miércoles, 22 de agosto de 2018

“Povera” de Arturo Valencia

Al ver pasar en la pantalla del pensamiento, residuos de objetos, materias de gruesa tectónica, entramados con añosas maderas, motivos para comentar la muestra “Momentos y Sedimentos” de Arturo Valencia, del 23 de Agosto al 14 de Setiembre 2018, en Museo Calderón Guardia, San José. Son piezas cargadas de herencia terrestre, polvo, agua, luz, fuego, cuyas memorias encienden ese inventario de la memoria material.

Arturo Valencia. Clasificador de Momentos. Técnica mixta  138 X120 CM. 2018.

La idea a tratar es la lectura de lo temporal, generador de remembranzas, de lo (in)detenible, más que métrica o reloj, es fractal, tiempo multiplicado por la emocionalidad con que carga a ese depósito de reminiscencias. Se trata de objetos en degrado, cúmulos abandonados en rincones de la urbe, la ciudad que alienta la crisis. Alude al rol del arte de filtrar lo que a simple mirada es (in)significante, para volverlo vivo y significativo.

Arturo Valencia, Sedimentos Clasificados. Técnica mixta, 95 X 145 CM. 2018

El sujeto vidente
Algunas piezas, en su grado de síntesis y abstracción, refieren a lo urbano en una visión macro: trama de cuadras, vías y edificios (“Clasificador de Momentos”, 2018; “Momentos Clasificados”, 2018). La muestra se lee como un entorno a explorar, arqueología urbana, palimpsesto, quien cava entre las estratificaciones del tiempo removiendo capas que traslapan vestigios de la propia cultura. Platón, en La República, hablaba del “sujeto cognoscente”, ojo del alma o vidente quien percibe objetos visibles en virtud de la luz que enlaza vidente y visible. (Eugenio Trías, El Artista y la Ciudad, 1997, P38).

Arturo Valencia, Sedimento 1, Técnica mixta, 150 X 150 CM. 2018

El artista crea con aquello que empodera: una cerámica rota, un trozo de madera desgastada, un pedazo de hierro corroído y punzocortante. Construye a partir de un fragmento de yute, que, en tanto urdimbre, entrecruza lo vivencial, deja ver las tribulaciones e incertidumbres del vivir cotidiano. O sea, lo que puede representar un tejido de cuerdas, que es más que un textil en el plano de lo simbólico. Y en tanto lo colectado son estamentos de la civilización industrial, que embadurnan el ambiente e infectan la ecología, pero el creador visual los transforma en encuadre estético.

Arturo Valencia, Sedimentos II. Técnica mixta

Acción de colectar 
Me lleva a recordar una vez más a la célebre novelista belga-francesa Margherite Yourcenar, quien en “Memorias de Adriano” (traducida al español por el argentino Julio Cortazar), retrató a un singular emperador -más que dignatario de un imperio como el romano, era un gran humanista. Adriano buscó y/o encontró el signo portador de identidad; noción de pertenencia a una temporalidad, geografía, continuum vital. Él decía que la patria era el lugar donde por primera vez se pone una mirada de conocimiento; para él eran los libros. Esto para decir, que ese encadenamiento de materiales expuesto en las salas del museo, son un libro abierto, que devela la comprensión e interpretación del arte.

Entre sus manos de entendido, el colector resignifica esos materiales u objetos, trasmutan adquiriendo universalidad, esfera de lo divino al volverse esencia, que en teoría llamamos arte. En la novela histórica de Yourcenar, Adriano, llama al individuo creativo “colector de belleza”, y por si fuera poco, afirma: “termina encontrándola donde quiera”. Ese semblante es el mismo de quien se agacha al encontrar sobre el pavimento un alambre aplastado, enredado, y es quien lo colecta a solas, en silencio, quizás a ciegas, aunque a otros pareciera pueril y vulgar. (Yourcenar, 1951).

Arturo Valencia, Registros del Tiempo, Técnica mixta, 88 X102 CM. 2018

“Momentos y Sedimentos”
Las piezas que me interesan de Arturo Valencia son esos tejidos de materiales, cedazos, mallas metálicas, pedazos de madera, proto-objetos, en tanto perdieron su función original al pasar -como se dijo-, a la esfera de lo simbólico. Son cuerdas de tejidos con sus propias tensiones y vicisitudes, dispuestas en marcos, tarimas o espacios reducidos a lo marginal o empobrecidos para decir más, pues no ocultan nada. Se exponen a las miradas juiciosas del espectador, sin más atavismos que el tratamiento sincero en el proceso o práctica artística de su autor. Maderas con pátina de lodo, agua y tierra; Arte Povera que rememoran a Janis Kounellis, Mario Merz, Alberto Burri, Antoni Tapies; o al astuto “chamán” centroamericano, Moyo Coyatzin (recuérdese su muestra Rastros, 2005, Sala I, MADC, y quien los llama “Joyas de pobre”, 2011, instalación expuestas en la 54 Bienal de Venecia). 

Instancia de la discordia
Me refiero a la ciudad como “instancia de la discordia” (Mistcherlich, Fetiche Urbano, 1977), entramado de lo terrible y paradójico, en el cual el artista asume el rol como catador de rastros. Las piezas de Valencia conforman una estructura que, en su condición efímera, son elevadas al enigma de lo contemporáneo, asumiendo sus contradicciones, pero a la vez poética. 

Percepción de un verso del poeta Rainer María Rilke: “ese grado de lo terrible que los humanos podemos soportar”. O, tal y como lo manifestó Baudelaire en 42 Flores del mal, (1998. P7): “Y tomamos alegres el lodoso camino…”, a los objetos sórdidos les hallamos encanto…” Incluso, visualiza la enmudecida cripta hacia la cual caminamos: “Quien contempla la belleza con los ojos se ha conciliado con la muerte” (Thomas Mann, Muerte en Venecia, 1912).
Arturo Valencia, Sedimentos III, Técnica mixta, 136 X 110 CM. 2018.

Son -y me refiero a los títulos de las obras expuestas-, un “Clasificador de Momentos”; Polípticos; “Registros del tiempo” que sugieren notaciones musicales aleatorias, silenciosas; “Sedimentos I, II y III”; “Sedimento Fragmentado, Seccionado, Clasificado”; “Momentos Cíclicos”, como el tiempo, el movimiento, lo secuencial que imbrica memorias, poesías visuales, sonoridades de los abruptos adentros al filo del abismo.

Arturo Valencia, Momentos y Sedimentos. Políptico 1, 82 X 52 CM. 2018

Lenguajes del tiempo
Mi pensamiento acerca de la producción expuesta, afirma que coexisten dos campos en tensión, uno sostenido por el tríptico o políptico “Momentos Cíclicos”, donde asoma quizás una factura menos incómoda, para no decir acomodadiza del collage o ensamble, y eso debilita la investigación. El otro son esas estructuras matéricas, trama de lo bueno y lo malo que coexisten en la urbe, regeneran la pureza de significados, alientan la buena factura en la producción o experiencia del taller.


       Arturo Valencia. Momentos Cíclicos, instalación, diámetro de cada una 72 CM. X 12 CM. Fondo. 2018

Agrego que algunas piezas -refiriéndome a la visión micro de la urbe-, y ya que me referí a Adriano, sugieren ver algunos detalles de paredes, quizás el Opus reticularum de los muros de la antigua Roma. Pero también bajareque (caña brava, barro y amarres), muros de adobe (barro pateado con boñiga), argamasas de las construcciones mesoamericanas prehispánicas y coloniales, implicando posturas de descolonización. 

Y para concluir, diría que el singular encanto de la poética de lo pobre, se percibe en la sensorialidad, en esa idea de lo gastado y añoso, pero significante, como las memorias que encajan en cada letra, en cada palabra, eso que llamamos “lenguajes del tiempo”.



miércoles, 15 de agosto de 2018

Observar la pintura de Jacobo Agüero

Nos requiere una disposición emocional bastante singular: jugar con él, ser -en tanto espectador- contraparte en un partido doble donde se va y se viene, quita y pone, colorea y descolora, deja a los chorretes de pintura correr aquí o allá, se tacha con empastes, o configurando varias capas que hasta pudiera sugerir que se movieran, transparentaran, traslaparan, en una lectura libre, pero en profundidad, tal y como procede hoy con la lectura del microship, y esa densidad mediática en el universo de la electrónica y la computación.

Jacobo Agüero. Pintura acrílico sobre tela.
Jacobo Agüero. Pintura acrílico sobre tela.

Cuando aprecio sus pinturas, me viene en mente uno de sus principales referentes: el gran Joaquín Rodríguez del Paso, con aquel gesto travieso y transgresor, pero siempre de mirada crítica. Luego siento al alemán Gerhard Richter, con aquellas veladuras o empastes que bajan o suben, o mueven de izquierda a derecha y viceversa, siempre en tensión de un continuum que asemeja la vida actual, tan cargada de vicisitudes y contingencias.

Jacobo Agüero. Pintura acrílico sobre tela.
Jacobo Agüero. Pintura acrílico sobre tela.

Por ahí, en otro escrito afirmé, que mucha de la pintura que se produce en la actualidad, es hecha por pintores que no investigan, ni experimentan nada, ni leen, ni debaten, solo pintan por una actitud de copia de los maestros que forjaron el arte del paisaje en Costa Rica, sin llegar a la escuela Nacionalistas de la primera parte del siglo XX, ni al intenso hervor en el arte de los cincuenta y sesenta de este siglo; se quedan de camino, barados según fórmulas de éxito como la que condujo la maestra Margarita Bertheau, su discípulo Fabio Herrera, u otros que alentaron a interpretar la luminosidad valle-cental, o la costera, y que fueron muy buenos. Pero a estos que critico, no les llegó o no les quedó nada de aquella factura, calidad y trascendencia para la historia de la pintura costarricense.

Jacobo Agüero. Pintura acrílico sobre tela.
Jacobo Agüero. Pintura acrílico sobre tela.

Seguir -en cambio- a Jacobo Agüero, en sus redes sociales, en sus muestras, como la que acaba de finalizar en la Sala Marco Aurelio Aguilar del Colegio Universitario de Cartago (CUC), julio de 2018, recompensa, pues él no se queda dandole vuelta a lo mismo, se reinventa en cada cuadro, tampoco se repite, lo único que redobla es esa dosis de fogosa energía puesta en la obra, su imaginario de símbolos y simbologías e inventiva tan propia de un lenguaje orgánico, sensual, travieso, muy actual, el de la misma tecnología, el de la misma vida cuando nos dejamos conquistar por la seducción y tácticas del mercado.

Jacobo Agüero. Serie Urbano Transitable. 100 x 100 cms. Pintura acrílico sobre tela.


Sin embargo, siento que a Jacob Agüero no se le dan merecidas oportunidades, por su labor de investigación y de experimentar todo lo posible en arte, para que se le abran otras y nuevas puertas a su intensa creatividad, manejo de la técnica, y un lenguaje como dije “juguetón”, pero cual cuartada clava la estocada creativa y nos consume agresivamente a deleitarnos con su intensa creatividad en su pintura.