal sería renaciendo cada día con una nueva piel.


Karla Solano, Rituales 2015. Foto cortesía de la artista.

Karla Solano, Rituales 2015. Foto cortesía de la artista.


¿De donde proviene esa idea de sumirse en la cripta para reordenar nuevas formas de vida, ayudados por ángeles o hadas (sus hijas en el caso del video), quienes palian los males del pasado y nos reorientan al emprender la ruta de retorno?
Retornar al romanticismo y la tragedia en este momento de mi vida y de mi obra es mi mayor interés, mi intensión únicamente es aprender de lo vivido y compartirlo.

Para concluir con este acercamiento a la presencia de Karla Solano en los ámbitos de la cultura costarricense, y como dije, dando una ojeada a sus maneras de decirnos, de expresarnos y marcar sus puntos de inflexión, ¿en qué te ayuda el arte a catapultar dicho concepto?
Por medio del arte he experimentado una serie de rituales que han transmutado mi vibración, como un fénix reviviendo de las cenizas e intentando ser consciente de que la respuesta está dentro de cada uno.

Y, ya que Karla Solano habla de “romanticismo” y de “tragedia”, quisiera acotar aportando un pensamiento del filósofo español Eugenio Trías, en “El artista y la ciudad” 1976, quien observa la experiencia poética del romanticismo, cuando se habla de la belleza como una instancia terrible, y citando a Rilke, Trías agrega: “en ese grado de lo terrible que los humanos podemos soportar”. Además, cita a Thomas Mann cuando expresa:
“Quien contempla la belleza con los ojos
Se ha conciliado con la muerte”.







viernes, 15 de mayo de 2015

Teramorfosis en Teorética



TERRAMORFOSIS, arte contemporáneo, exhibida en TEORéTica Arte + Pensamiento, del 11 de marzo al 16 de mayo 2015.

Acota la curadora Paola Malavassi en el texto introductorio de la muestra, que el término “Teramorfosis” proviene de la entomología, cuando se refiere a los organismos anormales o monstruosos. Los antecedentes de este carácter de visiones en la historia del arte y la literatura son abundantes, en muy diversos momentos y lugares, asociados por lo general a calificativos como artistas “malditos”, “grotescos”, “delirantes”, “atormentados”.

Encontramos sus manifestaciones en obras como en el “infierno” del Juicio Final de Miguel Ángel (1475-1564), mural al fresco en la pared detrás del altar de la Capilla Sixtina, se trata de una vorágine de cuerpos serpenteantes purgando culpas y motivar al espectador su propia cavilación interior. Jerónimo el Bosco (1450-1516) es el pintor del tríptico “El Jardín de las delicias”, el cual suscita fuerzas detonantes por su agudeza e imaginación. Giuseppe Archimboldo (1527-1593), pintó retratos de personajes que parecen grotescas en tanto las facciones faciales fueron representadas con frutas, verduras, flores, entre otros objetos. Francisco de Goya (1746- 1828) con “Saturno devorando a su hijo” conmocionó aquella sociedad española de su tiempo.

En el terreno literario, a todos nos sorprendió en algún momento durante nuestras lecturas juveniles “La Metamorfosis” de Franz Kafka (1883-1924), el relato genera tensión cuando Gregor Samsa, al despertar, se observa a sí mismo trepando por las paredes de la habitación convertido en una especie de cucaracha. Y qué decir de los cuentos de la montaña escabrosa del norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849) que a todos nos puso los “pelos de punta” y la piel eriza. Altas dosis de misterio estuvieron presentes en el cine Expresionista en los liminares del siglo anterior. Fueron revividos por el Neoexpresionismo, el Informalismo, se recuerda al grupo Kobra, y en Estados Unidos “La visita” de Willen de Kooning, pintado en 1967. En América Latina, “La Nueva Figuración” conquistó a los artistas del último tracto de ese siglo pasado, que también dio sus frutos en el país. Lo cierto de todo es que en arte, estas visiones se recrean, regeneran y reinventan. Hoy las apreciamos abordadas por jóvenes artistas locales desde los lenguajes contemporáneos, quienes manejan los simbolismos de lo fictivo y delirante.


David Garrigues. De la serie Descomposición urbana. Fotografía cortesía de Teorética.

José María Figueroa. Cuaderno Rojo y Cuaderno Verde. Fotografía cortesía de Teorética.


3 y 4 Stefan Sauter. “Picker Fence”. Fotografía cortesía de Teorética.

 Quiere decir que el espectador en “Terramorfosis” cava entre las diversas capas y niveles de información, entre los laberintos y recovecos buscando aquel mito cretomicénico que aun intimida, el cual reta a mirarnos en esos espejismos embriagantes y gérmenes de la paradoja, el ir sin rumbo cierto entre la fatalidad y la gloria del vivir actual. Al andar entre los espacios expositivos de Teorética invade la satisfacción de observar elaboraciones de buena factura, de reconocido valor como es el caso de las gráficas de José María Figueroa, proveniente de sus famosos libros de crónicas. Ahí están las maquetas bien acabadas, los dibujos a computadora perfectamente construidos, las fotografías, los imaginativos videos cargados de esos signos. Impresiona la colecta de ordenes patronales de Pamela Hernández, cuidadosamente cosidas con hilo, que nos pone delante del mítico monstruo de múltiples cabezas del Estado y en especial el de la CCSS. Me detuve a deleitarme ante las piezas de Marco Arce, Diego Arias, Michelle Ferris, José María Figueroa, David Garrigues, Pamela Hernández, Roger Muñoz, Andrés Gómez, Dino Real, Stefan Sauter, Laura Villalta, Wiesengrund Project (formado por Sergio Wiesengrund y Mariela Sandía).


Andrés Gómez (Myno). SJOl. Fotografía cortesía de Teorética.


Pamela Hernández. Patrones. Fotografía cortesía de Teorética.


Michelle Ferris y Muñoz. “Sin nombre”, video. Fotografía cortesía de Teorética.



 Diego Arias Asch. Dibujos. Fotografía cortesía de Teorética.


Roger Muñoz. La ruta de su evasión. Fotografía cortesía de Teorética.

Lo expuesto sutilmente refiere al laberinto existencial de lo urbano, con sus constructos que detrás de su apariencia caldea muchos infiernos: el de burocracia bancaria y estatal, el de las movidas bajo el tapete, el de lo ilícito y escondido, un todo que fluctúa, aparece y desaparece a conveniencia. Lo feo no está a flor de piel sino en esa criatura deforme que también se lleva adentro, y en situaciones emerge al externo para demostrar su incidencia desestabilizadora. De lo feo a veces somos portadores, sin sospecharlo nos comportamos como marionetas bajo las intensiones de los poderosos. Lo deforme es la misma ciudad que habitamos, cuya sociedad detenta garfios a punto de devorarnos, y solo se puede salir ilesos por nuestra propia pericia de “ciudadanos”, donde los mecanismos de poder arremeten, nos arrinconan contra la muralla, y si no nos comportamos como consumidores no somos nada, se debe ser sumisos a esas cifras de elevada cantidad de dígitos que se mueven por los ductos de la información y las pantallas del mercado dentro de un fiero canibalismo. Qué bueno que los jóvenes artistas aprendieron el arte de los simbolismos, de lo conceptual, ellos son buenos lectores de esos signos actuales; con Terramorfosis demuestran un punto sensible para hacer crítica social y que están bien conectados, poniendo en sus acciones además de pericia y buena técnica, un mejor pensamiento.









martes, 12 de mayo de 2015

Pamela Hernández: ¿Según qué?


Pamela Hernández: ¿Según qué?

La Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo ofrece la muestra de Pamela Hernández, curada por María José Chavarría, expuesta del 30 de Abril al 5 de junio 2015.

El museo reta a la interpretación al barajar la propuesta de la artista con la pregunta con que ella la titula: ¿Según qué?, y en tanto cada material, cada manejo del espacio -el horizontal del pavimento y el vertical de la pared-, el o los conceptos activados por la memoria que puede arrastrar un objeto hasta el instante preciso de instalarlo en el muro de la sala, -o sea que precedido al acto de colectar el objeto, este puede ser pueril y sin valor alguno, pero dentro de lo instalado se comporta como arte-, desafía nuestra sensibilidad expectante, la de un observador premiado en el instante que cuaje la respuesta ante dicho inminente desafío.

Vista desde el acceso a la Sala 1.1 del MADC, con la muestra de Pamela Hernández. Foto LFQ.

Quien encuentra
Diría que Pamela Hernández en tanto es “colectora de sustancias de arte”, quien al tener entre sus manos un papel, una botella, la tapa de un frasco, una escuadrita de carpintero, se deleita como si encontrara en estos objetos-sujetos la más preciosa joya, –según Yourcenar en boca Adriano (Emperador Romano) -“es quien termina encontrándola donde quiera”: en la página de un diario sucio y roto enmarcado por el simple afán de evocar, en una llave que ya no tiene puerta que abrir, en la factura de una compra ignorada al interno de los numerales que fluyen en esos fastidiosos mecanismos del poder, los cuales maneja el mercado actual, o en un tiquete que marca la situación de esta vida de grandes incertidumbres, ella –Pamela-, lo valora e instala al muro del museo.

Las dos miradas
Coexisten dos componentes en esta propuesta, tal vez disímiles como la vida misma: una es la instalación en la pared a la que me refiero en párrafos anteriores (esa es la primera mirada), la otra es la instalación del pavimento dispuesta en la sala, con una especie de baldosas que poseen un calado por el cual crece el césped, para lograr una espacialidad que sostiene un minimalismo perseguido como idea central, mirada áspera que nos sume en la soledad y desapego existente en esta sociedad contemporánea. O sea, si se aprecia desde el acceso a la sala, la visión del espectador se dirige en la instalación de la pared de fondo, pero al dar vuelta y emprender la salida ésta se clava en el vacío de la calzada. Desde mi percepción de comentarista, me quedo con el retorno, con el vacío, con el concreto frío y desesperanzador pero donde también remedia la esperanza del césped que crece.


Pared de fondo de la Sala 1.1 con la instalación de objetos de Pamela Hernández. Foto LFQ.


Mirada de salida de la propuesta exhibida en Sala 1.1. Foto LFQ. 

El trasgresor
Uno como visitante al museo es instigado por esa interrogante, es punzado en nuestra sensibilidad al reconocer en esos objetos una memoria que podría ser tan fuerte en la colectividad como activa en cada quien, y de inmediato son relacionadas con otras experiencias y aproximaciones al arte actual, para provocar nuestras certezas o incertezas. El o la artista se comporta como la instancia de trasgresión –entendido tal y como lo aprecian Briggs y Peat en Las Siete Leyes del Caos: “…se le identifica también como el portador de la cultura…, …el superviviente astuto, el travieso que desafía la convención, subvierte el sistema, rompe la estructura de poder y alumbra nuevas ideas”. Ese es el juego de preguntas y respuestas que nos requieren sagacidad de intérpretes, observadores, buscadores, colectores, pero al remediar en nuestro entendimiento alguna hipótesis, ella, Pamela, vuelve a cuestionar: ¿según qué?