El
artista costarricense Christian Salablanca exhibe “No son razones sino
motivos”, a partir del 14 de agosto 2014, Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño
Contemporáneo, una propuesta de fuerte carga crítica que implica la reflexión sobre
el poder de los modelos (estereotipos) y sus repercusiones en la vida actual;
muestra curada por María José Chavarría.
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.
Una
vez más los artistas actuales acuden al simbolismo de las hormas para hablarnos
de los escenarios de degrado, marginación y ofuscación existencial que
influencia el germen de las paradojas sobre las conductas sociales del
habitante. Quizás una madera reseca o quebradiza tienen tanto poder para decirnos
de sus efectos de provocación; un poco de tierra o la simple inmundicia tirada
en cualquier ángulo de estos constructos se nos devuelven y agreden también la
psique individual y colectiva; o aquellos bloques de concreto, que aunque son
simple mezcla de arena, cemento y agua, entre sus resquicios roen los grandes
topos que implican situaciones de violencia o desasosiego delante de tanta
precariedad y olvido –para no hablar de su opuesto que presuntamente
cultivamos: la memoria.
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.
Pero
no es solo en esas barriadas donde cunde el signo que influencia tales
conductas, también están presentes en los escenarios del lujo, del cristal, lucientes
aceros o mármoles pulidos con la más sofisticada tecnología, ahí también existe
esa alta tensión que modifica las conductas humanas o animales; entonces ¿cómo
explicar los suicidios, intoxicaciones y violencia que ocurren casi a diario a
las grandes estrellas del cine, la televisión o el espectáculo –como el
reciente caso del célebre Robin Williams-, lo que en el mundillo local llamamos
“faranduleros”? ¿No es acaso que quien pensó en los sistemas constructivos de
nuestras edificaciones, habitaciones y vida urbana moderna no solucionaron del
todo la nefasta influencia con que esos vacíos marcan al habitante -al “fetiche
urbano”? Entonces, ¿por qué consentimos adversidades y no dejamos de
lamentarnos por el trasiego y comercio de estupefacientes, que acechan a la
niñez y que en tanto individuos consumen quizás para remediar un
escape del sumiso medio que vivencian? Y, por otro lado, ¿Cuál puede ser la
explicación a la presencia de todo tipo y carácter de vigilancia estatal o
privada incapaz de sostener la privacidad y la aparente paz de nuestros
espacios de intimidad, pero entre rejas, mediada por la más amplia tipología de
mecanismos tecnológicos de control y prevención del asecho de esa barbarie o
del perverso ojo del otro? (Quisiera decir además que existe un diálogo a
cierta distancia, una matriz de ideas con lo que se exhibe en TEORéTICA: “Entre Concreto”, y “La generación del encierro” del arte salvadoreño contemporáneo,
que comenté en mi blog de Experimenta.es y Árbol de Miradas respectivamente).
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.
Quizás
esos son los mismos escenarios de terror, drama y conmoción, tan bien tratados
por Alfred Hitchcoc en su película de
1963 “Los pájaros”, y que este joven costarricense Christian Salablanca de
alguna manera cita para hablarnos de poder y dominación, con los efectos de la
garra, el picotazo y la depredación, incluso a niveles simbólicos de “antropofagia”
existentes en las sociedades del mundo, no solo las barriadas josefinas o de
las periferias de las principales ciudades del país, como es el caso de Guararí
de Heredia, lugar de donde proviene este críptico creador, a
partir de recursos si se quiere clásicos del arte como la escultura y el
modelado en arcilla, pero además del uso del yeso, la gaza, el hierro negro, el
vidrio roto, o de las maderas renegridas en un entorno de precariedad y alta
tensión interpretativa.
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.
Este es el carácter y uso del lenguaje del joven Salablanca, además de esos
imaginarios reinventados a nivel de pavimento –que requieren de cierta agudeza
perceptiva, cognitiva, y de los mecanismos de la visión del espectador-, para
provocarlo, quien no deja de preguntarse en qué le afectan y cuándo esos
picotazos del poder se pueden volver hacia sí mismos, como la prédica de
la sicología social que tanto he comentado no solo en este sino en otros
comentarios de muestras de arte contemporáneo, y que los historiadores modernos
tienen que aprender el significado de sus símiles y metáforas, para reescribir
las vivencias del acontecer desde otras posturas, a partir de la implicación,
desajuste e inoperancia de los sistemas modernos, todo para decirnos quiénes
somos y por qué estamos aquí -como diría aquel poeta hermetista Salvatore
Quasimodo: “clavados al centro del mundo por un rayo de sol, pero de pronto se
hizo de noche.”
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