El principal estímulo de atravesar el vestíbulo del Museo
del Jade, es que uno como visitante no termina de sentir empoderamiento al
valorar tan preciados tesoros del arte de los pueblos originarios exhibidos por
este museo. Al subir al cuarto nivel, se aprecia un conjunto instrumentos
musicales compuesto de ocarinas, flautas, vibráfonos, sonajeros y tambores
hechos en arcilla, jade, madera, u otros materiales elaborados por aquellas
culturas antiguas de la región. Se dice que estas culturas utilizaron con mayor
frecuencia los instrumentos de percusión como tambores, placas de jade,
caparazones de tortugas, conchas marinas y cascabeles, pero también
instrumentos de viento tales como ocarinas, flautas, silbatos y caracoles.
Instrumento musical. Foto cortesía del Museo de Jade.
Factor formal y material
Las representaciones obedecen al uso de los materiales,
factor importante en tanto dicho material aporta a la emisión del sonido de
cada instrumento, utilizaron la madera, el jícaro, pero además usaron el hueso,
la concha, la cerámica, el jade. El registro sonoro se debe a la forma y tamaño
de cada objeto, emitiendo modulaciones graves o agudas.
En el aspecto formal destaca el carácter simbólico, ya sea
humano o animal, pero también existen piezas donde se funde el ícono del animal
con el humano. Las más comunes son las máscaras de chamanes, bailarines,
músicos; o de animales como lagartos, caimanes, ranas, tortugas, monos,
serpientes, aves, felinos.
Instrumento musical. Foto cortesía del Museo de Jade.
Significación y simbolismos
Tal vez la parte más sensible e importante de la visita al
Museo de Jade es la lectura de los simbolismos de los instrumentos musicales,
en tanto estos no hablan por sí solos de las vivencias de aquel pasado, lo
acrecientan en sus cajas de resonancia, los materiales con que fueron hechos, o
en sus formas expresan ese pasado que reverbera con tan singular sonoridad. Hoy
los apreciamos celosamente custodiados en vitrinas, pero gracias al arte y al
talento de la imaginación, escuchamos con los oídos del alma aquella
musicalidad que un día interpretó el soplo de un semejante para atraer el bien
o rechazar el mal al iniciar un cultivo, en una plegaria o ceremonia funeraria
para ayudar a un individuo a cruzar los umbrales de la muerte hacia otra vida,
o al reunirse la comunidad en pleno para expresar sus tradiciones, sociedad y
cultura.
Pienso que detrás de su creación, en la adopción de un
material acorde con la forma o configuración apropiada para constituirse en
instrumento musical, existe un hecho destacable, un talento mayor para
interpretar en aquellos remotos tiempos el arte musical, no fue la simple
manifestación de un cazador o un agricultor, en tanto ellos debieron tener sus
formas de notación, desconocidas para nosotros, pero las tuvieron. Las culturas
originarias conocieron estas expresiones, las sintieron, las manifestaron en el
manejo de los ritmos que son una habilidad intrínseca a todo ser humano, tanto
como lo que llamamos oído musical, a lo cual sumaron voces y sonidos del
entorno, como los vientos, las aguas, el trueno, el tremor de los sismos. Se
trata de un entorno remoto e inexplorado, no documentado, de quienes poblaron
la montaña y la selvas tropicales en aquellos liminares de nuestra historia.
Instrumento musical. Foto cortesía del Museo de Jade.
Indígenas actuales
En el país existe una importante presencia de los pueblos originarios
actuales, que resisten a la contemporaneidad, como lo hicieron sus antepasados
al enfrentar los procesos de la colonización la cual fragmentó esta cultura:
los cabécares, bribris, borucas, térrabas, malekus, huetares y guaymíes.
Mantienen la tradición de sacar el fruto de la tierra y el talento de elaborar
materias primas vernáculas para la producción artesanal: además de otros
instrumentos musicales con los cuales celebran sus costumbres ancestrales dando
un nuevo significado a las vivencias presentes.
Instrumento musical. Foto cortesía del Museo de Jade.
¿Qué me queda de la visita al museo?
Visitar la muestra e ir apreciando cada uno de estos a veces
minúsculos instrumentos, punza el aguijón de la duda y catapulta de inmediato
la reflexión: Si ellos fueron capaces de elaborar con las materias disponibles
esos instrumentos, también manejaron a su manera un pensamiento o teoría acerca
de las manifestaciones de su arte y significados ante el ritual, como también
de lo utilitario que fabricaron en diversos materiales. ¿A quién o a qué iría
dirigido el sentido del rito? ¿Cuál sería el impacto de esa experiencia al
expresarlo? ¿Cuál era la verdadera noción de su forma de cosmogonía delante de
la práctica cotidiana, creencias y rituales propiciatorios? ¿Por qué la ciencia
no intenta ir más allá de los bordes del paradigma para razonar desde otro
significado quizás de mayor tolerancia con la historia y la realidad de
aquellas culturas? Al ser su forma de pensamiento más cercana a lo orgánico del
entorno y al razonamiento no lineal, ¿por qué nos ensañamos hoy en leer sus
legados desde la linealidad del intelecto actual? Estas y otras interrogantes
surcaron el inquieto océano de la memoria ante la percepción del gran legado
por el cual me detuve en cada pieza expuesta en esta tercera estación del
“Paseo de los Museos”.
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