martes, 27 de agosto de 2019

“La fractura en la espina de la bestia” Sofía Villena en El Tanque: Laboratorio de ideas

La artista Sofía Villena, expuso -junio a agosto 2019-, en el espacio “El Tanque” del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), curado por Marga Sequeira, un proyecto artístico y curatorial titulado “La fractura en la espina de la bestia”, investigación histórica, teórica y geopolítica que implicó el reconocimiento del “Tapón del Darién” limítrofe entre Panamá y Colombia. 

Importa afirmar que el arte contemporáneo, entre segmentos poblacionales mayormente jóvenes, seduce este carácter de abordaje, donde el fruto de la investigación es un proceso conceptual o modelo para explicar el pasado, que parte desde el descubrimiento y conquista, y, en particular, la región centroamericana y caribeña, hasta el presente.

Sofía Villena. “La fractura en la espina de la bestia”, 2019. 
Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

El Tapón del Darién
Declarado por UNESCO, 1981, Patrimonio Ambiental de la Humanidad, es una zona de 575 mil hectáreas selváticas, pantanosas, asfixiantes por la humedad y temperaturas -quizás en eso se parece al espacio del tanque donde cuajó la experiencia de Sofía Villena-, la región del Darién es blanco fácil de animales depredadores, serpientes, moscas, zancudos. Además, operación de un cartel de tráfico humano. Frustra el sueño panamericano de tener una carretera vertical Norte/Sur, sin interrupción. Para decirlo en la jerga popular panameña, es donde “la cosa se pone más dura que nunca”, refiriéndose a las contingencias, angustias o suspensos sufridos al atravesarlo, pues nadie imagina qué se va a encontrar.

Sofía Villena. “La fractura en la espina de la bestia”, 2019. 
Se aprecia en el dibujo el lenguaje de las molas, de los indígenas Cuna.
Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

Trama actual y contexto
Se trata de un bloqueo natural y cultural histórico y tramposo, difícil de estudiar por la existencia de la profunda y densa diversidad ecológica que lo puebla. A pesar de todo y condicionantes, lo atraviesan oleadas migrantes originarios de Cuba, Haití, Bangladesh, Somalia, Yemen, entre otras nacionalidades. En 2016, debido a las ventajas de la política de “Pies secos, pies mojados”, que brindó residencia legal a cubanos que intentaran tocar territorio estadounidense, la cifra alcanzó a 27 mil migrantes entre mujeres, niños, ancianos y hombres en edad laboral; ocasionando caos migratorios a naciones como Panamá, Costa Rica, y el resto del istmo.

Sofía Villena. “La fractura en la espina de la bestia”, 2019. 
Se aprecia en esta tapa de cofre, el lenguaje gráfico de las molas, 
de los indígenas Cuna. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

Un amplio reportaje de la BBC, 2016, define a esta espina continental como un campo de batalla, con masacres y secuestros de civiles por parte de los frentes guerrilleros y comandos paramilitares colombianos. El programa cita las palabras del expresidente de su vecina nación Álvaro Uribe Vélez: 
Comprendo que es un tema muy delicado, pero creo que hay conectar a Colombia y a Panamá. A los bandidos les conviene que esa ruta no se haga, porque a ellos les gustan los caminos traviesos”. (Citado por BBC, 2016) (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-41405970)

Por su parte el gobierno panameño refutó la postura de Uribe, encontrando argumentos para postergar la construcción de esa carretera, pretexto del recrudecimiento de las tensiones guerrilleras, paramilitares y ejército colombiano. La crudeza del territorio del Darién, es apreciado como aduana no oficial, para evitar que el conflicto colombiano invada a la república panameña, sumando, si fuera el caso, de tener que dar, forzosamente, la batalla ante esa naturaleza tan severa y desesperante. Este enfrentamiento comprueba que no solo Costa Rica tiene desencuentros con el gobierno de su vecina del Norte, y que empañan las relaciones fronterizas.

Sofía Villena. “La fractura en la espina de la bestia”, 2019. 
Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

Reservorio para las aguas de la historia
Ocurre que, desde el descubrimiento, choque de culturas o pugnas hegemónicas, los expedicionarios europeos recorrían en navíos y pequeñas embarcaciones ríos y mares, o pasos terrestres en la zona más angosta o transversal del istmo, en tanto el Darién anteponía la mampara de vicisitudes, y escenario para la bestia. Por cierto, importa agregar que los habitantes originarios de estos territorios son los Cuna, o Guna, pueblo con rasgos de identidad muy fuertes, nada acomodadizos a la intromisión colonial, manteniendo caracteres muy singulares debidos al aislamiento territorial de su hábitat conocido como archipiélago de San Blas de los indígenas Kuna Yala.

La ciudad fundada por Pedrarias Dávila en el mar del Sur, el 15 de agosto de 1519, fue “Panamá La Vieja” (según documenta la enciclopedia libre Wikipedia). De ahí partieron expediciones, en 1532, a conquistar el imperio Inca de Perú. La ciudad recién instituida recibía las rutas comerciales del continente, que luego conducían por tierra o ríos a Portobelo. Era un tráfico por el cual pasaba la mayor parte del oro y plata extraídas del continente. Panamá Viejo fue trasladada a comienzos de la década de 1670, al suroeste del antiguo entramado, tras al ataque de piratas ingleses, entre ellos se señala a Henry Morgan.

Sofía Villena. “La fractura en la espina de la bestia”, 2019. 
Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

Aquellos tesoros eran trasportados -según aporta la enciclopedia en Internet-, en mulas, a través del “Camino de Cruces”, continuando por el río Chagres, utilizando pequeñas embarcaciones, hasta llegar a la fortaleza portobeleña, donde eran embarcados hacia España. Trasciende que la bahía era estratégica, construida a semejanza de otras en el Caribe, como la de La Habana, con murallas y cañones en la boca que detenían cualquier intento pirata.
El 20 de marzo de 1597, había sido fundado San Felipe de Portobelo, puerto natural, una de las poblaciones más importantes del continente durante la época colonial. Está localizado a unos 50 km al noreste de la actual ciudad de Colón, y se puede llegar por vía marítima o terrestre, siguiendo la trans-ístmica, a 105 km desde la capital panameña. En la actualidad la población se caracteriza por dedicarse al arte y confección de artesanías, y ahí estableció su escuela la importante artista-fotógrafa panameña, Sandra Eleta.
(https://antonioheras.com/patrimonio_humanidad/america/index5041.htm)

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC..

Acercamiento al pensamiento de Sofía Villena
Arribados a este punto de la encrucijada y contexto en que la artista sustenta su proyecto expositivo-curatorial en el MADC, quisiera plantearle algunas interrogantes que nos aporten mayores focalizaciones, ayudando a comprender mejor su propuesta: Sofía, entiendo que quieres investigar relaciones entre nociones geográficas e históricas, ¿por qué el Darién? 

“Cuando comencé esta investigación, responde Sofía-, estaba finalizando una maestría en teoría. Pienso que una relación con la teoría desde América Latina, puede ser compleja en términos de las dinámicas de poder dentro de una producción intelectual; la teoría como algo que puede remitir a un falso universalismo. Yo me hacía la pregunta sobre cómo hacer teoría “situada” o si se quiere, teoría desde un lugar específico. Creo que la construcción de Centroamérica desde el arte contemporáneo es un ejemplo interesante de este ejercicio, cómo Virginia Pérez-Ratton le dio una nueva vida a la experiencia del “estrecho dudoso”, insertando a una serie de artistas dentro del escenario global artístico”. 

¿Qué detectaste al focalizar hacia esos abordajes teóricos?
“Yo quería retomar esta forma de hacer teoría y un poco preguntarme, por un lado, por alguno de sus vacíos, y por el otro, si hay algo en estos ejercicios que todavía puede repercutir en un presente, o cómo se vuelven relevantes hoy”. 

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC..

Repito, ¿y, por qué el Darién, y no otro enclave histórico y cultural centroamericano?
“Ahora, responde la artista, el Darién pues en realidad yo nunca había escuchado de este hasta hace no mucho. Sin embargo, cuando lo escuché, comencé a buscar alguna información, sorprendiéndome de que ni yo ni mucha gente a mi alrededor, habíamos escuchado de este espacio tan crítico, desde el “descubrimiento” hasta hoy. Me interesó entonces retomar muchas de las reflexiones que se han dado desde Centroamérica / América Central, sobre la relación entre historia y geografía. Esto como un intento por acercarme y dar una lectura teórica sobre la historia de ese paso, un lugar que, por un lado, parece que ha estado al centro de una historia regional, continental y global y, por lo tanto, en el corazón de esas reflexiones sobre historia y geografía, por el otro, siempre silenciada o dejada a un lado”.   

¿Qué te estimula a construir este escenario? A esto, responde: “Claro, es muy importante para mi decir que yo construyo también una ficción sobre el Darién, mi propósito no es ni mi capacidad es representarlo; el Darién aquí lo pensé casi como una figura para ficcionar, y replantearme ciertas teorías que han sido importantes para pensar la región y otras, para pensar el arte contemporáneo a una escala regional y global. 

¿A qué se debe “La fractura en la espina de la bestia”? 
“La frase, “la fractura en la espina de la bestia”, viene de un poema de Osip Mandelstam de 1923, tomado por Giorgio Agamben para escribir su famoso texto, “¿Qué es lo contemporáneo?”
Como te contaba un poco, mi intención era tratar de repensar todas estas teorías canónicas de las que yo he tenido que leer, pero desde un lugar/perspectiva/experiencias que muy comúnmente no son tomadas en cuenta cuando estas se formulan. Retomando a Agamben, por lo menos en un principio del arte contemporáneo, este fue uno de los textos mandatorios que me ponían a leer mis profesores para entender qué era arte contemporáneo”. 

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

¿En qué o cómo encontrabas motivación para actuar, para empoderarte y trazar tus conclusiones?
“A mi me interesaba generar un diálogo, responde Villena, un tanto irónico, entre esta teoría con una historia y un lugar que muchas veces es considerado contrario a una modernidad y a algo contemporáneo, y más bien es imaginado como remoto, o periférico, inclusive, dentro de América Central, que ya solo esta escala, muchas veces, se marginaliza”. 

Y, ¿qué encontrabas en esas prácticas de investigación y formulación de teorías del arte de hoy?
Responde Sofía: “Así mismo, me interesaba que, pese a que la panamericana es un sistema de carreteras, su imagen insiste en una línea que atraviesa el continente verticalmente y con su quiebre, el Tapón del Darién, en el medio. Me preguntaba entonces cómo por medio de una imagen teórica se podía revertir esta imagen negativa, cómo el quiebre se puede ficcionar como un espacio imaginativo teórico, desde donde reflexionar sobre distintas relaciones de poder, a la vez que proponer una serie de cartografías conceptuales. 

Estas nociones cartográficas eran importantes para mi también por un proceso de cuestionamiento sobre lo que, por lo menos dentro de la academia, se considera necesario para hacer tangible ciertas historias/experiencias. Más que trabajar con estas genealogías convencionales, yo tomé esto como un experimento, pensar qué tipo de material, por más que se pueda sentir incompatible o dispar en un principio, puede en realidad, en su conjunto, provocar ciertas reflexiones que probablemente no se podrían dar de otro modo”. 

¿Tienen que ver con la incertidumbre, que opaca o aclara las situaciones de dominación o poder hegemónico? ¿Será la bestia el mercado globalizado, el nuevo filibustero con otras tácticas de marketing?
“El quiebre, aclara Sofía, claro que tiene que ver con la incertidumbre, o retomando el “estrecho dudoso”, este quiebre como un ejercicio de movernos y ser movidos por la duda, algo que contrasta lo afirmativo y lineal de la espina dorsal, el esqueleto, la estructura de la bestia. 

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

¿Y, la artista, tu, reinventándote a partir de estas percepciones conclusivas?
“Para mi era muy importante que además este ejercicio conceptual/teórico pudiera motivar pensamiento colectivo por esto armé una serie de eventos como forma de extender una plataforma, dirigida a personas que han sido parte de mi proceso a la vez que extender esa comunidad. Por ejemplo, con Sofía Vindas, Stephanie Williams y Emanuel Rodríguez, me parecía interesante que compartíamos muchas preguntas pero que habíamos llegado a esas, por caminos distintos. Así, me interesaba esta ficción del Darién como un nodo, detonante y puente que nos permitiera articular relaciones entre agentes y lugares que pueden considerarse distantes o ajenos, pero que este método pudiera resaltar la posibilidad de relacionarnos. 
Al igual, con “lxs chicxs”: de sonido y visuales, (David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, Jessica Gamboa), el espacio era un compartir de saberes, algo experimental para relacionarnos con distintos conocimientos, y cómo por medios de esas relaciones, se podía reanimar el archivo que yo inicialmente formé para el proyecto. 
Esto ha sido un proceso desde el arte, intersecta teoría (como el dudar de, distinto a afirmar, diversos modos de interpretación establecidos) y curaduría (y la curaduría aquí pensando en su dimensión hospitalaria, de cuidado de relaciones y la experimentación con espacios de socialización)”. 

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC.

Para concluir el análisis 
Cuestionar las nociones limítrofes, comenta la curadora Sequeira: “Será visto no desde el punto de vista de los conquistadores, sino como viajeros atentos a las historias y culturas locales que son eclipsadas por narrativas de expansión y de progreso”.

La curadora expresa su disenso a aquellas situaciones de dominio hegemónico: “La acción del descubrimiento, parece estar ligada a los grandes relatos geopolíticos; preguntándose: ¿De qué manera podemos apropiarnos de estos conceptos sin apropiarnos de esa forma jerárquica y violenta de entender el mundo? ¿Se pueden reterritorizar las herramientas de la conquista para generar nuestro propio proceso de conocimiento?”.

El evento conclusivo realizado el jueves 29 de agosto en el MADC, se titula “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. Todas las fotografías de las proyecciones son parte de uno de los aspectos colectivos, con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, Jessica Gamboa.

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC..

Puente entre pasado y presente
Me parece interesante trazarlo, para dar luz al lector e lustrar cómo ese carácter áspero, duro, palpado en la historia pretérita y acontecer actual del arte panameño contemporáneo, y por qué no considerar, también al centroamericano, trayendo al tapete una propuesta en “CiudadMÚLTIPLECity”, 2003, curada por Gerardo Mosquera y Adrienne Samos, incluido en el libro publicado por TEORéTica: “Divorcio a la panameña. Saltos y rupturas en el arte de Panamá: 1990/2015”, precisamente en el ensayo: “La Ciudad de Panamá: Una caja de pandora para el arte contemporáneo”, cuando se refiere al proyecto de Gustavo Araujo (1965-2008), el cual subvirtió la visual urbana con la frase “La cosa esta dura”, refiriéndose a la coyuntural crisis que viene afectando la sociedad a inicios del siglo XXI y tercer milenio. 

Sofía Villena. “Archivos del Darién: Experimentaciones colectivas”. 
Con David Mora Robles, Daniel Cabezas, Josué Miranda, Jorge Salazar-Arroyo, 
Jessica Gamboa. Fotografía de A. Artavia, cortesía del MADC..

Samos razona: 
La cosa está dura” es un modismo local. Un cliché que decimos todo el tiempo casi sin pensarlo, y que algunos atribuyen al supuesto pesimismo que caracteriza al panameño. La frase simple y escueta, aparece en grandes vallas de la ciudad y en espacios comprados en varios periódicos, impresos en una letra neutral sobre fondo blanco. Sin logotipo, ni firma ni imagen alguna”. (Samos, A. 2016. P.82)

La frase utilizada por Araujo, aparece y desaparece como un fantasma, traslada aquel suspenso e incertidumbre advertida en el paso del Darién, que detona en la cultura popular y la eleva a la esfera del arte conceptual contemporáneo, para gestar la tensión que revitalice nuestra memoria a veces tan huidiza.








lunes, 26 de agosto de 2019

“No hay más que un nombre” Pliegues (in)ciertos en el acontecer del istmo

Los artistas Gala Berger y Marton Robinson, con “No hay más que un nombre”, 2019, Centro Cultural de España, ponen en foco estamentos de identidad, acontecer histórico y gráficas que visualizan la “República Federal de Centro América” de la primera mitad de siglo XIX, analizado sus formas culturales, sociedad y política. El arte contemporáneo observa el lenguaje para comprender otros modelos de reconocimiento, e indagar en la memoria qué sabemos de sus antagonismos y potencialidades, que también forjaron a nuestras maneras de actuación como centroamericanos.

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.
Ver al pasado / catapultar al presente
Centro América, una faja entre dos mares que reúnen amplias masas continentales, establecimiento y origen de culturas como la Mexica y Maya, al norte, e Inca, al Sur, entre otras subregiones étnicas y culturales que sostienen la idea de un gran territorio, son blanco de estudio y mirilla para analizare las contingencias de su desarrollo. Sin embargo, también fluyen altas dosis de sombras o nublados de desconocimiento, subvirtiendo lo que sabemos o no de su conocimiento territorial.

Ha sido referida como “estrecho dudoso”, título del trascendental proyecto expositivo de Virgnia Pérez-Ratton y Tamara Díaz, 2006, expuesto en varios espacios estatales o privados de San José, capital costarricense. Pero también, encontramos anotaciones en sus registros que hablan de “nublados del día”, engendro de contradicciones que oscurecen no solo el acontecer, sino su actual percepción, casi finalizada la segunda década del siglo XXI y tercer milenio, y a doscientos años de independencia.

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.

Develación histórica
Los artistas Gala y Marthon corren la cortina para adentrar en su historia: En el siglo IX y X de esta era, mientras Europa alzaba las catedrales góticas, edificaciones civiles y militares encaminándose hacia el Renacimiento, en nuestro continente se habían edificado pirámides y constructos urbanos, como las aztecas y mayas de singularidad arquitectónica. Sin embargo, el germen de la paradoja hacía mella en su civilización: De la región central y sur mexicana, bajaban migraciones por el litoral del Pacífico centroamericano, llegando al norte de Costa Rica. Hablamos de la gran Mesoamérica. 

Aquellas sociedades experimentaron pugnas y remezones, achacadas a calamidades naturales; pero no deja de asomar el suspenso, telón de fondo a una situación aún no explicada por la ciencia, que ocurrió en el vientre de estas culturas, obligando a abandonar las antiguas ciudades y tesoros artísticos.

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Maron Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.

El historiador Luis Ferrero Acosta, en Costa Rica Precolombina, Editorial Costa Rica, 2000 (sexta reimpresión), refiere a las riquezas ecológicas encontradas por las hordas migratorias:
“Estas se efectuaron por el corredor transitable que era la costa del Pacífico de América Central, donde se encontraron condiciones ecológicas más favorables que las de la costa Atlántica. Aquella tiene fértiles llanuras aluvionales cruzadas por numerosos arroyos que descienden de las montañas. Entradas, lagunas, manglares y bosquecillos puntean la costa. Aguaceros leves, clima cálido, con gran potencial agrícola, y riqueza mineral caracterizan esta zona”.(Ferrero, L, 2000. P 98).

Territorios del no saber
Considerar estos argumentos históricos, permite esculcar el engendro de lo incierto: Dudas, desplazamientos, angustias, componentes activas de la vida en esos rumbos inmemoriales; que fueron persistentes, incluso, durante los procesos de colonización. Trasciende que aquella faja, explorada por los europeos en el siglo XVI, buscando paso hacia India, al revés de como lo hicieron, entre otros el explorador Marco Polo, quien, en 1272, al regresar a Venecia procedente de Oriente, narró la existencia de tesoros inconmensurables. Eso abrió el capítulo de buscar otros pasos por el Atlántico hacia las “indias”; de ahí que al ancestro originario sea nombrado “índio”, o “indígena”, sin que sospechara siquiera el por qué del mote y perplejidad por la imposición colonial.

La mencionada curadora Pérez-Ratton, en “Travesía por un Estrecho Dudoso”, 2012, introdujo estas territorialidades, recordando a Carlos V, rey de España, quien ordenó explorar las costas caribeñas del istmo, buscando paso hacia Oriente, y en tanto que históricamente, estas tierras han sido “objeto del deseo”, título de la reciente muestra-homenaje: “Centroamérica: Deseo de Lugar”, Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), México, curada por Miguel Ángel López.

En un epígrafe inicial al texto curatorial, Virginia, en el catálogo de Estrecho Dudoso, publica un pensamiento esclarecedor de este contexto que buscamos dilucidar para comprender la propuesta de ambos artistas contemporáneos, quienes exponen tan singular abordaje en 2019. La curadora acotó:
“… algo que sucede en un tiempo y en un espacio particular, que navega entre límites, barreras e intersticios, inmerso en una época de profunda duda e incertidumbre, pero que mira y reflexiona hacia la esperanza y la lucha positiva por la posibilidad de un mundo mejor y contra el espíritu de rendición”.(Pérez-Ratton, 2006. P.12)

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.
Matices y aconteceres 
La América Central y en particular Costa Rica, advirtió estas matrices inciertas, desde el establecimiento de sus primeras ciudades. Cuando el colonizador Juan Vázquez de Coronado, fundó en 1563 la ciudad de Cartago, su primer emplazamiento lo ubicó en la confluencia de los ríos Purires y Coris, actual población de El Tejar del Guarco, en memoria del cacique de esos territorios al pie del volcán Irazú. Ese trazado sufrió el embate de las contingencias, frecuentes inundaciones, motivando a llamarla “ciudad del lodo”. Fue trasladada años después a áreas más elevadas donde demarcó el entramado definitivo, aunque aún, en los inviernos, suele inundarse provocando caos, desvelos y sinsabores.

Arribados al período de independencia centroamericana, 1821, cuando finalmente el acta de independencia llegó a aquella vieja metrópoli cartaginesa, sus ciudadanos no sabían cómo proceder, y establecieron una noción provisional, hasta que se despejaran “los nublados del día”. Ese carácter de lo provisional, influenció su devenir: Lo establecido “mientras tanto”, es un signo disfuncional de mediocridad, entreteje conductas dependientes del poder cambiante, transitorio, de doble cara pero nunca firme.

De 1821 a 1856, el país fue afectado por lo que no se sabe ni se tiene sospecha, elevando una ansiedad centroamericanista, con el establecimiento de la República Federal de Centroamérica, central a esta exposición de Berger y Robinson, quienes analizan esos transitorios de la historia local, idiosincrasia y matices culturales acrecentados durante su corta existencia.

Instaurada la Asamblea Constituyente de las Provincias, el 22 de noviembre de 1824, enmendó cinco estados capitaneados por Guatemala, e integrados por El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Impele a Francisco Morazán, a posicionarse en ese intervalo temporal que dista entre la independencia de las patrias centroamericanas, y las gestas de defensa de su soberanía, ante las tácticas de los invasores filibusteros que anteponían una cortina de humo en sus pretensiones esclavistas.

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.

La historia aprecia que el istmo fue asediado por las intensiones del “Destino Manifiesto”, con William Walker en el escenario, quien consideró a los habitantes de esta faja terrestre incapaces de auto gobernarse. Fue repelido con “La Campaña Nacional de 1856”, una de las gestas de mayor aplomo en el país. El general surista fue fusilado al atravesar la frontera hondureña, tras ser vencido en Rivas por las tropas nacionales, primero en la hacienda Santa Rosa Guanacaste, y luego en Rivas Nicaragua, consumado en la batalla de San Jacinto, un 14 de setiembre de 1856, a 46 kilómetros al noreste de Managua, capital nicaragüense.

El historiador Víctor Hugo Acuña, en el texto “Noticias del Filibustero” del libro Estrecho Dudoso, 2006, refiere:
“No es contradictorio recordar esta guerra como momento clave de la formación de la nación costarricense, sin olvidar su dimensión centroamericana ya que desde julio de 1856 y hasta el final de la guerra en Nicaragua pelearon ejércitos de Guatemala, El Salvador, y Honduras. Es conocido, pero suele olvidarse, que estos ejércitos adolecieron de muchas fallas y errores. Esa fue una guerra centroamericana pero no tiene mucho sentido recordarla de manera mitificada silenciando el lado oscuro de la participación de los ejércitos centroamericanos”.(Acuña, V.H. 2006. P.173)

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.

La propuesta en el CCE en Escalante
Interesan estos aspectos históricos para contextualizar el significado de un telón que separa la muestra en el Centro Cultural de España, marcado con el escudo de la federación de naciones centroamericanas, y la cruda realidad, no hablando solo de telones, cortinas, pliegues y murallas (psicológicas, ideológicas, sociológicas, virtuales e imaginarias), sino muros levantados en nuestros bordes continentales, representando instigación a la discordia, incomprensión, desaliento, desatino, perversidad, y miedo. Todos estamos arto informados del tratamiento con que repelen a los connacionales, al llegar a los bordes entre México y Estados Unidos. Sabemos de los miles de compatriotas centroamericanos, ancianos, niños, mujeres y hombres, que caminan por las carreteras hasta llegar a la serpiente ferrosa que lindera una noción que compunge y viola los derechos de los habitantes.

Los artistas intentan identificar, lo que pudiera ser un “prototipo de ciudadano, de aquella extinta República, con una instalación constituida por esculturas-collages de Gala Berger; y videos de Marton Robinson, quienes exploran, quizás como se hizo en el pasado, el desasosiego advertido este estrecho de tierra, sus subjetividades, identidades, mestizajes, narrativas, y tensiones a una memoria corroída por la violencia, segregación y xenofobia.

Exhiben símbolos que fueron instrumentos de poder, como el escudo, bandera, monedas y otros valores del sueño de Morazán, para hilar, anudar y adentrar en la historia regional. Inician con dos gráficas, en una de los cuales asoma la búsqueda de nociones raciales, arrojando datos de cuántos orientales, negros, poblaron o pueblan esta faja territorial; o, los grados de democracia confiable o no, pero que en tanto herramientas políticas filtran nuevos instrumentos de dominación.

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.

Yo me pregunto ¿sí proceden?, o, ¿qué aporta sus cuestionamientos que puedan paliar la historia regional, o la realidad actual? ¿Qué tiene que ver ese “fantasma” hecho de malla metálica, hojas y proyecciones, con las tensiones migratorias actuales, y que afirman que este trazo terrestre entre el Caribe y el Pacífico y ha sido sendero de eternos migrantes y que reafirman las nociones y contradicciones Norte-Sur? Como espectador y analista del arte de estas décadas, lo visto me sondea en el vientre una hambre histórica y escozor al palpar nuestras realidades. En el momento de acercarme a la figura transparente y levitando, asomó, en una de las imágenes del video, una gran boca que parecía tragarla, visión precisa de lo que ocurre en esas complejas relaciones de poder, que antepone la bestia: lo incierto y sofisticadas prácticas del mercado.

Como carácter de lo político, en particular, me encanta observar, un arte que representa algo así que llevar una piedrita en el zapato, incomoda, pero desafía en el camino. La muestra tiene esos dos frentes divididos por el telón, y un tránsito provisto de narrativas para reflexionar -los videos de Marton y esculturas de Gala-, o meditar no solo en el pasado sino en el presente de pugnas y adversidades sufridas por los “paisanos” del área, cuento de nunca acabar.

Actualidad de la propuesta
Un sueño “morazánico” de federación de estados, no se quedó ahí, persiste en percepciones globales para redescubrir y enunciar los postulados de una única patria. Se aprecia en los programas de cooperación de la comunidad europea hacia la región, o los mismos tratados comerciales entre Centroamérica, México y Estados Unidos. Y aunque desde acá nos veamos como panameños, costarricenses, nicaragüenses, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, beliceños, con especificidades culturales, raciales, étnicas, posicionamientos políticos e ideológicos propios, persiste un poder que solo mira un tesoro a conquistar y extender sus prácticas de dominación.

Lo apreciamos además en la entronización del mercado globalizado y transculturización, reconocido como filibusterismo moderno, el cual hoy nos llega por la boca y el estómago: los restaurantes de comidas rápidas. Se advierte ese modelo de vida tan tentador, mediático que demanda productos electrónicos y tecnológicos, para reinventar nuestras vidas, pero al costo de la dependencia económica y social, con nuevas nociones hegemónicas. Son abordajes que nutren las propuestas de los artistas locales, como lo hiciera el célebre Joaquín Rodríguez del Paso en la primera parte de este siglo y antes de su prematura muerte en 2016; o lo hace Oscar Figueroa con sus muertos ferrocarrileros y evocaciones a las patrias bananeras; o Stephanie Williams con Cuadra Cero quien vuelve a referir a don Juanito Mora, a Cornelius Vandebilit, y el esclavismo pretendido por Walker. Esto, entre otros y recientes abordajes, como la fogosa propuesta de Sofía Villena al borde sur del istmo: “La fractura en la espina de la bestia”, refiriéndose al tapón del Darién (El Tanque, 2019, MADC).

“No hay más que un nombre” de Gala Berger y Marton Robinson 
en el CCE. Foto cortesía de la artista.

Pliegues a la memoria
El telón que divide el espacio expositivo, antesala de datos y caracteres de la identidad e historia, estimulando recordar o conocer la primera parte del siglo XIX, también muralla, por cuyos intersticios nos movemos nosotros migrantes recorriendo la propuesta, y advertir miedo, terror de meternos en la entraña de lo propio, un vacío y sombras que producen algún vértigo al dar los primeros pasos después de atravesar el telón: Ingresar a la insondable caverna de una historia de dominación y mestizaje. Es un tamiz que cuela el adentro y el afuera, lo violento y desgarrador de la realidad; el adentro seguro y cálido de las figuraciones conceptuales, metáforas en cuya atmósfera y silencio, gravita la escultura blanda de Berger y el centellear trazos de luz, trueno reivindicatorio de los videos de Robinson, vectores que nos sacan de la modorra del día a día y del andar los imaginarios y simbólica de esta región. 

La noción dividida de la cortina o pliegues de la memoria -y con esto termino esta aproximación a la propuesta del Centro Cultura Español, agosto de 2019-, aunque no existe muralla física, se vuelve imaginaria, entramos o salimos como ocurre en los procesos migratorios de las fronteras nacionales, y me recuerda el dibujo de la artista argentina Liliana Porter, con que Tamara Díaz ilustró el final de su texto en Estrecho Dudoso: “Where are you”, 2000, litografía en la cual un conejo grande dialoga con otro pequeño, a su vez subido en un banquito para ganar estatura -la confrontación Norte Sur-, pero separados por el pliegue del papel.


sábado, 24 de agosto de 2019

Arte Internacional y apertura de fronteras. FRIENDSHIP International Art Exhibition



"FRIENDSHIP” International Art Exhibition, 
School of Fine Arts , IPS Academy Indore India.

La muestra “FRIENDSHIP” International Art Exhibition, en School of Fine Arts , IPS Academy Indore India, del 19 Agosto al 25 Gallery no.1 SOFA, curada por el escultor Amit Ganjoo, director de ese espacio para el aprendizaje artístico, es un proyecto expositivo que representa un esfuerzo fundamental, para exhibir arte de todas las manifestaciones que poseen visibilidad y atención hoy en día. Representa, para la colectividad internacional, un reservorio de la creatividad humana, con su amplia diversidad de imaginarios simbólicos, tratamientos técnicos, y maneras de mirar el universo, común a los rasgos de identidad de cada seleccionado a exhibir y su nación de procedencia.

The exhibition “FRIENDSHIP” International Art Exhibition, in School of Fine Arts, IPS Academy Indore India, from August 19 to 25 Gallery no.1 SOFA, curated by the sculptor Amit Ganjoo, director of that space for artistic learning, it is an exhibition project that represents a fundamental effort, to exhibit art of all manifestations that have visibility and attention today. It represents, for the international community, a reservoir of human creativity, with its wide diversity of symbolic imaginary, technical treatments, and ways of looking at the universe, common to the identity traits of each selected to exhibit and their nation of origin.

Andrea Matheinsen. Alemania. Foto cortesía de la artista.

Edit Sandor. Hungría. Foto cortesía de la artista.


FRIENDSHIP International 
Amistad significa en el contexto de esta propuesta: Convivencia, cercanía, sentirse unos a otros identificando sus fortalezas: tener presentes todas las posibles expresiones, pues todas: El arte de punta, contemporáneo, moderno, popular, naîf, entre otros, son expresiones necesarias para resignificar la creatividad humana. Este discurso me recuerda el arte de los noventas, después de la caída del muro de Berlín, cuando se predicó que todas las formas de vida son una, y que las diferencias no eras adversidades, sino que debieran ser vistas como fortalezas de la cultura, en los tiempos de posmodernidad.


Friendship means in the context of this proposal: Coexistence, closeness, feeling each other identifying their strengths: keep in mind all possible expressions, because all: State of the art, contemporary, modern, popular, naive, among others, are necessary expressions to resignify human creativity. This discourse reminds me of the art of the nineties, after the fall of the Berlin wall, when it was preached that all forms of life are one, and that differences were not adversities, but should be seen as strengths of culture, in the postmodern times.

Ernst Wilde. Alemania. Foto cortesía del artista.


Dos artistas centroamericanos fuimos invitados por el curador Ganjoo, además de artistas de Canadá, Estados Unidos, Chile, Brasil y Argentina, o sea que representamos al continente desde el Norte al Sur. Además exhiben creadores de Oriente, Europa y otras latitudes del planeta. Es un anclaje que rememora qué, nuestro estrecho terrestre conocido como el Istmo centroamericano, posee uniones históricas con la India, cuando en el siglo XVI, Carlos V de España ordenó la expedición del navegante genovés Cristóbal Colón, que recorriera nuestras costas buscando un paso para llegar a la India. También India sufrió procesos de colonización, como los recuerda nuestro continente, en tanto se recuerda la colonización inglesa, e historias de resistencia, hibridación y mestizaje, que hoy son discursos certeros para las prácticas artísticas contemporáneas.

Two Central American artists were invited by curator Ganjoo, as well as artists from Canada, the United States, Chile, Brazil and Argentina, that is, we represent the continent from the North to the South. They also exhibit creators from the East, Europe and other latitudes of the planet. 
It is an anchor that recalls what, our land strait known as the Central American Isthmus, has historical unions with India, when in the 16th century, Carlos V of Spain ordered the expedition of the Genoese navigator Cristóbal Colón, who traveled our coasts looking for a step to Get to India. India also underwent colonization processes, as our continent reminds them, while English colonization is remembered, and stories of resistance, hybridization and miscegenation, which today are accurate speeches for contemporary artistic practices.

Isabelle Salazar. Francia. Foto cortesía del artista.

Nguyen van Chung. Vietnan. Foto cortesía del artista.

Los abordajes
En mi caso personal, que comento diariamente diversas manifestaciones del arte actual, y en particular el centroamericano, desde mi blog Árbol de Miradas, puedo dirigir el visor de mi mirada hacia una zona de esta muestra, “Amistad Internacional 2019”, fijándome en lo que es más acorde con mis ángulos de visión de los abordajes y problemáticas, que, por lo general, es más ácido, cuestionante, contestatario y/o crítico, pero es donde me expreso buscando significados y percepciones que me brinde mayor soltura al escribir, y confianza en los que escribo. 

The approaches
In my personal case, which I comment daily on various manifestations of current art, and in particular the Central American, from my Tree of Looks blog, I can direct the viewfinder of my gaze towards an area of this exhibition, “International Friendship 2019”, paying attention to what is more in line with my viewing angles of the approaches and problems, which, in general, is more acidic, questioning, answering and / or critical, but it is where I express myself looking for meanings and perceptions that give me greater ease when writing, and confidence in those who write.

Kate Collins. Reino Unido. Foto cortesía del artista.

El gran Masturbador de Salvador Dalí. 
Reinterpretación en acrílico sobre tela de Ricardo Ávila. Costa Rica.  
Foto cortesía del artista.

Amit Ganjoo, trabajador incansable, catapulta la muestra por una importante cantidad de medios como videos, fotos, FB, issuu, y la presencia en la galería de Indore, con obras originales u otras impresiones de altísima calidad, así como el diseño museográfico, que aúna un esfuerzo singular, para enmarcar el sentido de amistad con que titula la muestra y los 35 artistas de 19 países del mundo que acrecienta su corpus expositivo.

Amit Ganjoo, a tireless worker, catapults the exhibition by an important amount of media such as videos, photos, FB, issuu, and the presence in the Indore gallery, with original works or other high quality prints, as well as the museum design which It combines a unique effort to frame the sense of friendship with which the exhibition is titled and the 35 artists from 19 countries around the world that increase their exhibition corpus.


Vista de la exposición en Indore. Foto cortesía de Amit Ganjoo.

Presencia costarricense
En este proyecto fuimos invitados por el curador Amit Ganjoo, el artista Ricardo Ávila, con sus reinterpretaciones de obras maestras del arte histórico, traducidos en su genuino tono naíf. Además, expone dos de acrílicos de 2012, de quien comenta, sobre los árboles de la bajura, que representan mi extrañamiento por una naturaleza y paisaje que se está perdiendo debido a la quema, pero también tala indiscriminada de nuestros recursos forestales que son un singular tesoro para nuestro país.

Costa Rican Presence
In this project we were invited by the curator Amit Ganjoo, the artist Ricardo Ávila, with his reinterpretations of masterpieces of historical art, translated in his genuine naive tone. In addition, he exposes two acrylics of 2012, of whom he comments, about the trees of the lowland, which represent my estrangement by a nature and landscape that is being lost due to burning, but also indiscriminate logging of our forest resources that are a singular treasure for our country.






viernes, 23 de agosto de 2019

Verónica Alfaro y Alessandro Valerio en “REUNION”

El espacio expositivo REUNION, Escazú, exhibe durante estas semanas de agosto 2019, una singular propuesta de arte joven costarricense, con los artistas Verónica Alfaro y Alessandro Valerio, curada por Carlos Fernández y Sergio Rojas. Interesa, en tanto al visitar lo exhibido, la conciencia recarga energías para reflexionar sobre aspectos centrales a la cultura del día a día, con abordajes como la contaminación ambiental, la vida urbana, el hogar o habitar lo propio, y cómo lo observan las nuevas generaciones en sus prácticas cotidianas, ensayando discursos y nuevos lenguajes. 

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Alessandro propone el tema de la historia de una barriada capitalina como es “Tournón”, y el río Torres que lo atraviesa. Verónica aborda las metodologías para construir no solo habitaciones, sino constituir el imaginario de símbolos a partir de esa realidad actual tan cargada de antagonismos.

Verónica Alfaro. A medida que vamos resistiendo, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

“A medida que vamos resistiendo”de Verónica Alfaro 
La joven artista costarricense plantea otro carácter de concientización y cuestionamiento a las ideas constructivas y conformación de la ciudad, por añadidura, como ente de intensa producción humana. Como insumos materiales, ella se sirve de recortes de madera que abundan en el taller de un ebanista o carpintero, o como producto de la reparación de su casa, para con ello reconstruir su imaginario, pre-visualizando un entorno habitacional ficticio, que solo está en su imaginación, pero que proyecta el deseo, la pulsión interior que atiza su creatividad.


Verónica Alfaro. A medida que vamos resistiendo, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Se trata de una muestra muy bien articulada y producida por Carlos Fernández y Sergio Rojas. Utiliza montajes con monitores y “tablets”, para figurar escenarios tecnológicos en las paredes, o dentro de una instalación. Invita al espectador a sentarse y jugar, como lo hace esta artista al recrear lo construido, a partir de recursos simples, quizás ordinarios, pero al estar apoyados por el video, la fotografía, y la documentación, intrincan como soluciones posibles a una práctica artística caracterizada por lo relacional y la vinculación social.

Respecto a su propuesta, Verónica, comenta: “Creo que mi práctica se inclina por el cuestionamiento de espacios habitacionales, de los materiales y objetos que hay dentro de ellos, y de las constantes despedidas (o rituales para negarlas) que hacemos a diario debido al deterioro”.


Verónica Alfaro. A medida que vamos resistiendo, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Me interesa saber ¿cuál es el carácter de tu aporte e investigación a esta muestra?, ¿qué relación consiente, y por qué los materiales de tu propia casa son un personaje más? “Acepto -responde Verónica-, que mi mayor capricho es mi casa, y percibirla como un personaje más que no solo habito, sino que también convive conmigo.

Háblanos de los recursos materiales y su singularidad, ¿cómo llegaste o descubriste, y a sentirlos familiares, como si fueran los tuyos, digo familiaridad? “Los tucos leñosos de la exposición, son parte de mi colección de retazos de madera que he ido recolectando poco a poco de las remodelaciones que a fuerza se han tenido que hacer en casa. Me gusta pensar que resistimos juntos, y, que, la falta de funcionalidad no es algo que nos obligue a separarnos”. Agrega la artista.

Verónica Alfaro. A medida que vamos resistiendo, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

En mis investigaciones sobre arte contemporáneo, y en particular observar al arte joven, me interesan los medios, tanto como los contenidos; saber, ¿qué media en la idea y práctica creativa, respecto a tales insumos, y, que se proyecta en esta propuesta en particular? Verónica responde que “lo expuesto proviene de idear estrategias para seguir creando juntos, y lograr soportarnos, aunque sea a través de pequeños puntos de apoyo”.

En el anterior aspecto tratado por ella, me parece destacable, por fabulesco, que los materiales tengan voz y dialoguen, y que ella hable de crear juntos. Por lo general, el autor dialoga con si mismo, y no con las maderas colectadas, es una singularidad que aporta discurso a la muestra, y se vuelve una visión compartida entre lo autobiográfico y lo simbólico del material.

Verónica Alfaro. A medida que vamos resistiendo, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Pero háblanos de tu carrera de artista visual, logros e intereses como emergente. ¿Cómo la has logrado? ¿Hacia dónde te llevan esos impulsos y diálogos? Verónica comenta que ha participado en exhibiciones colectivas en espacios como el MADC, Farolito, TEOR/éTica y Museos del Banco Central. En este último, tuve la oportunidad de ganar el premio “Bancarte”, el año pasado. Como muestras individuales logré trabajar en la Alianza Francesa2016, y ahora junto a Carlos, Sergio y Alessandro en Reunión. También gocé la dicha de estar en residencias en Despacio y TEOR/éTica.

Yo aprecio este proyecto por componerse de dos situaciones, digamos disímiles, pero siempre con insumos orgánicos. ¿Cómo fue este enlace entre estos dos tópicos? A esta interrogante, Verónica respondió: “A Alessandro lo conocí durante la residencia en Despacio, y fue muy fácil hacer click con su trabajo, a pesar que trabajamos con materiales y desde lugares tan distintos, nos une el ponernos muy curiosos y sensibles, ante manifestaciones naturales, lo cual es un signo que regenera en los espacios que transitamos a diario”.


Verónica Alfaro. A medida que vamos resistiendo, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Desde tu experiencia, pues también hice un par de interrogantes a los curadores, ¿por qué crees que los curadores les confrontan a ambos en este espacio de Reunión? “Yo siento que por lo general hablamos de las mismas cosas, desde espacios muy distintos. De repente, Alessandro, desde lo público, y yo desde lo íntimo y privado. Creo que Carlos y Sergio quisieron enfatizar en esto para generar interés o tensiones interpretativas en esta muestra”, concluye Verónica.

Alessandro Valerio: Alianza con río
No dejo de evocar la primera muestra de Alessandro Valerio, cuando exhibió Yuxtaposición, 2015, en la Alianza Francesa, Barrio Amón, San José. Era un conjunto de nudos de bejucos de árbol, que en sí mismos elaboraban una escultura natural, viva, creada por la Tierra. Este artista se comporta como el eterno colector de belleza, termina encontrándola ahí donde engatille el vector de su mirada. 

El conjunto de piezas colectadas por Valerio y expuestas en la Alianza, pendía de lo alto, y el espectador caminaba en torno de los bejucos, en tanto que lo natural nos sorprende, saca a la luz algún rasgo de su infinita preciosidad. Este joven artista visual herediano, sensible a esos actos creativos e intervenciones al paisaje, no cesa de escudriñar y apropiarse de tales recursos, tan singulares. 

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Explorador del entorno
Para la Foto-Mayinca, 2016, curada por Rolando Castellón y LFQ, en la zona de antiguos calabozos del Cuartel de Bellavista, hoy Museo Nacional, él sorprendió con fotografías de piedras extraídas de la cuenca del Río Tibás, fuente motivadora e inagotable para su imaginación y creatividad. A las piedras le encajaba otras piedritas, en oquedades vivas, debido a las contingencias del lugar, clima, humedad, fricciones con el viento, entre otros aspectos físicos y circunstanciales.

Para el proyecto de su tesis de Licenciatura en la Escuela de Arte y Comunicación Visual, Universidad Nacional, expuso imágenes de esa misma cuenca. Eran fotografías y videos de los escenarios recreados, teniendo como socia la Tierra. Además, marcó el sendero para llegar al sitio, desplazándose desde la sala donde presentó la tesis: Era un “locus” de abundante diversidad, con bejucos, flores silvestres, rocas, hojas, epífitas, trepaderas, ramajes, musgos, luz.; que se mantuvo en su ideario material y simbólico.

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Para el Salón Nacional de Artes Visuales, Museo de Arte Costarricense, 2017, Alessandro exploró un conjunto de piedras a las cuales aplicó color, para conformar la instalación Río Tibás, 2016, colografía-frottage, volviendo a poner la mirada en el cauce, del cual extrajo materia, aquella que él descubre, frecuenta, apropia con ideas y pensamientos.

Para la Bienal de Arte Tridimensional del Museo Municipal de Cartago, Valerio obtuvo el Gran Premio, presentando una instalación con medios múltiples; utilizó rocas, arenas, tierras, en un entorno precario, o en degradación, en el cual incluyó zigarras extraídas del mismo fondo pluvial, y un registro sonoro del zumbido nocturno con el canto del bosque o cuenca del Tibás.

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Bajaba el Agua
Actualmente, Alessandro Valerio, expone Bajaba el Agua, 2019, en otra aproximación a las aguas que corren y friccionan los materiales: Piedras, troncos, raíces, y, como en ese sitio en particular existió la Ladrillera Torres, (1904), cientos de ladrillos redondeados como si fueran pasados por una lijadora o por el cincel, pero es el abrasivo de las arenas y las aguas que dejan huella y petrifica. 

Ahí también encontró y extrajo ladrillos con inscripciones grabadas, con el nombre de la hacienda Tournón, u otras frases que testimonian una refinada San José de finales del siglo XIX, e inicios del veinte, cuando también existió una planta hidroeléctrica que le dio luz a la capital (1884), como a una de las primeras urbes del continente en recibir iluminación, en aquellos años de construcción civil y social, que definieron las bases de la Costa Rica actual. Es desde ese encuadre, que existe recuperación histórica, en tanto pasamos por la zona sin siquiera sospechar lo que fue en años ya remotos.


Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ. 


Bajaba el Aguase compone de varias instalaciones, ladrillos, trazos en el piso, y fotografías, algunas de estos son amontonamientos de la materia que él investiga; otras conforman “pirámides”, evocadoras de la arquitectura Maya mesoamericana. Una de estas intervenciones al sitio, traza en el pavimento, como se dijo, cuadrantes de barriadas urbanas, intentando contener lo que fuera el sector norte capitalino. 

La instalación se proyecta al espacio, teniendo como centro nudal, uno de los ladrillos grabado con el apellido y nombre de la hacienda. Testimonia además la tecnología avanzada para grabar ladrillos con moldes en negativo, difícil de encontrar como material utilizable en estos tiempos actuales, y en tanto el ladrillo es poseedor de memoria, materia de la tierra, barro cosido, material que sustentó el construir a la ciudad moderna.

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Descontaminar
Alessandro al recorrer observando el río, el Torres -y como hizo con el Tibás-, intenta limpiarlo, reinventarlo, descontaminar el ambiente en torno, que tantas narrativas cuenta al oído del artista, con la sonoridad de las aguas y la fricción que, como dije, transforma la materia, y, de alguna manera me conecta con los de Verónica en esos diálogos fabulescos propios de la narrativa. Con las idas al río, propone una reposición histórica, pero también regenera la conciencia de frente a la aguda contaminación que afecta los ríos, mares, campos y montañas. 

Me evoca en particular, una campaña inteligente que señala a las cunetas de las aceras y carreteras, concientizando al habitante, pues ahí mismo es que empieza el mar. O sea, si continuamos tirando desperdicios a las cunetas, mañana serán basura, la inmundicia que esta acabando con el hábitat marino y cuencas pluviales. 

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Si en algo puedo hacer una crítica a curadores y artistas, es que a veces la realidad parece superar la ficción, y discursos artísticos, para volverse más conceptual, agudo, disiente, que pudiera dar sesgos de mayor interés a las propuestas del Land Art, que en el país son deuda.

Toca el turno a los curadores, y creo que los lectores saben lo que quiero preguntar na Carlos y Sergio, de manera que sin mucho preámbulo conozcamos sus pareceres:
“En Réunion trabajamos cada proyecto como una colaboración entre artistas, no precisamente curadores, Sergio Rojas y mi persona somos artistas con suficientes ánimos de crear y apoyar proyectos que conecten de una u otra forma, tanto a nivel afectivo como estético. Nuestra dinámica de centro de arte contemporáneo se enfoca en el trabajo colaborativo, desde la perspectiva de que entre todos mejoramos nuestras ideas primas, quizá es una curaduría activa, o un modo de trabajar entre artista con artista, y donde se propone, dialoga y discute lo propuesto”.

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Quizás una de las inquietudes iniciales, y que se la plantee a Verónica, es el parecer por el cual los juntaron a ellos dos. A estos responden: “Para el presente proyecto, decidimos invitar a Alessandro y Verónica, debido a que hace algún tiempo les seguíamos la pista a sus trabajos, y vimos muy oportuno ofrecerles el espacio para que continúen sus prácticas. 
Se planteo que estuvieran juntos por varios motivos: Sus planteamientos tienen puntos de encuentros y al mismo tiempo cada uno sostiene su autenticidad, que dista entre ellos, pero queríamos ver dos propuestas que, precisamente, hicieran eso, dos artistas con afinidades y lenguajes alternos.

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Por un lado, Verónica trabaja desde su afectividad, con dinámicas que motiva al espectador a volver a la infancia, a esa necesidad de construir refugios, torres, así como a formularse preguntas que pueden tocar en lo profundo de nuestras realidades. Alessandro, tiene un rito que en lo personal me lleva de nuevo a la infancia, al recorrer y recolectar obsequios que la naturaleza crea, o tesoros olvidados por otras personas, en ambos, esos temas que, aunque ellos no lo hablen tanto, son dentro del arte una de las lecturas que en lo personal, me ha tocado profundizar al trabajar de la mano con ellos y de Sergio. 
El tema de materiales aparentemente los acerca, pero también aleja, se recolectan ladrillos por un lado, y, por otro madera, ambos materiales recolectados de lo que las personas o naturaleza vaya dejando”. 

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Exponer entornos
Los ríos, rocas, musgos, flores, semillas, cortezas, hojas, ramajes, materias con que Alessandro Valerio media en la penumbra del bosque, ese que filtra rayos luminosos para encender la armonía del sitio, pero que es el bosque buscado afuera, pues él no se percata  que lo lleva dentro. Es lo suyo, un bosque interior, que nos empodera a nosotros sus espectadores, acrecentando el factor de la emocionalidad en el arte contemporáneo, cuando se trabaja con figuraciones, con conceptos.

Lo de Verónica Alfaro son constructos, se mueven y desplazan, recomponen, edifican. Son un encuadre creativo que cuestiona la falta de elocuencia en la situación del construir la vivienda, el nicho de protección calor, holgura, pues es nuestro. Luego está la ciudad, visualizada, o centro del o la artista. 

Alessandro Valerio. Bajaba el Agua, 2019. REUNIÓN. Foto LFQ.

Ambos plantean una mirada puesta en el entramado vivencial, de ladrillo, concreto, vidrio o acero, donde vivimos y nos necesitamos mutuamente. Ese encuadre de la exposición me recuerda la muestra Entre Concreto, 2012, curada por Inti Guerrero para TEORéTica. (https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/entre-concreto-hormas-urbanas-4540/ ) La ciudad que buscas Verónica y Valerio en sus suburbios de la metáfora, del sueño, de lo ficcional, recorridos por el río, los encuentran, donde quiera pongan sus ojos. Motiva a recordar -y, con esto cierro-, la ciudad del poeta alejandrino Constantivo Kavafis, cuando dijo: “No hallará otra, no la hay”.