La
segunda parte de la década de los años noventas del siglo anterior, fue un
punto alto para la fotografía en Costa Rica, culmina la notable actividad
iniciada a mediados de los ochentas. En aquel escenario que corría los telones en
el medio local para la fotografía, y sobre todo la del desnudo, fueron
develados en el “Proyecto efe”, 1990, de Giorgio Timms, en el Café del Teatro
Nacional, quien a su vez fue el ganador
de la Medalla de Oro del Salón Nacional de Fotografía 1986, convocado por el
Museo de Arte Costarricense, con la pieza “Alajuela” 1986. Precisamente el
mismo año en que se imprimió en Berlín, Alemania, “The Black Book” del
controvertido newyorkino Robert Mapplethorpe, agitando las aguas del arte por
su temática del desnudo masculino y en particular del negro.
Giorgio Timms Alajuela
1986, fotografía
digital impresión a b/n, 16,5 x
25 cm.
Fotografía
original analógica b/n solarizada, 1986. En colección del Museo de Arte
Costarricense (MAC). Primer Lugar Medalla de Oro Salón Nacional de Fotografía
organizado por el MAC, 1987
Algo más de aquel contexto
Se
recuerda con intensidad de miradas la “Mesótica II: Centroamérica/regeneración”
1996, curada por Virginia Pérez-Ratton y Rolando Castellón, cuando conocimos el
trabajo de fotógrafos centroamericanos como Luis González Palma e Irene
Torrebiarte de Guatemala, Luis Paredes de El Salvador, y la nacional Karla
Solano. Dos años después de aquella exposición que “cruzó el charco” (como
llaman los españoles al Atlántico), en 1998, fue tiempo para la fotografía
contemporánea latinoamericana: “El Cuerpo En/De la Fotografía”, curada por Dermis
Pérez, Rosina Cazali y LFQ para la gran sala del MADC, con artistas como
Adriana Calatayud de México, Alexander Apostol de Venezuela, Fernando Arias de
Colombia, René de Jesús Peña de Cuba, Daniel Hernández de Guatemala, Misael
Ruiz de España, Marie Angie Bordaz de Brasil, además de los nacionales Karla
Solano y Jaime David Tischler.
A principios
de la primera década de este siglo, otro importante proyecto expositivo volvió
a elevar nuestra sintonía con esta disciplina creativa: “La Mirada del Tiempo. Historia
de la Fotografía en Costa Rica” 1848-2003, curada por Ileana Alvarado y Sussy
Vargas, cuyo libro fue publicado en 2004 por Museos del Banco Central de Costa
Rica. Pero también en ese arco temporal teníamos noción del trabajo de la
foto-documentalista nicaragüense Claudia Gordillo; de las poéticas imágenes de
la cubana Marta María Pérez Bravo quien expuso en TEORéTica en la década de los
dos mil, y de otra grande del área, Sandra Eleta de Panamá. Fueron años cuando en
el país se dieron a conocer Adela Marín, con una potente visión del desnudo
masculino, además Cinthya Soto, Sussy Vargas, Roxana Nagygeller, el sensualismo
en el trabajo de Roberto Guerrero, y, José Alberto Hernández, con la
focalización de la violencia y el tema de la muerte que asoma entre esos
telones.
Este
territorio marcado por la fotografía por más de dos décadas, me es útil en
tanto marco referencial para comprender la temática del cuerpo, el cual adoptó
Giorgio Timms como lenguaje en su vida de fotógrafo, replanteado en “Mil y un
hombres. Tres Fotógrafos, Timms, Albán y Tischler”, Sala 2, 3 y 4 del MADC, del
18 de mayo al 29 de julio 2017, y visualizar en esa perspectiva el teatro de la
vida, en el cual, tal y como escribe la curadora Adriana Collado citando a
Connel 1997, “ensayamos cotidianamente roles sociales sobre un escenario donde
confluyen relaciones de poder, reproducción y deseo”.
Giorgio Timms, Cuál
cuerda tendida,
fotografía
analógica impresión digital en b/n sobre canvas, 2002
60 x
186 cm
Giorgio
Timms, Sin título. De la
serie “Prometeos”
fotografía
analógica en b/n, 1997, 35
x 24 cm.
Activador de la actual muestra en el MADC
Al
ingresar a las tres salas del museo, no logré dejar de evocar aquellos “desnudos”
de Timms que definieron su lenguaje con aquellos cuerpos que -como apreció
Klaus Steinmetz en la presentación del brochure del 90-, “reptaban entre las
aguas del río”. Para comprender la propuesta de estos tres fotógrafos, y si la relacionamos
a la de 1998 en la Sala 1 del MADC, la obra de Giorgio implica el “cuerpo en la
fotografía”, mientras que Tischler tanto como Albán elaboran el “cuerpo de la
fotografía”. Sin embargo, para este comentario y lo que en particular me
interesa comentar, porque todavía ando nadando a contracorriente en aquellas
aguas expuestas en el Café del Teatro a inicios de los noventas, y que me
catapultó a congraciarme en este nuevo recorrido de “Mil y un hombres”, precisamente donde abriga
el impulso erótico recreado en el imaginario de Timms y el cual me dispongo
observar y analizar su encuadre teórico y filosófico.
Giorgio Timms, Sin título. De la serie “Prometeos”
fotografía analógica en b/n, 1997, 35 x 24 cm.
Erotismo y actividad interior
Imposible
dejar de cavilar en los signos que impregna el artista a cada imagen en el
recorrido por los espacios expuestos. Cada uno posee un calado en la memoria
suya y de nosotros como sus espectadores. Ya lo comenté en el catálogo de la
muestra en Sala 1 del MADC del 98, cuando cité un texto de Gabriele Belli quien
se refería al teatro plástico de Gilver Clavel:
“se cruzan entre sí imprevistas conjunciones.
Lo lejano parecerá encontrar la cercanía, la unidad del igual en armonía con la
disonancia del contrario”. (Belli 1988)
No es
que él, Giorgio Tims, lo busque cada vez que cargue su cámara fotográfica, no
es que sea lo único que aprecie en el paisaje del cuerpo varonil, pero es lo
que descubre una y otra vez al observar sus capturas y revisar la incidencia de
su lenguaje; esa es su recurrencia estilística, la que aporta la intensidad de
su mirada al rastrear los poros de la piel humana y lo catapulta a una especie
de inteorización o “trance erótico”, como lo llamaba George Bataille:
“es también el más intenso (exceptuando, si
se quiere, la experiencia de los místicos). De modo que está situado en la cima
del espíritu humano” (Bataille 2005).
Giorgio Timms, Sin título. De la serie “Prometeos”
fotografía analógica en b/n, 1997, 35 x 24 cm.
¿Qué sería del fotógrafo o del
artista sin su lenguaje? Pues lo mismo que para nosotros es el lenguaje verbal
o el escrito. ¿Qué haríamos sin el habla y el don de la palabra? Cabe
preguntarse pero también cuestionarse una y otra vez lo que hagamos con dicho
talento de comunicar. El erotismo, en las fotografía de Timms, no está solo en
esos “Prometeos” o en aquella excelsa sensualidad del desnudo masculino o
femenino tratado por él y tantos otros célebres fotógrafos; ¡no, qué va!, está
en la “masculinidad”, en la construcción social sobre entendida, y sin querer
herir susceptibilidades. Por eso él la encuentra donde quiera, como “el catador
de belleza” que la descubre siempre y en cualquier lugar: está en la pareja de uniformados
que custodian el entramado urbano protegiéndolo de la violencia en el día a día,
o en el ritual de la procesión del “Santo
Entierro” o de la “Vía Crucis” de un Viernes Santo en la Catedral Capitalina, en
esta imagen el actor accede a la luz que baña el perfil de un rostro varonil, y
que Timms infundiendo fuerza nos lo devela en la pieza “Personaje”, San José 2016, De
la serie “Una semana al año”. ¿Existe erotismo en esos símbolos u objetos que pertenecen a la esfera
de lo sagrado? Para Bataille sí, pero es distinto al erotismo en la
“sexualidad” humana.
Es un aspecto “inmediato” de la experiencia interior:
“En un punto solemos engañarnos, porque
continuamente el hombre busca fuera un objeto del deseo”. (Bataille 2005,
Idem).
Giorgio Timms. El
elegido, San José 2016. De la
serie “Una semana al año”
fotografía
digital impresión a b/n, 2016. 57 x 38
cm.
Al
caminar por las salas del museo, Giorgio me comenta que por lo general él
encuentra después de haber disparado el obturador de la cámara, lo descubre en
la captura, y es cuando se percata del valor de aquella imagen, aunque piense
en el tiempo, en la iluminación, en lo atmosférico y muchas otras situaciones
que definen la calidad de la imagen. Por ejemplo en “El Elegido”, San José,
2016, captó a ese individuo con la indumentaria simbólica de los seguidores del
taumaturgo galileo, y tuvo consciencia del escenario que le ofrecía un mural
detrás del sujeto, pero hasta después se percató que unas aves alzaban vuelo
detrás, y que esa aves estaban pintadas en el mural. “Lo que conviene –me decía
un amigo pintor colega en la Escuela de Artes Plásticas de la UCR, donde
Giorgio estudió-, lo que conviene trae fuerza”. Los teóricos de la comunicación
humana y sensorial lo llaman el fenómeno como un estado de “INSIGHT”, donde aquello
que no es útil para formular el proyecto, el texto o la fotografía, las
palabras, las expresiones, el lenguaje a abordar no es dado como de una manera
casual, expontánea, pero es porque quien se sume concentrado en su quehacer
entra en un profundo estado de clarividencia.
Giorgio Timms. Golfito
1992. De la
serie “Mirando al Golfo”
fotografía
analógica infrarroja, 1992. 22,5 x
34,5 cm.
Razón
para que el artista fotógrafo ande siempre preparado con su equipo fotográfico,
o ahora fijo con el celular, pues la gracia como el amor, la violencia e
incluso hasta de la muerte, nunca se sabe, es la incertidumbre que preña el
signo del vivir actual.
Al respecto Bataille expresa:
“la violencia así como la muerte que la
significa, tiene un sentido doble: de un lado, un horror vinculado al apego que
nos inspira la vida, nos hace alejarnos; del otro, nos fascina un elemento
solemne y a la vez terrorífico, que introduce una desavenencia soberana”. (Bataille
2005, Idem)
En la
actividad sexual humana, en el coito, no deja de haber violencia, cuando lo
abriga el desamor o porque el inminente impulso erótico es reprimido, ese es el
lenguaje de lo humano, pero que no deja de infundir contenidos al arte y a las
construcciones sociales, sobre todo en esta época de tantos deslices e implicancias
existenciales.
Giorgio Timms. Super
héroes, Tibás 2013
fotografía
digital impresión a b/n, 2013. 57 x 38
cm.
¿Qué aprendí con la visita al museo?
Valorar
la visita a una muestra, se dice que que es buena, en tanto produce un cambio
en el espectador, lo nutre de nuevos contenidos en su acervo intelectual, e
incluso hasta es energizante al sumergirnos y nadar en las aguas del río del
arte. Eugenio Trías hablando de Platón expresa: “Es necesario contactar con la
belleza a través del impulso erótico lo cual implica enajenación, muerte”. Y,
en ese filo de la arista caminando al borde del gran barranco, recordamos a
Thomas Mann en “Muerte en Venecia”: “Quien contempla la belleza con los ojos se
ha conciliado con la muerte”. En la vida espiritual se nos repite que debemos siempre
morir al “hombre viejo”, al que no creía, al insensible e minusválido pues no
era capaz de comprender una metáfora y sorprenderse por la belleza impregnada a
una imagen como la fotográfica.
Volviendo Trías nos aclara:
“es preciso rebasar ese estadio, dejar morir
la misma muerte, enajenar la misma enajenación. Y ello en virtud de un resurgir
en el que el alma verdaderamente re-nace, siendo ese re-nacer un descenso del
estado contemplativo al proceso activo”. (Trías, 1997).
Ya para
terminar recapitulo recordando que se nos habla de vida y de muerte, de un hilo
tan sutil que existe entre lo excelso y la abrupta caída de la luz, como
contemplar aquel hermoso perfil del “Cristo yacente”, bañado por la luminosidad
ante la “instancia terrible”, como lo definiría el poeta Rainer María Rilke:
“ese grado de lo terrible que los humanos podemos soportar”.
Giorgio Timms. Homenaje
al Barroco III
fotografía
digital impresión a b/n, 2017. 57 x 38
cm
No hay comentarios:
Publicar un comentario