Las muestras “Territorio Infinito” del hondureño Lester
Rodríguez (Sala 1), y “Dulce Fetiche” de Lucy Argueta (Salas 2 y 3) se exhiben
en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), del 8 de mayo al 14 de julio
2015, curadas por María José Chavarría.
"Territorio Infinito"
Una vez más el museo emplaza al visitante a moverse en la territorialidad
de lo incierto, cuya cartografía redibuja cada componente del cotidiano de
todas y todos los espectadores, quienes nos exponemos a tantos estímulos multisensoriales
capaces de abrir nuestras claves sensitivas y cognitivas para implicarnos, no
solo a ver y sentir a través del uso de tan amplia categoría de recursos materiales
y objetos (des)configurados, sino a tener comprensión de la totalidad: entre
otras, la de cada quien que se comporte como espectador, quien se mueve entre
diversos senderos marcados en las también distintas capas de significados: para
subir y bajar, adelantar, retroceder, dar giros en torno a lo mostrado. Se nos
reta a entablar el ejercicio de relacionar el lenguaje lo cual provoca cada uno
de esos componentes de un territorio sin fin, cada rasgo con su propia dosis de
contingencias, y donde el ordenamiento estricto dado por el hondureño Lester
Rodríguez a los materiales, sujetos y conceptos, subordinan una mirada que se
dispara hasta tocar los límites del vértigo, donde si cae uno, caen todos.
Léster Rodríguez. Territorio Infinito. Foto cortesía del MADC.
En ese emplazamiento de la sala principal del MADC, uno se
mueve sigiloso, como para no violentar tanto orden, y lograr catar las
intenciones estéticas de la muestra, en la medida de desplazarse se advierten
ciertos efectos ópticos y sumas de transparencias -que parecieran ser el rasgo
más poético e intenso de lo expuesto-, tal vez creo, en mi caso personal, ese
rasgo es lo que genera mayor interés: está en el cómo se dicen tales argumentos,
cuando esos componentes ensamblan un conjunto que pareciera levitar en el
espacio del constructo geométrico de la sala, aunque estén cargados de pesados
contenidos: Un mapa centroamericano y del Caribe hecho con mamilas de látex,
como para hablar de la infancia regional acechada por la violencia, el hambre, la
sexualidad y las migraciones en busca del Norte; un mapamundi formado con miles
de mondadientes, como dije de “poético encaje”; una carrocería de auto en
ruinas con altoparlantes evocando esos predicados verbales dirigidos a las
masas y con cierto dejo de arte político; una bala de rifle con el vector de
velocidad de disparo grabada; una pala (des)fragmentada sobre una límpida superficie
de sal de cocina y unos mazos cuyo palo zigzaguea en ese territorio de lo
inmedible –estas dos últimas piezas referencian el trabajo de su connacional
Adán Vallecillo-, unos libros empotrados en una fisura hecha al muro; un cubo
formado de módulos a su vez cúbicos todo en blanco sobre blanco como para hacernos
recordar a quienes nos movemos entre esos objetos la fuerte intención
minimalista pretendida por el autor. Y, aquella flota de barquitos de papel,
con el signo de traje de fatiga endosado, como una cascada que cae desde una de
las ventanas y fluye por el pavimento de la sala, cuando el hacer cada uno de
estos objetos por medio del plegado del papel, evoca los procesos seudo-industriales
como la maquila para lo cual nuestras naciones aportaron mucha mano de obra y
recibieron poco a cambio, tanto que afirmamos vivencias como la pobreza, la
violencia, el juego del poder y la dependencia tecnológica, dominación
económica y transcultural como caracteres de un cotidiano en crisis.
Léster Rodríguez. Territorio Infinito. Foto cortesía del MADC.
“Dulce Fetiche”
Acompaña la propuesta de Lester Rodríguez en la sala 1, la
de Lucy Argueta -la también hondureña-, titulada “Dulce Fetiche”, salas 2 y 3
del MADC. Expone algunas piezas que despiertan el deseo de tender relaciones
con el cuerpo, la memoria, y aguzar la sensibilidad para sentir un diálogo
intenso, cuyo foco de atención irradia el recuerdo del emerger del arte
conceptual de los años noventas y dos mil en nuestro país, espacio abierto
precisamente por este mismo museo.
Lucy Argueta “Dulce Fetiche”. Foto cortesía del MADC.
Advierto dos cargas de argumentos en esos diálogos que
tienen que ver con el juego de las apariencias: por un lado el glamur y
parafernalia femenina, cuyo sofisticado comercio desboca en la dependencia, en
el rol de las revistas de moda y el lujo, así como las sofisticadas estrategias
y fastidiosos ardides publicitarios que imbrican para hacer de esa tipología de
productos un símbolo de pertenencia indispensable para alcanzar la “gracia” y
la ventura del cuerpo. El otro argumento es el del vestido, y en especial la
ropa femenina que se traslapa con el desmedido consumo popular de prendas de
segundo uso o ropa americana, comercio que nos lleva a pisar otros territorios
de la dominación, a vernos como el “patio trasero” de la economía
norteamericana.
Lucy Argueta “Dulce Fetiche”. Foto cortesía del MADC.
En conclusión
Nadar entre las aguas de grandes interrogantes y cabos
sueltos en casos sin atar, a pesar del nítido montaje que el museo observó para
estas dos muestras, fueron el principal desafío: las aguas de la interpretación
a veces no dejan apreciar los asuntos hasta que las elaboraciones del pensamiento
y nuestros posicionamientos las apacienten y nos muestren la riqueza de sus fondos.
Eso, desde mi óptica es interesante, estimula el tener qué pensar, qué decir,
un impulso o un enfoque qué aportar el cual emerge del análisis escudriñador afianzado
delante a cada obra.
Diría, que para dar crédito a lo observado, en esta particular
visita al MADC, debo externar no solo lo que provoca consenso en mis criterios
sino también disenso, en tanto existe un buen tratamiento de los materiales,
técnicas y anclajes a lo tematizado, abordados con lenguajes actuales; sin
embargo, pienso que eso precisamente es lo que ya vimos desde décadas atrás, y que
hemos apreciado en muestras recientes: una especie de código de pertenencia a
lo contemporáneo y a lo conceptual: los sutiles trazos de mapas fragmentados,
el manejo de los libros como objetos ataviados de por sí de una amplia
significación, las herramientas de trabajo, las marcas que atiborran el mercado
y que nos tienen viendo luces… Lo expuesto aún discurre entre la emergencia y
la recurrencia, entre el objeto del deseo o, como lo titula sutilmente la
artista, “dulce fetiche” y la sombra que lo desestabiliza.
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