El Lavo V de Teorética ofrece
la muestra “La generación del encierro”, arte salvadoreño contemporáneo,
curaduría: In Situ (Mauricio Esquivel y Jaime Izaguirre), con los artistas
Colectivo Arca, Abi Reyes, Jaime Izaguirre, Javier Ramírez, Luis Conejo,
Mauricio Esquivel, Mayra Barraza, Melissa Guevara, Rodrigo Dada, Sandra Leiva,
Virginia González y Walterio Iraheta, evento “EMERGENCIA: Contextos Volcánicos”
y el programa “Organización-En –Residencia” de la Fundación Teorética.
La muestra ofrece intensos
anclajes, en su mayoría me detuvieron a observar o esculcar sus significados, a
preguntarme sobre sus repercusiones de lo que el colectivo titula “La
generación del encierro” en El Salvador actual, nación afectada por el embate
de la guerra durante el último tracto del siglo pasado, la aparición de las
agresivas maras, el incontrolable trasiego de drogas, el fenómeno de la
migración y hasta las adversidades de la misma naturaleza. La propuesta repercute con signos presentes no
sólo de San Salvador, sino en las demás capitales del istmo centroamericano, sacudidas
por situaciones de violencia, pobreza, robos, secuestros, cuando al habitante urbano
no le queda más que refugiarse en una tirante sensación de paz, la que irradia su
propia intimidad pero encerrado entre rejas o bajo el control de todo tipo de
mecanismos de seguridad privada.
Los significados no están del
todo a flor de piel en las piezas exhibidas e incluso algunas discursan con la
fogosidad de los opuestos, por ejemplo, una de las piezas que más me gusta fue
la fotografía “Limbo”, 2013, de Rodrigo Dada, la cual admite interpretar ciertos
grados de libertad con tres rostros juveniles flotando en las aguas de una
piscina, sin embargo, nadie conoce en qué condiciones se encuentran y si el
perímetro de la aparente libertad esté cercado de púas, o lo que implica la
cámara de video en esta sociedad mediada o vigilada ante la acuciosa mirada del
poder. La segunda pieza del autor es “Serie Loop”, donde una mano masculina
pareciera inerte ante las contingencias del día a día, sin embargo al mirarla
con detención se advierte un pulso marcado por el golpe de su muñeca.
Lo tematizado por curadores y
artistas centralizan ese carácter de la cultura urbana en estas décadas
iniciales del siglo XXI, mediada por la tecnología que instiga a la discordia
–como predijo Mischerlich ya en la década de los sesentas del siglo anterior-, en
un forcejeo de caracteres de identidad que impiden reconocer al vecino, paradoja
de la Era de la Comunicación, cuando la existencia de mecanismos comunicativos es
la más amplia jamás conocida, en similar medida estamos inmersos en la incomunicación,
sucede incluso cuando una pueril mirada del otro ofende, puede que hiera o hasta
pervierta.
Al focalizar esta exposición,
me invadió otra paradoja: las propuestas que más me gustaron -que por lo
general suelo fotografiar yo mismo para acompañar estos comentarios-, en “La
generación del encierro” no logré hacerlo, en tanto al estar las imágenes cautivas
tras el vidrio del enmarcado -otra manifestación del signo de encierro, en este
caso de la imagen-, me devolvían la mía, con la cámara en mano tratando de traspasar
el vidrio para captar mejor los contenidos.
Melissa Guevara “Sin título, 2014, vértebra humana metalizada sobre almohada”
Virginia Cortez, “Sin título 2014” platos intervenidos.
La otra fotografía que me
encantó fue la de Walterio Irhaeta titulada “Diálogo con Magritte, de la serie
mis pies son mis alas 2008”, en tanto el calzado ayuda a desaparecer de la
escena en cuestión, pero a veces se nos quedan perdidos delante del azul firmamento,
como si nada ocurriera ante la gran pantalla escenográfica del trajín de la
vida.
La pieza “Sin título, 2014,
vértebra humana metalizada sobre almohada” de Melissa Guevara, evoca esas
épocas de masacres, guerras, dictaduras y maras, gestos evidentes de una
historia cercana de El Salvador –pero, como se dijo-, nada aislada si abrimos el
visor hacia el resto de naciones del área, y aquel resto humano dispuesto sobre
una almohada roja, se vuelve trofeo en esa lucha cotidiana por subsistir.
Los platos de Virginia
Cortez, “Sin título 2014” fijan mi pensamiento en el sentido de la mesa, subvertido
por el aparente vacío, pero con cierta pericia visual se aprecian sutiles
trazos impresos en blanco, incertidumbre que discursa sobre el estado de vernos,
con las miradas de frente ante la mesa, amenazados por la corrupción de lo
externo que intenta colarse hacia los íntimos adentros.
Jaime Izaguirre“Cielos de bolsillo 2013”
Abi Reyes “Prelibri, de la serie Prelibri” 2013
“Cielos de bolsillo 2013” de
Jaime Izaguirre es una libreta de anotaciones con un trazo muy sensible, quizás
silencioso de nubarrón, advertencia quizás de las contingencias de la
naturaleza pero también de aquello que hace vulnerable la libertad, como el
Caballo de Troya que podemos portar en nuestro propio bolsillo.
La pieza “Prelibri, de la
serie Prelibri” de Abi Reyes nos vuelve a sumir en esos espacios de lo propio para discursar con nostalgia
o extrañamiento por esos sentidos que entretejen los intersticios existentes
entre las palabras, esas que a veces se rozan entre sí, nos penetran, o nos
“muerden” hasta instigarnos a emitir el “me gusta”.
Trazos en la pared del Colectivo ARCA
“Nadie, solo existen las personas que he
besado” 2012, es un texto impreso en papel bond del cual hay un buen fajo
dispuesto sobre un banco, nos arranca un poco de la fuerza inicial con que nos
dispusimos a catar la esencia de estas propuestas de artistas salvadoreños contemporáneos,
en tanto “Nadie” nos deja desguarnecidos intentando saborear el gusto y perfume
del último trago de un buen tinto, como aquel vino de Costantino Kavafis en
“Recuerda cuerpo…”, “recuerda cuanto te amaron…”, “cuántas miradas se posaron
en tí”.
“Nadie, solo existen las personas que he besado” 2012.
Mayra Barraza, Retrato.
También me conmovió las
miradas de los retratos trazados por Mayra Barraza, me recordaron sus dibujos
de los años noventas cuando dibujó a los mareros, quizás hasta las tizas quisieron
diluirse en esos trazos transparentes de la psique de cada personaje, o
cualquier otro miembro anónimo de esta sociedad incomunicada donde advertimos
gestos y especulamos sus significados.
Queda un remanente de dos piezas
que ellas mismas impidieron observarlas, en tanto su imagen era invadida -como
expliqué-, por la mía: El dibujo en mixtas de Luis Cornejo “Melting carrot
2013, y “Estéticas del encierro” 2014 una
fotografía digital construida en ese mismo espacio por Mauricio Esquivel.
A manera de cierre de mi
comentario quisiera decir que escribir sobre arte contemporáneo -como muchas de
las cosas que suceden al interior de esta caparazón que protege nuestros
pensamientos, sentimientos, entendimientos-, es un acto libre pero sesgado;
subsisten fricciones, choques y tensiones que tratan de acomodarse a lo visto,
analizado e interiorizado; activan el cuestionamiento y la emocionalidad de la
propuesta pero que a veces resultan gestos (im)posibles.
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