viernes, 25 de agosto de 2017

“Objetos Internos” de José Rosales

Cuando visité la muestra Objetos Internos de José Rosales en Galería Joven Creación de la Alianza Francesa en San José, expuesta del 17 de agosto al 9 de setiembre 2017, advertí de inmediato una seguidilla de estimulaciones perceptivas: el paladar me hacía la boca agua, las sinestesias excitaban colores que inyectaban las pupilas hasta lo profundo de la mácula y me hacían sentir no se si calor o frío.


“Objetos Internos” de José Rosales. Fotos cortesía de Emilia Villegas.

Sensorialidad
Apreciar estas esculturas de Rosales revivieron remembranzas de la infancia, en tanto que esos objetos escultóricos cremosos parecían helados de fresa, caramelo, menta, chocolate o arándanos; eran como esponjosos masmelos y –tanto que le comenté al joven escultor en un mensaje que nos cruzamos por messenger-, estimularon mi golosidad, creí quizás asistía a una muestra de “arte gastronómico”.

“Objetos Internos” de José Rosales. Fotos cortesía de Emilia Villegas.

Multiplicó la sensorialidad en el ámbito de la sala, como volver a evocar aromas y sonoridades ya borradas por el tiempo en mi memoria, pero se debelizan como nuevas percepciones, precisamente, las perseguidas por el artista. Él, José, contencioso, me explicó que no podía injerirlas pues eran jabón.


“Objetos Internos” de José Rosales. Fotos cortesía de Emilia Villegas.

Fenómeno emocional
Precisamente recordé al neuro-científico Daniel Goleman cuando hablando de Freud afirmaba que gran parte de nuestra vida emocional es inconsciente, los sentimientos que se agitan en nuestra interioridad, afirma, no siempre atraviesan el umbral de entrada a la conciencia. Entonces, en esta fase conductual de la creatividad, el artista se convierte de un provocador, con sus objetos modelados en jabón, así como otros configurados en blanca tela o gamuzas con abundantes pompas de algodón, para que al caminar en la sala tracemos una cartografía de nuestra propia psique, y salgamos de ahí dándole vuelta a lo observado pero sobre todo aprendidos de los procesos tan particulares de hacer arte en la actualidad, un arte que atañe a la experiencia emocional, al empoderamiento y a la vivencia que toca el corazón. O, como la escritora italiana Susanna Tamaro tituló una de sus célebres novelas: “Ve donde te lleve tu corazón”.

Volviendo a Goleman cuando dice que Quienes tienen una sintonía natural con el lenguaje de su corazón –el lenguaje de la emoción-, están seguros de ser más expertos en la articulación de sus mensajes. (Goleman. La Inteligencia Emocional. 2000. p.76)

“Objetos Internos” de José Rosales. Fotos cortesía de Emilia Villegas.

 La paradoja
Sin embargo, ahí se exhibe algo más que “cremosas figuritas” provocadoras de nuestra emocionalidad, entre aquellas esculturitas dispuestas sobre una alfombra de tierra –de la materia origen-, y las “zoomorphas” algodonosas que yacen en la tabla lisa y fría del piso de la galería, y aquel retrato colgante en la parte superior, se perciben las contingencias de la vida actual, territorialidad de tantas incertidumbres. No son solo memorias estéticas, esas piezas muestran gestos y emociones quizás de miedo, de ansiedad, presencian el pathos, tal vez acrecientan el recuerdo de una agresión, de un dolor sufrido durante la niñez en muchos estratos de una sociedad como la que vivenciamos entre tantas tensiones y tramas de desasosiego.



“Objetos Internos” de José Rosales. Fotos cortesía de Emilia Villegas.



Y eso provoca escozor, herida sin suturar, pues son también las vivencias de estos tiempos de crisis de valores, carencias de “humanidad”, de sentido de cercanía abolida por las poses y el mundillo de las apariencias. Esas esculturas de criaturas miran como estupefactas la realidad, o presencian el terror del vivir hoy, así que en tanto materiales para una “experiencia estética envolvente” –tal y como comenta el joven Rosales en el texto de la entrada a la exposición-, suscitan reflexión, punzan para que asumamos nuestro rol de espectadores (in)conscientes, quienes en esas tersas superficies de la rosa, no dejamos de ver y de sentir sus espinas.

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