El vocablo índigo, tanto como la imagen introspectiva del
artista Héctor Burke dentro de las expresiones contemporáneas de la plástica
costarricense, quien recién exhibió en galería DES-PACIO, me acompañó paso a
paso al apreciar esta muestra, activándome a reflexionar sobre la noción de un
tiempo y sensibilidad lapilazulí, como la circunferencia añil del poeta zen,
que al mirarla hunde en la noche en vela del Héctor poeta, en el trabajo
mañanero del Héctor grafista, del trazo grueso y nervioso del Héctor dibujante
vespertino, o del Héctor pintor de tierras ocres, pardas y rojizas como la
sangre reseca del recuerdo.
Héctor Burke, Índigo, galería DES-PACIO
Lo expuesto en esta oportunidad fueron retratos y autorretratos
de diversos momentos: de aquel joven que una vez anduvo por las aulas de Bellas
Artes anudando memorias como si fueran vuelo de mariposa; absorto en un
pensamiento del (im)perfecto vacío mientras se embebía de la tinta de un café;
o con un poema saltarín brincando aquí o allá, entre caballetes, mesas, o entre
el reseco jardín de la escuela en una memoria escurridiza como la vida misma.
Héctor Burke, Índigo, galería DES-PACIO
Esos trazos fogosos, intranquilos, briosos del joven Burke, del
hombre hoy en plena madurez, del filósofo del mañana, disertan también de lo
perceptivo y sensorial; un tacto a flor de piel, una visualidad subjetiva como
paisaje oriental, un aroma a hiervas tras la lluvia caída, el canto del prado, del
cerro, o la montaña atrás. Si lo comparo con los trazos del expositor de la
sala contigua “Ilusiones” de Ricardo Chacón,
Héctor es más bien anguloso, con diversidad de timbres que van desde la
sonoridad del bajo continuo, de ritmo simple, a la agudeza y luminosidad de las
féminas que lo visitan, y que él capta en una poesía visual dedicada al
temporal, o al sujeto que bien podríamos ser todos.
Héctor Burke, Índigo, galería DES-PACIO
Me encantó la luz que se vivencia ahora en la sala, por ese
ventanal el cual baña de claridad cada cuadro, y que desborda el paisaje urbano
entrante en el espacio de la galería; acentúa quizás el carbón de aquellos
glifos esgrafiados sobre papel craft, o los trazos de esas síntesis de
identidades dibujadas con astucia y sencillez primigenia, o aquellos pastosos
tratamientos de la pintura, experiencia de hacer arte intrincando con el humor,
la crítica y una narrativa sugestiva, traviesa y a veces incógnita.
Héctor Burke, Índigo, galería DES-PACIO
Esta visita a la muestra de dos voces en distinto registro -uno
grave como el quijongo (el de Burke), y otro agudo como el silbido de la
ocarina (el de Ricardo Chacón)-, motivó detenimiento, revisión,
cuestionamiento, pero también certeza. Buen arte para celebrar un fin de año –me
dije, emocionado-, y un 2015 activísimo de discursos visuales, artísticos,
poéticos que esperamos en el 2016 vuelvan a ser nuestro deleite.
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