Comentario crítico de la muestra de Marvin Castro “Papel Moneda”, collages, en el Centro Cultural Botica Solera, San José, setiembre de 2018.
Los valores de cambio tales como monedas o billetes, poseen dos caras: Una puede ser de bendición, o, al contrario, maldición. La corona de laureles en tanto es un símbolo, alude a lo excelso y premia al vencedor, mientras la otra será el rostro, el rasgo humano de la perenne (in)perfección.
La muestra revive el viejo discurso reflexivo acerca del dinero, juego de lo dual, dorso y reverso, planos del diedro de la cultura entre los cuales persiste tensión, traslapa el conflicto, la desesperanza va a contrapelo de la situación económica actual, lo cual es un laboratorio donde reconocer la dimensión de la no-economía: lo corrupto, sucio, libertino, que mantiene en vilo a la sociedad. Y aunque la ley ponga mayor fijeza en esas transacciones, siempre se cuela la avaricia, y pululan los vividores o aprovechados que se frotan las manos ante las riquezas.
Marvin Castro. Papel Moneda, 2018. Foto cortesía del artista.
Papel Moneda
A esta paradoja nos refiere Marvin Castro con su muestra en el Centro Cultural Botica Solera, durante el mes de setiembre. Denuncia el conflicto cuando dejamos que el papel o metal se convierta en amo o carcelero; tanto que le llamamos “vil metal”. El dinero posee el poder de esclavizarnos, pero también desaparece por su volatilidad entre las manos de personas e instituciones.
Entonces, sirviéndose de la metáfora del arte, dichos valores dicen sin decir nada, el abordaje lo insinúa, marca el terreno: el papel moneda, como recurso material se vuelve insumo del lenguaje. Esa será la meta a custodiar con aplomo, para no quedar desprovistos ante el acecho de tantos usureros que infringen la ley para hacerlo suyo a toda costa.
Marvin Castro. Papel Moneda, 2018. Foto cortesía del artista.
Desde la perspectiva del arte, tener dinero implica la paradoja, eso que hacemos, producimos, valoramos, pero se nos devuelve y clava la estocada, la del inmediatismo, la de la cruda realidad, por más seguras que parezcan las relaciones de poder ejercidas en la sociedad contemporánea, ahí cala la contradicción. Paradójico, sí, pues entre más avance se tiene en sistemas de seguridad, mas desprotegidos nos hallamos los ciudadanos ante esa mafia que se reinventa en el “tripero” tecnológico donde hoy circula esa tipología de valores, el dinero plástico, las kripto-monedas.
La Biblia sentencia: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Para el arte, estos valores son insumos portadores de discursos de poder, cuando se habla del dinero marcado, decomisado, especulado, lavado, o al otro lado de la balanza el inyectado a la economía de los países para mantenerla, esa que sube o baja, pero en la cual, lo más complejo, es posicionar el punto de equilibrio.
Marvin Castro. Papel Moneda, 2018. Foto cortesía del artista.
Porosidad del tiempo
En la actualidad se valora incluso el tiempo, como un aspecto central a la economía del cotidiano y lo doméstico. En ese ámbito subsiste la intensión o capacidad ciudadana de sacarle el provecho al dinero y, por supuesto, al tiempo; como una noción (a)temporal, en la cual se sume el artista para constituir sus discursos críticos al mega consumo y a las transacciones mercantiles. Se trata de una percepción sin métrica, más bien asimétrica, donde el objetivo es producir, ganar, impactar la cultura del mercado.
Dicho forcejeo se aprecia en los collages de Castro; los billetes, de diversos tiempos y denominaciones, es toda una colección numismática; en las obras se superponen, yuxtaponen, trasponen sus valores, intrican con lo que sucede en la misma sociedad al poner en juego las fortunas. Son una negociación candente, y, a veces exenta de signos de humanidad o solidaridad. En la exposición confluye el dualismo, entre lo logrado y lo eficaz desde una estética cercana a la manifestación de los sesenta y setenta del siglo pasado, el Arte Pop, abordando la interrogante ante lo absurdo, o ante el paisaje de objetos de consumo que se traslapan con los conceptos y contenidos.
Marvin Castro. Papel Moneda, 2018. Foto cortesía del artista.
Lo visto me recuerda las propuestas de Zulay Soto en su muestra individual “Irreverencia Popular”, 2005, Galería Joaquín García Monge, cuando delataba lo que las personas escriben o dibujan en los billetes. Pero también, refiere a aquella pieza que culmina la coyuntura del arte múltiple con papel moneda: “Dinero de Pobre”, de Rolando Castellón, expuesta en la retrospectiva “Rastros” 2005, Sala 1 del MADC, curada por Ernesto Calvo y Tamara Díaz-Bringas. Ambas propuestas -las de Soto y Castellón-, pre-visualizaron o pre-cognizaron, el debacle de las finanzas mundiales iniciado con el colapso -setiembre de 2008-, del banco Lehman Brothers en los Estados Unidos y la llamada “crisis inmobiliaria”.
En algunas piezas Castro acude a la apropiación de hitos de la historia del arte, al usar la famosa “Olympia”, 1863, de Edouard Manet, ícono tan cargado de significación, que aportó sustancialidad al arte moderno, pero también subversivo en la París de los Salones de Arte. También, se apropia del “Fusilamiento del 3 de Mayo”, de Francisco de Goya y Lucientes pintado en 1814. Me refieren al título del presente comentario, “flor” o “pedrada”, una rosa que simboliza agasajo, camaradería, compromiso, pero que también posee espinas.
Marvin Castro. Papel Moneda, 2018. Foto cortesía del artista.
Crítica del comentario
Para Marvin Castro -y con esto cierro este comentario-, el tratamiento del fondo es un desafío no del todo resuelto respecto a la figura central: el papel moneda o billetes; estos se aluden mutuamente y regeneran la discusión sobre lo abundante o lo pobre en el tratamiento plástico-visual. Tal vez lo (des)mejora, requiere entonces rigurosidad técnica que catapulte el impacto buscado.
Pienso, por otro, en la inexistencia de curaduría para esta muestra, pues una rigurosa selección, daría réditos sorprendentes a lo expuesto.
Un artista al sumirse en su taller trabaja ese arsenal de símbolos, objetos o materias, y a la sazón lo experimenta, resuelve, pero en este caso no siempre el rigor está presente en tal producción. Por lo general la buena factura es menor, y eso es normal, en tanto se dice en la jerga popular que “la esencia no viene en barriles”; lo demás es insustancial.
La composición de los billetes en “tondo” central -aunque en algunas piezas lo resuelve apropiadamente-, se convierte en fórmula que funciona, pero es acomodadiza y hasta decorativa en tanto no dialoga con el fondo; se engulle consigo misma en la espiral de la incertidumbre.
Marvin Castro. Papel Moneda, 2018. Foto cortesía del artista.
Se aprecia un fruto quizás reflejo del canibalismo existente en algunos lugares donde filtra el dinero, la especulación, lo sucio y empobrecido de la cultura material: los bancos, los mercados mundiales, los centros y plataformas de negocios donde la única meta es la riqueza.
De manera que lo esperado del trabajo de un artista, el tacto y la visión que brinda la experiencia para conjugar riqueza o pobreza, es el universo o centro del conflicto expuesto durante setiembre en el Edificio Solera de San José: purgar la reflexión acerca del Capitalismo desenfrenado. Son, tal cual, terrenos movedizos, donde si no se dan pasos con toda contención -que deben darse necesariamente para que surta la jugada-, nos hunde, empuña la daga, en vez del laurel.
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