Diría que para conocer una cultura, país, región, la aproximación puede
ser a través de su gente, paisaje, productos, arte visual, arquitectura,
canciones, literatura, tradiciones, política, o sus modos de pertenencia o
interacción con el mundo. En mi caso personal aprecio todo eso más los árboles,
montañas, ríos, vibraciones luminosas, contrastes, cantidades y cualidades de
la sustancia o energías que en tanto texturas de identidad también poseen un
sesgo genuino, únicas de cada lugar aunque sean las mismas en todo el mundo:
pues son tierra, materia origen del lugar.
Huaca Tadeo Salado, Lima. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Huaca Tadeo Salado, Lima. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Huaca Tadeo Salado, Lima. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Como investigador en arte y diseño las
observo en todas esas fuerzas que están en la materia, las cotejo acercándolas
a las estructuras geométricas (mi propio método para comprender dicha materia sirviéndome
de la Geometría, madre de la comprobación científica, en tanto es exacta, y
también útil para conocer el mundo), u otros acercamientos tangibles e intangibles
que me permiten decir que conocí el lugar. Todo este protocolo de reconocimiento
me permitió acercarme a los Incas y otras culturas que también me interesaban como
la Ychsma y Mochicas, y lo hice visitando museos, sitios
arqueológicos, revisando libros, atendiendo explicaciones de los entendidos,
especulando con mi propia comprensión al retejer esos cabos sueltos que encuentro
y de los cuales me apropio en tanto me ponen delante de estas huellas.
Cordillera de los Andes vista desde Maras. Perú. Foto LFQ y R. Ávila.
Piedra,
luz y sombra
La piedra viva y natural, es el principal material constructivo para
los Incas: se aprecia en la enorme variedad de proporciones y configuraciones geométricas
que adoptan o con que fueron talladas, las superficies puras casi espejadas, las
aristas nítidas ángulo recto, cilíndricas o esféricas son un elogio a la
culminación de la naturaleza (Pachamama),
o a la sostenedora de la tierra precisamente en el borde donde Pisac marca el comienzo:
el Valle Sagrado.
Terrazas de Pisac. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Terrazas de Pisac. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Monumento arqueológico de Pisac. Foto LFQ y R. Avila 2018.
En ese punto en particular es imposible sumar ni quitar nada para no
desequilibrar el orden y el lenguaje del Cosmos. Y, no son tan solo las
propiedades físicas de esas entidades pétreas las útiles a esta cultura andina,
sino la simbólica e intangible, como las sombras que arrojan y calzan cada
determinado tiempo del calendario en hormas talladas en la piedra, en el altar ceremonial
erigido al Sol; o en la montaña “Pacaritambo”
o aposento del amanecer, ventana para vincular la luz del sol con lo de arriba
(Hanan Pacha) y el mundo interior (Ukhu Pacha), justamente es el espacio terrestre
donde arraiga el árbol del “Pacaritanpu”
que se vierte en esa zona del valle. Lo percibido señala un punto en el
itinerario hacia Machupicchu, y es
precisamente Ollantaytambo, conjunción
que afecta un determinado espacio, cuerpo u objeto el cual ilumina o ensombrece
el sol en los solsticios o equinoccios, pero que también las percibe -aunque
resulte casi incomprensible-, toda mirada sensible en algún instante del día. (Recuérdese
que a las mediciones cuantitativas de la Geometría también la puede afectar
las cualitativas de la percepción humana, tan estudiadas por la Gestaltheorie. Marcolli, A. Teoría del Campo.
1978).
Ollantaytambo. Montaña Sagrada. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Ollantaytambo. Altar del sol. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Ollantaytambo. Altar del sol. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Y, cómo no va a ser de esta manera si en el Valle Sagrado, donde se
dirija la mirada, se verán piedras labradas o no, únicas, que calzan a la
perfección conformando un verdadero elogio a la (in)materia, tanto como
aquellos riscos angulosos de los picos andinos los cuales son como poliedros de
espejos donde se mira la Vía Láctea, muy significativa también dentro de esa
cosmogonía y formas de vida y que encuentra su doble en el río que irriga el
valle. Apréciese en la fotografía los Andes cuyas pétreas elevaciones
alcanzan más de cinco mil metros de altura sobre el nivel del mar (vista de los
riscos andinos subiendo de Urubamba a
Chincheros). De ahí el significado que
para los pobladores andinos poseía el río sagrado (Wilcamayu), doble del
sistema planetario el cual corre irrigando ese valle, y el árbol que despliega
su copa, también es sombra protectora y portadora del espíritu regenerador de
esas fuerzas que infunden los hijos del sol en el ombligo del mundo. En esta cultura todo ente estelar
en tanto es gnomon arroja su sombra
o doble sobre la tierra, y si hay blanco también habrá negro, alto –
bajo, cercano – lejano o profundo-, todo en un constante juego de (des)equilibrio; pues equilibrio no es una noción rígida sino activa en constante búsqueda de unidad, no es una fuerza estática; lo que me recuerda los aprendizajes en el Santiniketan de Rabindranatn Tagore, aquella escuela o “morada de
paz” bajo la sombra de los árboles a orillas del río sagrado en la India.
Ollantaytambo. Altar del sol. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Ollantaytambo. Mesa de piedra. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Ollantaytambo. Foto LFQ y R. Avila 2018.
Ollantaytambo. Lápida de granito rosado, el cual posee las proporciones del rectángulo áureo tan natural en la naturaleza. Foto LFQ y R. Avila 2018.
(Otros parangones. La luz solar y sombras propias o arrojadas de los cuerpo sólidos esculpidos
en piedra guardaron y guardan interesantes significados para otras culturas del
mundo. En nuestra Costa Rica, el país de los conjuntos de esferas talladas en piedra,
valle o delta del Diquís, confluencia de los río Térraba y Diquís, ilumina a
otros hijos del sol y del maíz, y hacia el cual se desplazaron las migraciones
del siglo IX y X de esta era marcando la frontera Sur de Mesoamérica,
precisamente en mi país. En similar situación tenemos la cuenca del río grande o Reventazón, en cuyos márgenes se hayan miles de rocas con petroglifos que, la
arqueóloga Ana Cecilia Arias Quirós junto a las artistas Grace Herrera
Amighetti y Floria Castrillo, publicaran con el nombre de “Petrograbados de Guayabo. Una Historia escrita en piedra”, 2014,
precisamente donde se localiza el Monumento
Arqueológico de Guayabo, antigua ciudad prehispánica en el Valle de Aquiares y Turrialba, al pié del volcan del mismo nombre).
Una de las características de la técnica constructiva Inca, es el perfecto encastre de las piedras, las cuales son únicas. Foto LFQ. y R. Ávila. b2018.
El valor
de la sombra
Para no alejarnos del Valle Sagrado de los Incas, agrego que en Ollantaytambo, zona central del sector
denominado Inticcahumarina, existe
una prueba de el grado de precisión en que la sombra acopla ese
significado. En el libro Cusco y el Valle Sagrado de los Incas, se deduce: “Este observatorio está labrado en una sólida
mesa pétrea, en la cual se encuentran esculpidas en alto relieve cinco ménsulas
que proyectan una serie de sombras, las mismas que van cambiando de posición a
medida que el sol varía su curso a lo largo del día y del año, situándose por
lo general al mediodía, en la base de este conjunto; lugar en el cual existen
modulaciones a manera de gradas, y junto a ella, una serie de muescas
trabajadas en roca viva con el objeto de delimitar espacios de posicionamientos
de las sombras, las mismas que permitieron fijar las diversas fechas
astronómicas de su calendario”. (Elorrieta, F. y Elorrieta, E. 2005. P
115).
Huaca Ychsma. El valor de la luz y la sombra. Foto de Google Images.
Dicho valor de lo proyectado por los cuerpos y superficies, o las
moles de piedra e incluso de una especie de argamasa como se aprecia en la
huaca Tadeo Salado en la zona central de la ciudad de Lima, excavación de un
conjunto edil del año mil cien dC, anterior a la civilización Inca, cultura Ychsma, posee una vibración luminosa sin igual, al apreciar los juegos de
claroscuro entre los planos, volúmenes y superficies de esas pirámides que la
componen, no puede pasar desapercibida al circular por esas vías que
distribuyen a las distintas zonas de la capital peruana.
El valor de la sombra y constante tensión con la luz que la
produce o arroja, no es único para los habitantes del antiguo Perú. Para la
cultura japonesa, ésta también era fundamental, en tanto crea atmósferas significativas
en una habitación, donde los objetos iluminados, regeneran la amplitud de su
esencia. Para el ensayista Junishiro Tanizaki, en su libro El Elogio de las
Sombras: “Lo bello
no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la
yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de
las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la
oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera
expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los
efectos de la sombra”. (Tanizaki, 1933)
Terrazas y tecnología agrícola Inca
La diseñadora peruana Marita Quiróz, compartió en estos días en su página de FB la fotografía de unos envases similares a esas en polietileno que tanto ensucian el ambiente, pero la gran diferencia es que éstas fueron fabricadas con una material orgánico hecho a partir del maíz, el trigo y la caña de azúcar, a lo cual comenté, que no era de extrañar dada la impresionante tecnología agrícola Inca apreciada en Pisac y Moray y proyectada entre otros a esos altiplanos de Maras y Chincheros.
En las fotografía correspondientes a Pisac, y, en particular, en la primera se aprecia el efecto de la sombra que enciende las terrazas, mientras que en el primer plano y fondo, donde se ubica el monte Talayo, también se encuentra en claroscuro. Ese juego formula o suma el significado del viento y el abismo, que como la luz y la sombra complementan el contraste activo, vínculo, punto o línea proyectada desde la montaña hacia sí misma (acción intrínseca), o hacia afuera (acción extrínseca que marca el tiempo o espacio, amplitud-longitud, peralte y extensión de la huella).
Maray una muestra de la técnica y tecnología dedicada a la agricultura. Foto LFQ y R. Ávila. 2018.
Maray una muestra de la técnica y tecnología dedicada a la agricultura. Foto LFQ y R. Ávila. 2018.
Templo del Sol en Cusco. Convento de Santo Domingo. Foto LFQ. y R. Ávila.
Templo del Sol en Cusco. Convento de Santo Domingo. Foto LFQ. y R. Ávila. 2018.
Templo del Sol, Cusco. Convento de Santo Domingo. detalle cornicería. Foto LFQ. y R. Ávila. 2018.
Convento de Santo Domingo. detalle cornicería. Foto LFQ. y R. Ávila. 2018.
Cusco Piedra
Angular
En el Templo del Sol, sobre el cual otrora construyeron los frailes el
convento de Santo Domingo, es otro ejemplo de la buena factura de la piedra,
los muros de hileras son de un tratamiento nítido, perfecto, culminado en los
boquetes de puertas y ventanas incrementando el interés, o la gracia en la
cualidad del tallado de lo que podrían ser dinteles y cornicería, de inigualable
rigor. Armonía del espacio sagrado para adorar a Wiracocha, la más excelsa entidad Inca inspirador de la historia y
pertinencia, en quien se significa la metáfora de las energías materializadas
como piedra, como luz y como sombra.
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