jueves, 26 de septiembre de 2019

Jorge Bonilla: “Los Olvidados” Los que quedaron atrás, y no tienen marcha en reversa

El abordaje central a esta nueva propuesta artística de Jorge Bonilla, implica lo que él llama “Los Olvidados”; personajes que deambulan por todas las ciudades del mundo y los hacen como el ciclón, sin rumbo cierto. Estos dibujos son como un espejo rotante en todas las dimensiones del espectro visual, devuelven las miradas al transeúnte citadino, quien camina cabizbajo, mirando de reojo ese signo de adversidad, hoy vivenciado por esta sociedad actual tan enfilada hacia la degradación. 


Jorge Bonilla: “Los Olvidados”. 2019. 
Dibujo pincel seco sobre tela. Foto cortesía del artista.
Esos personajes puede que representen al pordiosero o marginado, al oprimido por la droga que lo esclaviza y la deshumanización social que no deja de ser una constante desfavorable y alarmante. Retrata a los oprimidos, quienes, sin techo, vestimenta, ni alimento, intimidan con la desesperanza y el desamor, tan propios de un tiempo de incertidumbre y de no saber hacia dónde ir; la única certeza tenida en esta condición de fatalidad es la cripta, la cual, tal y como expresó el poeta nicaragüense Rubén Darío: “nos espera con sus fúnebres ramos”.

Al borde del abismo
De inmediato, al apreciar esos dibujos de gran formato (140 x 140 cms, acrílico negro sobre tela), que expone a partir del 26 de setiembre 2019, en Casa de la Ciudad de Cartago, Costa Rica, suscita, provoca, engancha, y tal como es común en mi al abordar la tarea del palimpsesto: quien escarba en la realidad del arte para sacar a flote los significados, no puede faltar un nuevo acercamiento a las páginas de la literatura, evocando, esta vez, al controversial Víctor Hugo, con “Los Miserables”, 1862. La novela entraña sus reflexiones sobre el bien y el mal, para fustigar a la ley, a la justicia; sin titubear un instante en su posición respecto a la ética, la religión y la política. Escribir estas notas me motiva a recordar décadas atrás, cuando al bautizar a un recién nacido en la iglesia católica, le era vedado llevar el nombre de aquel escritor francés, y eso declara la tensión entre el literato y la Iglesia.

Jorge Bonilla: “Los Olvidados”. 2019. 
Dibujo pincel seco sobre tela, 140 x 140 cms. Foto cortesía del artista.

Jorge Bonilla, es otro artista de la camada de dibujantes que aporta la provincia de Cartago al arte costarricense actual. En su trabajo se aprecia la influencia del maestro Fernando Carballo, por la creación de grandes retratos en blanco/negro, y una depurada técnica del pincel seco sobre tela. Para manifestar las inquietudes existenciales de esta serie, Bonilla se apropia del más fiero contraste, signo de dramatismo y oposición al poder, a aquel ojo que mueve la mira 24/7 hacia las masas urbanas para detectar, no la contrariedad natural, sino la disidencia al engendro del mercado: Cuando no damos la talla como consumidores, somos y seremos ninguneados como esos ciudadanos que ya perdieron hasta la etiqueta de pobres, considerados como topos que reptan entre el hollín y el barro de las zonas inferiores a la piel de la ciudad, en los estratos insondables de la nada y la descarnada desesperanza.


Jorge Bonilla: “Los Olvidados”. 2019. 
Dibujo pincel seco sobre tela, 140 x 140 cms. Foto cortesía del artista.

Las motivaciones del artista
Él comenta que durante un viaje que hiciera Nueva York, abocetó retratos de aquellos miserables ante las inclemencias del clima y las miradas crudas de los cientos de miles de caminantes que atraviesan las vías y trazos inciertos de la gran mega urbe identificada con el símbolo de la manzana. Agrega que, a su regreso, dejó los dibujos en un anaquel en el estudio, y permanecieron olvidados por el tiempo, pero de pronto despertaron su sensibilidad, recordando aquellos gestos de desesperación, que critican a los políticos y sociólogos, estudiosos de las calamidades urbanas, pero que no arreglan nada: Escriben miles de páginas en discursos y libros, aunque en realidad las cosas se hunden cada día más.

Fue entonces que descubrió a los oprimidos, a los santos cristianos que no ven hacia un horizonte por estar clavados a la gran cruz de esta sociedad, cobijados entre cartones, y latas vacías extraídas de los botaderos de inmundicia, subproductos de una sociedad capitalista cuya miopía no ha sido capaz de acertar con el control de la crisis, donde hoy todo es pobreza, contingencia, vicisitud, espasmo por el hambre. Un trago amargo para la historia de la humanidad.

Jorge Bonilla: “Los Olvidados”. 2019. 
Dibujo pincel seco sobre tela. Foto cortesía del artista.

Felicidad comprada
Uno de los personajes dibujados por Bonilla, y de cuerpo entero pues los demás son retratos, trae entre manos un muñeco, de esos con que el “marketing” engatusa a la niñez, y por contraste utiliza el color en la figura, para hablar de la “cajita feliz”, que impele a comprar, y que -si no lo hacemos, sino se compra y consume-, advertiremos el aletazo del monstruo del desasosiego, la tristeza del mundo reflejada en las miradas y el gesto rabioso de la globalización. Esa es una conducta propia de la bestia agazapada detrás de la tecnología, de las grandes redes controlando los cuadros de venta y elevación de riquezas, mientras que al desvalido solo le queda apretar esa caricatura de juguete entre sus manos, fetiche urbano qué, al apoderarse de nuestra capacidad de raciocinio, impele a gastar o a morirse de rabia ante la incapacidad.

Me recuerda el pensamiento del filósofo polaco-británico Sigmund Bauman, cuando sentencia: “Lo primero, he de admitir que hay muchas formas de ser feliz. Y hay algunas que ni siquiera probaré. Pero sí que sé que, sea cual sea tu rol en la sociedad actual, todas las ideas de felicidad siempre acaban en una tienda.”(Bauman, entrevista por Gonzalo Suárez, 2016)

Jorge Bonilla: “Los Olvidados”. 2019. 
Dibujo pincel seco sobre tela. Foto cortesía del artista.

Esa idea de precariedad y desesperación, que abriga Jorge Bonilla y que transmite a sus retratos y personajes, en aquel muñeco a color ante la gran pantalla del claroscuro y del dramático blanco y negro, testimonia nuestra realidad ante los nuevos filibusteros que se ensañan con armas psicológicas para defender sus líneas de penetración: Hoy los nuevos campos de batalla no son fusiles ni las teas incendiarias, hoy son las tiendas, los malls, las cadenas alimenticias, y el arma apunta al estómago, o a la fantasía de la infancia, y en tanto los padres no poseen estrategias para educar, y la educación renquea y es símbolo de domesticación.


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