Una tarde de estas ya entrada en verano, divagué andando las
vías de la ciudad capital en busca de “un no se qué”, conmocionado al madurar quizás
esta reflexión que motivó visitar la muestra “Lee mis labios”, curada por
Miguel A. López en TEORE/éTica -a quien conocí esa misma tarde presentado por
Gabriela Sáenz, la directora de la institución. Al atender las narrativas e
intenciones de cada autora o autor, instiga, engancha el aguijón de la
discordia debido al no saber, al asumir la incertidumbre que acusa, antes de devolver
la mirada e intentar resolver el dilema de cómo me afectan a mí como espectador
esos anclajes, y en tanto la muestra tiene mucho que decir, tanto que
entretejer o discernir, pero sobre todo tratar de explicar para compartirlo con
los seguidores de mis blogs. Para mi cada exposición vista no representa alguna
distracción, al contrario, me sume en una lucha interior al tratar de descifrar
sus enigmas; pero si no fuera de esa manera, que tenga que investigar para estar
al tanto del día a día en términos del arte contemporáneo, ¡qué emoción
tendría!
Reflexionar a la deriva
Miré a la gente caminar por las aceras de San José, y me
preguntaba cuántos modos de actuación, de maneras de ser, de realizarse como
personas con derechos, deberes, y que viven cada uno su espacio de propiedad,
cualquiera que sea bajo un fuerte anonimato porque dentro de esa vorágine del
cotidiano a quien le importa, como dicen, la vida del otro, otra o semejante.
Ese andar meditativo me recordó aquella canción de la cubana Célia Cruz …“haz
el bien y no mires a quién”… Suele suceder cuando ir a la galería o al museo se
vuelve un guerreo vivencial y humano, donde media el drama actual de posicionarse,
ya sea al margen, a la deriva, incluirse o excluirse, (des)favorecerse, en
tanto se tiene una voz escuchable de acuerdo a nuestra sensibilidad y querer
sintonizar con tantas otras voces que van al garete por este insondable mapeo
del vivir actual.
Sala con las piezas de Daniela Ortiz, “Habitaciones de servicio”, 2012.
Seguir impulsos del corazón
Leer los labios de quien pasa a mi lado, de quien me topo de
frente o miro de reojo, ¡qué o a quién importa! Aun así es un gesto humano, a
veces se esconde, se disfraza, se trasviste, cuando esa lectura solo fluye en
el lenguaje interior, en el silencio y visión interior, quizás, como diría la novelista
contemporánea Susanna Tamaro “ve donde te lleve el corazón”.
Al leer el título de esta propuesta de Teorética con la cual
se estrena Miguel A. López como curador, saltan otros lenguajes no verbales,
como los de la mirada o los mismos labios detentando distancia, burla, pero
también deseo, anclar con el deleite permitido o delictivo, en tanto muchas(os)
ni siquiera aceptan que se les vea a sus propios ojos.
Regina José Galindo, “Estoy Viva”, 2013, escultura en hierro fundido.
Breve lectura de algunas obras
Existen en esa muestra construcciones y argumentos de muy diversa
cala, todos pronunciados con el filtro de lo depurado, de lo elegante, de un
mensaje inteligente y sagaz que emerge del ponerse de acuerdo e intrincar con
esa propuesta de un lenguaje duro, que golpea a veces donde más nos duele. Por
ejemplo, Daniela Ortiz, “Habitaciones de Servicio”, 2012, fotografías de edificaciones de arquitectura minimalista de vanguardia construidas en distintas épocas, el
lujo es evidente con el discurso de la dimensión espacial, cuando en las piezas
se muestra una planimetría comparativa del tamaño de las habitaciones
principales con las de la “muchacha de servicio”, cuya posición desventajada es
un signo más de las contradicciones de esta vida, tanto como hoy también pueden
ser los adultos mayores, la habitación “del nonno”, con todo el juego de
significados de esas tensiones sociales y culturales que implican juegos de
poder. Son lecturas implicadas a veces por el comercio, por el costo de las
cosas delante de quienes pueden pagar tamaño y calidad en productos, bienes o
servicios, y quienes no, deben o debemos conformarnos con acceder a “los
pequeños precios”, como una táctica para abarcar la totalidad del mercado.
Existen quienes solo están sintonizados con el sonido del metal: el dinero, con
las “luces de Nueva York”, como dice otra canción por ahí, que habla de aquellos
espejismos en tanto deslumbran en escaparates y hacen predio el glamour, pero
también el poder.
Colectivo Gang. Read My Lips, 1992. Cartel.
Jeleton, “Indios, mujeres y maricas”, 2015.
Atender a esta exposición requiere gran detenimiento, de ir
y volver en tanto hay muchas lecturas aunque todas concuerdan con los posicionamientos
sociales, se habla de intolerancias raciales o de las minorías, de las
preferencias sexuales, los discursos gay buscando que la sociedad mire a todos sin
esas fastidiosas etiquetas y exclusiones. Es poderoso el mensaje del video de
la mujer rodeada de afrodescendientes a la cual se le remacha “negra”, “fea”,
“negra”, y aquello de que “es fácil cambiar de color del cabello, pero no de la
piel”. ¡Tremendo! La muestra está colmada de ese carácter de mensajes que de
primera entrada desestabilizan -como en mi caso de espectador-, de no saber qué
entender, pero para la comprensión no me queda más que sumirme en la reflexión
de mi propia idea, de lo que me queda y lo cual recordaré cada vez que ponga la
mirada en esos individuos o caminantes por las vías de la urbe para evocar
aquel decir: “caras vemos, corazones no sabemos”, cuando nos hablan de los
comportamientos humanos a pesar de los alcances en materia de las ciencias
sociales, los programas de prevención y otros estudios de conductas sociales y
humanas, aun no se sabe cómo reaccionará el individuo, la persona,
indistintamente de sexo, raza, o preferencia.
Roberto Guerrero, “Desde niño me dijeron que
sólo podía jugar
con carritos”, (Zapato femenino, llantas y letras).
Me detuve a leer la ficha de la pieza de Roberto Guerrero:
Desde niño me dijeron que sólo podía jugar con carritos, (Zapato femenino, llantas
y letras) y a repensar la pieza cuando con poco se dice mucho acerca de los
procesos de crianza de un ser, quien desde su niñez indagaba el mundo. Me tocaron
como esos boomerangs de Priscilla Monge expuestos en la Zona V, que al ser
lanzados golpearán si no sabemos cómo sujetarlos. O al ver aquella
muñeca cargada de “piropos” que son como moretes en la piel lozana de la
juventud sobre todo femenina. Me detuvo la lectura del mensaje de Jeleton: Indios mujeres y maricas somos representados
a menudo adornados con flores, y debajo de esa punzante lectura se expone un video
sobre situaciones de violencia social y la niñez desguarnecida. Y más allá
aquella frase que tematizó la guatemalteca Regina José Galindo: “Estoy Viva”,
formalizada en un una línea de “fierro” negro, para hablar acerca de las contingencias
de las personas emergidas de los procesos violentos vividos en esa hermana
república centroamericana en su conflictivo pasado; dicha frase -señala la
ficha técnica-, se escuchó durante el juicio al genocida general Ríos Montt. Quizás
esta pieza de Galindo es una de las más conmovedoras de la muestra. Al lado, y no
por casualidad, se exhibe Red my lips, una fotocopia repartida por el
colectivo estadounidense Gang cuando luchaban por tomar conciencia acerca la estigmatización
que significó en esos años el contagio del sida, pieza además cargada de todos
esos significados que persiguen golpearnos en el caminar con la mirada puesta
en las relaciones, necesidades, deseos, pasiones de, y volviendo al título de
la novela de Tamaro que mencioné en los liminares de este comentario: Va´ dove
ti porta il cuore.
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