miércoles, 30 de octubre de 2019

Km6264 Bienal/Sur: Invadir/Resistir

La Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur, actúa como el mismo rizoma en la meseta del conocimiento que la inspira y empujar a existir, extendiéndose por distintos puntos geográficos del planeta, alcanzando, en esta oportunidad a 20 países en 44 ciudades y más de 110 sedes. El germen de la creatividad, aunado a los estudios biónicos de investigadores locales, brotó también en Costa Rica, albergados por el Centro Cultural de España en San José. 

Jonahtan Torres. Km6264 Bienal/Sur, 2019. Foto LFQ.

En tanto propuesta, Km6264 Bienal/Sur, exhibida durante octubre 2019, con la participación de la artista Claudia Valente de Argentina, y el costarricense Jonathan Torres, curada por Susan Campos (CR) y Mariela Yeregui (Arg), abrió un lapso de contemplación de lo que la inteligencia humana aplicada a lo artificial podría lograr para impactar la realidad contemporánea, y el arte es su mejor aliado. La coordinación estuvo a cargo de la Universidad de Costa Rica, y la Universidad Nacional Tres de Febrero en Argentina.

Invadir / Resistir 
Desglosa el paradigma sociológico de la comunicación actual, con sus códigos, tecnología, medios y herramientas, ante el fenómeno de las redes sociales u otros espacios de la virtualidad, donde y cuando somos invadidos por la acción simbólica del poder, en igualdad de condiciones. Mantenemos actividad en tanto resistimos a sus tácticas de dominación, embates hegemónicos como es el comercio y el lenguaje invasivo del marketing que intenta convertirnos en consumidores a ultranza, y que llega, aunque no admitamos su persistencia, hasta el mismo seno de nuestra intimidad.

Claudia Valente. Km6264 Bienal/Sur, 2019. Foto LFQ.


Las curadoras de la muestra anotan en su texto del proyecto impreso en una hoja suelta a disposición del espectador que, al apreciar lo expuesto, observamos las interrogantes estructurales que artistas e investigadores derivan de sus estudios sobre el comportamiento, pero, sobre todo, morfología de las especies observadas, las cuales proyectan su naturaleza de sociedades invadidas: “…en su fluctuación entre el gesto desestabilizante y perturbador de la invasión, por un lado, y la resistencia ante el avance de la acción indiscriminada del ser humano, por otro”.  Y con contundencia focalizan el fondo de la paradoja: “Ambas manifestaciones son las caras de una misma moneda: para poder resistir, a veces, es necesario invadir”.

Investigaciones acerca de la biónica
Al recorrer la sala del CCEs me vino en mente la figura de Leonardo Da Vinci, personaje que engloba la idea de transformar, inventar e innovar probando todo lo posible para obtener un producto creíble. Los relatos de la vida de Da Vinci son tan sorprendentes como edificadores, hitos para el arte de todos los tiempos y en especial para el contemporáneo que pivotea de la mejor manera, tal y como lo hizo aquel individuo poseedor de un extraordinario nivel de pensamiento crítico, al interactuar con la ciencia, la técnica (biónica), entre otros saberes y conocimiento humano donde implica la creatividad. Sus biógrafos alegan que el florentino llegaba al mercado a comprar palomas, y una vez suyas, las soltaba para dibujarlas en vuelo. 

Jonathan Torres. Km6264 Bienal/Sur, 2019. Foto LFQ.

Demuestra el interés por el análisis de la locomoción animal y los sistemas de vuelo, fueron constante preocupación para el ingenio davinciano, y lo demuestran sus dibujos que eran detalladas taxonomías, desgloses o despieces de aves u otras criaturas, pero, sobre todo, le interesaron las alas en tanto arrojaban información para proyectar sus modelos, que de una u otra manera merodeaban el secreto de poder volar develado hasta siglos después.

La Biónica 
Es una disciplina que focaliza modelos naturales aplicados a la técnica, a la ingeniería, a la electrónica, al diseño industrial y de productos, a la arquitectura. Muchos de estos productos utilizados en la actualidad, fueron ideados a partir de la observación minuciosa de una función similar encontrada en la naturaleza. Por ejemplo, en los campos, existen unas plantas cuyos frutos portadores de micro semillas, son una bolita que se pega a la ropa, y nosotros mismos las transportamos a otros lugares donde caen y son depositadas en el terreno. Los estudiosos de la biónica condujeron ese proceso a lo que hoy llamamos “velcro”, aplicado en prendas del vestir, calzado, enseres domésticos, entre otros. 

Jonathan Torres. Km6264 Bienal/Sur, 2019. Foto LFQ.

Lo expuesto en el CCES
El encanto por descubrir utilidad derivada de lo vivo, abren nuevos espacios que interesan al individuo creativo, entre estos a los artistas visuales quienes lo mezclan con la fotografía, el video, el video mapping, los drones, la robótica, entre otros.

La propuesta de Jonathan articula en una burbuja de vidrio que contiene el modelo de un insecto, escalado para apreciar mejor sus sistemas y configuración. A la burbuja se le proyectan videos y células captoras de sonido, imágenes proyectadas a las paredes y se expone un computador con el diseño los esquemas y secuencias y los mapeos. El detalle y alcance de los estudios y el uso de tecnología laser e impresoras 3D para obtener las piezas y armado de los modelos, importa. Además de la sincronía nos posibilita contemplar la inteligencia humana aplicada a la biónica y a los estudios del vuelo de los insectos, tal y como lo hizo Leonardo varios siglos antes, pero sin tener a disposición el arsenal tecnológico actual.

La pieza de Claudia Valente explora una flor de intrincada estructura pentagonal, llamada en estos lares como "la pasionaria", que abre y cierra, lo cual se puede apreciar en el libro arte expuesto donde aparece esa dinámica configurativa, de muchos matices y posibilidades ampliativas tanto en diseño gráfico como de productos.

Libro arte con modelos biónicos, de Claudia Valente en este caso de la flor llamada "pasionaria". 
Km6264 Bienal/Sur, 2019. Foto LFQ.

La pieza de Jonhatan Torres, el despiece de uno de estos insectos, es exhaustiva en información, y me recuerda su muestra paralela en el espacio de El Tanque, del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, titulada “Estudio para emular la agonía”, 2019. La metodología de lo universal a lo particular profundiza exponiendo esos modelos tan hábilmente obtenidos por su experticia de escultor. En mi comentario de esa muestra, referencié otras investigaciones también sorprendentes.

Estar en la propuesta del El Tanque, comenté, me pareció sumirme en el laboratorio de un estudioso de la biónica o la biomimética, quien diseña complejos sistemas artificiales que se mueven e impresionan, para configurar y producir ambientes mediados en un mundo que, no tiene por qué quedarse ahí, solo en lo estético-crítico como un estado de resistencia ante la invasión de lo externo. El gran paso sería dar el salto definitivo para sostener la vida de esta sociedad embargada por el germen de la paradoja y, como dije en ese texto, la incertidumbre.

Recursos museográficos para sostener el concepto de la exposición. 
Km6264 Bienal/Sur, 2019. Foto LFQ.

Evoqué e investigué también para familiarizarme con ideas que elaboran este carácter de arte: El de crear drones o nano robots sustitutos de insectos voladores que tuvieran la utilidad de mejorar la agricultura, combatiendo a los agresores e invasivas larvas. Encontré en internet un articulo de la universidad de Washington titulado “Insectos robots con energía láser, el ejercito invisible del futuro”, acerca de drones de un pequeño tamaño que pudiera ser inyectado dentro de un cuerpo humano para combatir la invasión de organismos patógenos que provocan graves afectaciones a la salud.

Quizás lo que Leonardo no logró aplicar, fue la fuerza que empujara sus sistemas de vuelo: el combustible, y que la sociedad industrial llevó al grado de debacle al explotar inadecuadamente los recursos naturales. Hoy los investigadores utilizan energías limpias como la luz y el calor solar para mover estas estructuras. Como ocurre con los interesantes ensambles robóticos del mexicano Gilberto Esparza con sujetos bio-electrónicos llamados “plantas nómadas” y las plantas “autofotosintéticas” (https://arttextum.net/portfolio/plantas-autofotosinteticas-de-gilberto-esparza/ ) a partir de piezas recicladas de la electrónica, que encuentran en las aguas turbias y en el proceso biotecnológico de limpieza, la energía válida para moverse y deslumbrarnos con su capacidad creativa e innovación en el arte cuando se alía con la ciencia.

A manera de conclusión diría que lo expuesto alcanza el nivel de “producto creíble”, de riguroso detalle, corte, ensamblado. Sin embargo, pienso también que carecen de la “fuerza” motora y que ese poder provenga de una mayor investigación acerca del uso de energías limpias. Pero además, y como señalé en mi comentario de la propuesta de Torres en El Tanque del MADC, buscar alguna utilidad a esos estudios que den soluciones factibles a tantos males y carencias en la sociedad actual, para que el artista sea el eterno entendimiento cuya misión será la de transformar el medio y los recursos para alcanzar mejores estándares y calidades de vida.

martes, 22 de octubre de 2019

Eugenio Murillo-Fuentes: Palabras atadas

Con su nueva muestra de dibujos en la sala de exposiciones temporales del Museo de Jade y la Cultura Precolombina, Eugenio Murillo Fuentes confronta, una vez más, otra de las más angustiantes e ingratas contradicciones de la vida moderna. Cuando el avance se valora por la existencia de mecanismos con capacidad de comunicar se da, a su vez y sin embargo, lo opuesto: la incomunicación. 

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

Hay factores enemigos de la comunicación, como la incertidumbre, que atan las palabras y las hermetizan dentro de un caparazón. Cual caverna del inconsciente colectivo las esconde, les opaca el brillo poético y cuando más se necesita gritar lo que se siente o se ama, lo pulsional del espacio interior -el del cuerpo-, aparece ese germen de la paradoja, y callamos. 

¿Miedo o vergüenza? 
El miedo a la vida, a modo de terrorismo (in)voluntario, impele a tragarse las palabras y no decir absolutamente nada, pues hasta mirarse a los ojos posee una prohibición que no admite convención, ni ley. Es una debilidad denigrante que nos asfixia, metidos en esa enorme cueva del mundo (la sociedad). A veces acudimos a refugios temporales como templos, bibliotecas, bares, cafeterías, gabinetes de juegos electrónicos, galerías o museos, a pesar que se nos mire con desidia.

Se trata de una vergüenza impuesta por las contingencias. En vez de palabras salen lágrimas que apagan la reacción interior a lo que ven y obstruyen nuestra natural sexualidad, mediada por el deseo.

Cito esta palabra de Leo Bersani, cuando refiere a cuerpos “deseantes”, que leí en un texto de pared en la muestra Detrás del Portón Rojo. Una Visión de la Erótica en el Arte Costarricense, 2018, Museo de Arte Costarricense. En esa oportunidad me referí en mi texto a un pensamiento de Eugenio Trías en El Artista y la Ciudad, 2008, quien a su vez cita a Platón:
“El artista, congenial a esta figura mítica, encarna la figura del embaucador, verdadero mimo del conocimiento, como el sofista: no es todas las cosas, únicamente las simula, no conoce todas las cosas, sencillamente las refleja en un espejo que gira en todas las direcciones. (Trías 1997. Cap I. Platón: La Producción y el Deseo. P.25).

También referencié en ese texto a Georges Bataille, en El Erostismo, 2005: 
“El erotismo de los cuerpos tiene de todas maneras algo pesado, algo siniestro. (Bataille, 2005. P.24). (https://luisferquiros.wordpress.com/2017/11/22/detras-del-porton-rojo/)

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

Revisión a más resientes producciones
Eugenio Murillo es relator de las vicisitudes de la urbe actual. Recuerdo la exposición “Rein@s de la Noche”, presentada en la Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC, 2011). Aquí expuso los escenarios de la sexualidad humana de una manera reflexiva y recurrente en sus obras, la PROSTITUCIÓN. Esa que se deja ver en las aceras urbanas cuando cae la noche. En esa oportunidad Eugenio comentó:
“El arbusto conocido en nuestro medio como “reina de la noche” (Brugmansi X Cándida), crece con facilidad en cualquier terreno; florea en varios colores: violeta, rosada, blanca, amarilla, y estilizada -su forma-, sugiere un elegante traje de noche”. 

En ese momento pregunté: ¿Qué simbolismo se oculta en el nombre de esta popular flor, para titular esa exposición?
Eugenio agregó:
 “Como muchas de las cosas que bautizo-, el nombre de la exposición es multisignificante. Empezando por el uso de la "arroba" en la primera palabra, que le otorga al título un elemento "viciado" a su dimensión filológica y que, a la luz de las costumbres actuales, le amplía el sentido al título, pudiéndose leer de dos maneras: "Reinas de la Noche", o "Reinos de la Noche". Por su parte, la "arroba", de acuerdo con nuestra "modernidad", es una letra bisexual que subvierte la rigidez del binomio masculino/femenino convirtiéndole en ambivalente”. https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/eugenio-murillo-reins-de-la-noche-3214/)

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

Luego su exposición “Soledades urbanas” (2015-2016), en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría de la ciudad de Alajuela. Para este proyecto, Eugenio reafirmó su preocupación por las problemáticas sociales y culturales que evidencian la modernidad que modifica la vida urbana actual. Propone una reflexión acerca del paisaje urbano y cómo su transformación afecta al habitante. Murillo actúa como un comentarista gráfico de esas vicisitudes que tan profundamente nos desvelan y que engloban tantas preocupaciones, frustraciones o añoranzas. Como cuando el ciudadano ve elevarse ante sí un lienzo en blanco donde se dibuja un paisaje globalizado, con gráfica de marcas comerciales y una desatinada guerra de medios.

En la actualidad, todas las ciudades se parecen entre sí. Han ido desapareciendo aquellos registros de la memoria, a lo que se suma la asfixia por el calentamiento ambiental. La poesía del lugar y la canción de la barriada, también quedaron silenciadas por la sonoridad global de la televisión y la internet, así como por el bullicio del sofocante tránsito vehicular y de las personas de todas las nacionalidades del mundo.

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

La visión de “Soledades urbanas” encabrita nuestras percepciones. Los volúmenes de arquitecturas protestan, suscitando un sueño en cuyo despertar no existe el retorno, donde todo cambió. No deja de criticar el desarrollo citadino de estos tiempos cuyas soluciones son una factura globalizadora, a la cual apuestan los pensadores de lo urbano. El escritor Italo Calvino, en Ciudades Invisibles, dijo que “la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano”. Pero sus más serias penurias serán, según Murillo, su mudez y la soledad. Lugares donde ya nadie se atreve a cruzar la mirada para no salir asechado por el fuego del otro, ciudades paradoja cuyo frente, atrás, lado, arriba y abajo, no son tan distintos como lo es el ciudadano de estos tiempos, que camina buscando un no saber qué, pues el espíritu del sitio está consumado. Como expresó Calvino, decir que conocemos una es afirmar que las conocemos todas.
(https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/eugenio-murillo-soledades-urbanas/)

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

Reprimir el primer paso, enmienda la muestra actual
“Atar las palabras” es amarrarlas, dejar pasar la oportunidad de que expresen su pulsión interior, desaprovechando un momento que quizás jamás volverá. Prevalece la inacción que -aunque abrigue un manto de negación, desamor e intolerancia, y el furor arda con el último cartucho de los deseos reprimidos-, duele hasta el alma. “El mundo está lleno de gente solitaria que teme dar el primer paso” (The Green Book,Peter Farrelly2019), es una frase inspiradora que, según Eugenio, concentra ese sentimiento y expresa esa incapacidad. 


Dominio de la no-verbalidad
El talento humano de preguntar, opinar o anclar una conversación -que lo diferencia del género animal-, se está debilitando y corre el peligro de llegar a perderse para siempre. En contraposición se acrecienta lo no verbal con el universo sígnico y simbólico que sustenta imaginarios, y de los cuales se sirve el arte contemporáneo para empujar prácticas artísticas imaginativas y convincentes. 

Se trata de fenómenos estudiados por la kinésica, o lenguaje de los gestos. Por su parte, la proxémica aborda la lectura de las distancias espaciales de las personas respecto las unas de las otras. Estas nutren el significado de los discursos fotográfico y cinematográfico, también el del teatro, la danza y el video, donde se vivencia con mucha fuerza esa carga emocional. Y la paralingüística, elaborando matices de diversidad, ritmos, métricas conceptuales a partir de las acentuaciones en el hablar y entablar comunicación.

Birdwhistell, en la teoría de los lenguajes no verbales opina: “cuando la gente emite sonidos y escucha, mueve y mira, toca y siente, emite y recibe olores, entre otras formas, todas estas cosas son combinadas de varios modos para tomar parte de un sistema comunicativo y no será extraño postular que estas modalidades puedan ser estructuradas analógicamente: tomadas sistemáticamente, podrían ser modelizadas en el mismo modo – o al menos se podrá intentar hacerlo”. (Birdwhistell, R.I. Introduction to Kinesics. 1952. Louisville. Citado por Calabresse e Mucci, 1975, y Quirós, 2018. P.69)

Por su parte, Edward Hall propone el estudio de las teorías que conciernen al uso del espacio humano, entendidas como especificidades discursivas en la elaboración de la cultura: “Las distancias espaciales son otra forma de señal, de comunicación, focalizadas por la proxémica. Umberto Eco indica que el espacio habla, y habla también cuando no queremos escucharlo, habla por precisas convenciones culturales”.(Citado por Quirós, L. Diseño: Teoría, Acción, Sentido, 2018. P.70)

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

De manera que existe algo más al examinar tales conductas, referido a la “inteligencia intrapersonal”. Ese algo corresponde a una de las inteligencias del modelo propuesto por Howard Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples. Se le define como el talento propio de autoanálisis, a la capacidad de ver cómo somos, de saber qué queremos y el impulso del deseo, a partir de un diálogo interior. Si somos emocionalmente fuertes en ese diálogo interior, se catapultarán nuestras relaciones en el plano social, serán una escalera para subir al muro, para saltar al otro lado de lo (des)conocido, y ese impulso implica un resurgir de nuestra alma que busca del otro.

Respecto a la paralingüística se estudia, en el lenguaje musical por ejemplo, la manera de cómo se acentúan o se recortan los sonidos recreando los significados. Así, en el discurso verbal y el diálogo entre personas, valora la acentuación, el tono de voz, las pausas o silencios, o la sonrisas que dan carácter al lenguaje. 

Refiero los anteriores abordajes teóricos en tanto los dibujos de Eugenio Murillo, en su propuesta “Palabras Atadas”, son un laboratorio en el cual se puede comprender lo que implica la no verbalidad para producir sentido y significado. Para empoderarnos en nuestras actuaciones cotidianas como ir al cine, caminar por un parque o jardín, mientras estamos en la cafetería, en el vestíbulo del museo, en la biblioteca, aulas, o en la jornada laboral. Son los “No Lugares” de los que habla el filósofo francés contemporáneo Marc Auge, definidos como espacios de anonimato.

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.



“Palabras Atadas”, trama de “Leitmotiv”
El carácter del dibujo de Murillo-Fuentes regenera el sentido en el arte del “Leitmotiv”, geniecillo travieso que en sus propuestas actúa como “cupido”, el cual enlaza a los personajes reivindicando aquella capacidad perdida de decirnos las cosas a la cara, de hablar con el lenguaje de los ojos, más que con palabras.

Para Eugenio, emergen por lo general de las prendas de vestir, cuando se ensaya lo modular y las estructuras de repetición para el diseño textil. Y él, el artista fogoso, conocedor de estas tácticas gráficas, subvierte su utilidad decorativa para cargarla de significado, asumiendo la humana misión de “desatar”, motivando a las personas a que enmienden y superen el trauma de lo que no se dice, para llegar al otro u otra. Actúa como paliativo, pero, ¿será posible salvarnos de ese engendro de contradicciones que alienta el maligno, el enemigo público: las tácticas de dominación que idea el marketing con tal de llenar sus arcas?


Simbolismo del imaginario 
Con esa acción simbólica de sus dibujos, Murillo cuestiona nuestras conductas, pero también posibilita el potencial de reinventarse a través de recursos que no son solo técnicos, sino también parte de la creciente conceptualidad. Ese carácter es responsable que nos comuniquemos por señas y nos obliga a leer signos. Quiero decir que esos nuevos trabajos de Murillo no nos dicen únicamente cuán excelente grafista es, sino que subrayan también su innata capacidad de construir discursos, así como su inteligencia de investigador visual. Estas son las riquezas de una práctica creativa sólida, gestada en la experimentación e inmersión cotidiana en el taller, donde descubre.

Ese carácter define a Eugenio Murillo y valora esa intensa producción creativa, de ahí los premios que ha recibido. Carácter que solo se forja con trabajo y experiencia, y en cómo lo afronta. Que no concluye el día sin tener un resultado convincente, evaluable y que dé frutos. Pero no es el cultivo de las apariencias, como se engañan muchos artistas en la actualidad productores de fórmulas de éxito comercial.  Producir arte como lo hace Murillo implica una braza que quema, pues se tiene que dar algo de sí. Y tal y como lo dije antes, no es solo técnica, sino una esencia en la cual se cree, se “ata” en el buen sentido de la figura, para donarlo a los demás en un acto de amor y singularidad humana.

Eugenio Murillo-Fuentes. Palabras Atadas, 2019. Cortesía del artista.

Ya para terminar, viene a mi mente un texto del neuro-cientítico Daniel Goleman acerca de la Inteligencia Emocional (2008), quien pone el ejemplo de un compositor musical que al trabajar se sume en un estado de concentración tal, que cae en el éxtasis, sin conexión racional con la realidad. Inmerso en una atmósfera emocional, lo exterior pierde interés, llegando a sentirse incluso desprovisto de su propio ser y advierte tan solo “cómo todo fluye por sí mismo”. (Goleman, 2008. P.117)

Diría que estas percepciones son fruto de observar sus trabajos actuales, y constatar el sentido de su discurso, de su investigación y experimentación, la lectura de referentes que no son solo artísticos sino científicos, y por tal motivo traje a colación el pensamiento de Bataille, Trías, Birdwhistell, Hall, Gadner y Goleman, entre otros. Son la estructura que sostiene su pensamiento, para dar el salto al otro lado de la cortina o muralla de la (in)comunicación, como uno de los males más sufridos y que pueden acabar con el género humano. A como vamos, en un futuro seremos como autómatas divagando en el limbo acechado por (el mercado), por esa bestia que enreda los lenguajes en esta Babel contemporánea.


lunes, 21 de octubre de 2019

(Di/Con)vergencias Arte de los Setenta en Costa Rica


(Como preámbulo, los textos publicados en este blog son punto de partida para otros textos  más elaborados que aparecerán en otros espacios divulgativos, de manera que acepto observaciones que los retroalimente).

Los Museos del Banco Central (MBCCR) ofrecen entre octubre 2019 y febrero 2020, los “70s Artes Visuales”, proyecto expositivo curado por María José Monge, y la realización del congreso “La Creación Artística en la Década de 1970”. La modalidad -exposición y congreso paralelo-, revive aspectos coyunturales en cuanto a antecedentes, fundamentos y puntos de inflexión en la cultura nacional, focalizando una década movida por tensiones políticas y sociales, no solo en el país y el istmo centroamericano, sino en el mundo entero. 

Los 70s Artes Visuales. Museos Banco Central. Foto cortesía de los Museos.

Caminar por estos espacios de MBCCR, invita a reflexionar en el significado de colectar y exponer un arte que reverbera y rinde en motivaciones para volver a sentir las vicisitudes del tiempo: Divergencias y convergencias advertidas a la luz de las obras expuestas, y las experiencias, testimonios y vivencias relatadas por los ponentes con argumentos que fueron o son cimiento del devenir que nutren dicha memoria.

Evocar el acontecer
En la educación de los sesenta resentíamos un cierto desmerecimiento de la teoría y el pensamiento crítico en favor de la praxis; nos afectó con actitudes maquillistas y apariencias, delante de la esencialidad y sustancia creativa. Aquellos fueron tiempos de la pragmatica y neoliberalismo, tensaron el eje Este-Oeste originando la Guerra Fría, y en el plano regional motivaron luchas sociales intentando cambiar el paradigma impuesto. Sin embargo, el país era beneficiado por aportes de la Agencia para el Desarrollo de los Estados Unidos (AID), entronizando un modelo de Estado benefactor, el cual asumió la producción y empleo fundando empresas de capital estatal. Germinó un acomodamiento en la educación, fundando, entre otros, nuevas universidades públicas como el TEC, UNA, UNED, y la apertura de la educación privada, entre otros insumos al crecimiento, pero cuya contradicción movía las figuras del ajedrez político-cultural.

Los 70s Artes Visuales. Museos Banco Central. Foto cortesía de los Museos.

En el sector de interés se creó el Ministerio de Cultura, el Museo de Arte Costarricense, revivieron los Salones de Artes Plásticas en el Museo Nacional; los certámenes urbanos y campamentos juveniles de paisaje rural; fueron creados los parques de la expresión en San José y otras ciudades como Cartago. Se creó el Creagraf, incrementando las relaciones horizontales entre los artistas que provenían de Centroamérica y el Caribe, así como trascendió la reflexión sobre problemáticas del entorno y cultura regional; pero algo fundamental, fue acercar el arte al pueblo e incrementar diálogos a iguales, Sur-Sur.

Lectura de la muestra
La curadora explica que, a pesar de la fuerte influencia del entono político y social, también se produjo un arte no identificado con dichos juegos y relaciones de poder. Con esto inicia la exhibición, repasando un orden estético e irreductible, adelantado quizás, en tanto que como movimiento artístico el Minimalismo apenas despuntaba -años antes-, en Nueva York y Europa. 

Genaro Mora. Tres frijoles. 1977. Foto cortesía de los Museos.

Lola Fernández. Reminiscencias indígenas. 1974. Foto cortesía de los Museos.

Ricardo Ulloa Garay. En la Esquina SF. 
Foto cortesía de los Museos.

Destaca en esta primera zona de los “70s Artes Visuales”, la fotografía de Genaro Mora “Tres Frijoles” 1977, impresionante concepción que se gesta entre el vacío circular del plato y tres granos tan significativos en nuestra dieta alimenticia popular. El trazo de Ricardo Ulloa Garay (1938), aprecia un jugueteo entre forma y contraforma, línea que recorre el campo visual: “En la Esquina” (Sf) dibujo sobre papel. Además, dentro de la singular carga de poder impregnado al vacío, está “Horizonte” 1975, de Carlos Poveda (1940), quien elaboró un gesto de grafito muy sensible en el horizonte. También se exhibe “Reminiscencias indígenas” 1974, relieve de Lola Fernández (1926), idea de pureza tan solo violada por el escozor de formas y texturas que encienden la memoria del arte originario ancestral. Está presente además la “La Gran Estructura Blanca” 1971 de Jorge Manuel Vargas (1934), y una de las lacas de Manuel de la Cruz González (1909-1986), “Síntesis del ocaso” 1971, testimoniando el conflicto originado por la Primera Bienal de Arte Centroamericano, 1971, y que aún despierta resquemores necesarios para activar las discusiones durante el congreso de MBCCR, octubre 2019. 

La siguiente zona expositiva bordea, lo que en palabras de la curadora es: “El paralelismo entre el territorio y la historia compartida, como elementos configuradores de una identidad nacional… ” (Monge M.J. Catálogo 70s Artes Visuales 2019. MBCCR)

Magda Santonastasio, “Paisaje” 1976 Acuarela.
Foto cortesía de los Museos.

Grace Blanco, “Paisaje en amarillo y verde” 1973. Acuarela.
Foto cortesía de los Museos.

Fue declarado para esta área de lo expuesto, un claro impacto del paisaje, la luz costera y vallemontana, con obras de Ricardo Morales y Luis Daél. Además, Magda Santonastasio, de quien se exhibe “Paisaje” 1976 (Medalla de Oro en Acuarela del Salón Anual de Artes Plásticas 1977) es contundente con el tiempo y técnica. De Grace Blanco (1948-2018) apreciamos un campo que delinea el borde impreciso entre abstracción y lo figurativo del entorno, buen manejo de la poética de la luz y la situación del color: “Paisaje en amarillo y verde” 1973. 


Rafael Ottón Solís, “Arado de fuego" 1976. Mixta
Foto cortesía de los Museos.

En otra arista de esta zona, de Quico Quirós (1897-1977), se exhibe, “Estero de Puntarenas”, 1974, virtuoso, en el tratamiento de atmósferas costeras y profundidad escénica. Culminando este lapso, apreciamos el tríptico de Rafael Ottón Solís (1846) “Arado de fuego” 1976, avista hacia el impacto que probó en esos años el terruño, elaborado por el agricultor, traduciéndolo a eras paralelas de gruesa tectónica, tocando fronteras de lo matérico, y síntesis introductoria a un nuevo lenguaje para la pintura costarricense. Se aprecia también la acuarela de Fabio Herrera (1954) “Recuerdo de mi adios de niño”, 1976, la cual referencia lo romántico de la pintura del inglés Turner.

Crisanto Badilla. Mujer que avanza” 1976. Foto cortesía de los Museos.

La escultura apreció una notable renovación en esos años, con el asiento en madera de alto respaldar de Juan Luis Rodríguez, rememorando el signo sangriento dejado por “El Combate”, 1969, con lo cual ganó la Bienal de París de ese año, y que la dinámica educativa de MBCCR lo refuerza con una maqueta. La pieza de Crisanto Badilla, una talla en piedra, retrata, con fuerza y astucia al ancestro originario: “Mujer que avanza” 1976, talla en piedra de granito (Premio Juan Rafael Chacón del Salón Anual de Artes Plásticas 1977). Además, se documenta una cita de este escultor: “Para construir la estructura artística necesitamos buenas raíces, que solo podremos encontrar en lo indígena”, aspecto central al interés actual por el arte originario prehispánico y el pivote que constituye lo contemporáneo.

Juan Luis Rodríguez La ventana” 1972. Ensamble. Foto cortesía de los Museos.

En tensión espacial e interpretativa con las anteriores zonas expuestas, se ubica la crítica y traviesa creatividad del maestro Juan Luis Rodríguez (1934) con el ensamble “La Ventana”, 1972, embargada por los discursos de la época, provenientes del Pop.

La tercera zona de “70s Artes Visuales”, la constituye la esperada aproximación a lo político: La curadora aprecia que en la práctica artística de esta década, algunos la definieron como un ejercicio reflejo de las tantas tensiones entre adversar y confrontar las contradicciones, tenidas por la discriminación, la lucha reivindicadora en lo social, la migración y apuesta por romper con las hegemonías y penetraciones filibusteras que nunca acabaron. 

Vista de sala con las piezas de Crisanto Badilla "La Gran presencia" 1978 
y de Roberto Cabrera "Joven vendado", 1975. Fotos cortesía de Museos.

Roberto Cabrera "Joven vendado", 1975. Fotos cortesía de Museos.

Es central a este discurso la pieza de Roberto Cabrera “Joven vendado”, 1975, poseedora de un enganche para hacernos sentir el cuestionamiento a los poderes focalizados, sobre todo el militar, con una trama simbólica a espaldas, donde sentir lo morboso del juego político; se aprecia un lenguaje entre informalismo, neoexpresionismo y la nueva figuración defendida por la argentino-colombiana Traba, jurado de la bienal del 71.  A su lado una pintura de corte subjetivo que abastece las contradicciones y punto de interés para el arte de estos tiempos, “La gran presencia” 1978, de Crisanto Badilla (1941).

Mario Parra "Ajusticiamiento de una marioneta", 1980. Fotos cortesía de Museos.

La talla en madera de Mario Parra (1951) “Ajusticiamiento de una marioneta” 1980, genera un punto de quiebre donde advertir el goce carnal de un sujeto “ensamblado”, por esas prácticas de la reingeniería pero que reactiva el toque de gracia que lo revive, constituido por la mirada del espectador. También está presente el cuadro “Supervivencia” 1971, con el cual Lola Fernández participó en la Bienal de 1971: Sugestivo encuadre de belicidad afectando la sociedad setentera, y que, Traba, no accedió a premiar quizás por tildar el arte nacional de insustancial. Creo que esa decisión que inicia la década de los setenta, hiere e irrita aún.

Lola Fernández “Supervivencia” 1971. Foto cortesía de Museos.

Mi cuestionamiento
El proyecto se aprecia bien articulado y montada con rigor museográfico, pero me queda debiendo. La obra de Cabrera colma mis expectativas, la de Badilla inyecta al visor de los recuerdos un lapso de espera-esperanzada, así como las pirámides de “El Desafecto” 1977, de Otto Apuy (1941), son un socollón a la memoria de posiciones beligerantes gestadas después del cisma de la Bienal del 71. El “Tugurios bajo el puente” 1975, evoca “20 Años de arte de Felo García (1928) expuesta en 1978 en las salas expositivas del Museo Nacional, explicitando la ruptura con la abstracción y lo matérico, que lo caracterizó desde tiempos del Grupo 8 y de su regreso del Reino Unido, anunciando el disenso social.

Otto Apuy, “El desafecto” 1977. Foto cortesía de Museos.


Convergencia y divergencia
Al llegar a la inauguración, con los poros de la apreciación abiertos como parabólicas, pues se trataba de dar una ojeada al arte de un tiempo en que emergimos muchos artistas activos hoy en día. Seguí el guión de la curaduría, hasta posicionarme sigiloso en la brecha del último tracto, el cual calzaba con mi idea de crecimiento y memoria del acontecer centroamericano; sin embargo, al dar vuelta a atrás para salir del museo sentí cierta liviandad, como que me hacía falta algo fuerte de aquel transcurrir.

La curadora, al abrir el congreso, se refirió a la metodología de investigación, detallada, con estadísticas que infundían seriedad y sustentación, pensé, sin embargo, lo útil que pareciera la profundización para proyectar la muestra, con pocas excepciones, dejaba fuera arte importante de catar. 

Carlos Fernandez. Fotografía en b/n. Fotos cortesía de Museos

Pensé, por ejemplo, que el arte gráfico tuvo un rol rescatable, y no hablo solo de grabado, que lo hay en esta propuesta y de fuerte impronta social y cultural como el de Amighetti. Muchos de nuestros maestros practicaron y tocaron vertientes como la ilustración de libros, e incluso, hasta el diseño aplicado a la información. Artistas como Zulay Soto, sostuvo una práctica intensa que proyectó el carácter de esos años, con sus dibujos sicodélicos y grabados de la Izquierda erótica. De ella se recuerdan las invitaciones, posters y pantallas de los grupos y conciertos del rock, realizados en una finca de Las Nubes de Coronado, y en la Galería Amighetti, en pleno centro de la capital. Ello fue epicentro del arte juvenil en territorios de la visualidad, la música y literatura; etapa que merecía reflejarse en esos registros curatoriales e impacto para las prácticas actuales.

Como cuestionamiento, recordé la reciente exhibición de la colección del MADC, que los curadores aplicaron “la metáfora de una ecuación”, para resolver el cuerpo expositivo de la muestra, pero volvimos a ver las mismas obras de siempre, in-visibilizando una parte importante de la colección. Creo que hace falta escarbar más en las capas de nuestra historia del arte y visitar los resquicios donde a veces se esconden algunas obras. Por ejemplo y con el debido respecto y consideración, advierto que una pieza como el “Cementerio de Escazú” 1970, de Dinorah Bolandi, maravilla del imaginario nacional, lo hemos visto en muy distintas muestras y abordajes, pero Bolandi trabajó en otras áreas de su infinita creatividad que sería crucial conocer. Así muchos otros artistas pivotean la reflexión acerca del arte de los 70s. El mismo “Banano Emplumado” 1973, de la connacional Victoria Cabezas (1950), aparece en varios espacios museísticos, y aunque sea un símbolo poderoso de lo centroamericano, creo que la artista reafirmó su potencial expuesto conjuntamente con Priscilla Monge, en “Ejercicios de Autonomía”, Teorética 2018, replicado Nueva York, y curada por Miguel Ángel López.

Gonzalo Morales. "El Inmigrante" 1977. Fotos cortesía de los Museos

Antes de cerrar mi comentario, quisiera decir que me detuve a admirar la fuerza del extrañamiento o nostalgia y técnica de un grafito sobre papel de Gonzalo Morales (1946-2017): “El Imigrante”, 1977, y evocar los años de su formación en España. También motivó a recordar grupos y personas que trabajaron entre nosotros, como Arnoldo Ramírez Amaya con sus dibujos de huella bélica, o del grabado de Moisés y César Barrios, entre otros guatemaltecos que también poblaron la memoria de la Nueva Figuración Latinoamericana, por la cual abogó Traba, y que explicitó en una lectura realizada en el Teatro Nacional ya finalizando esta década controversial, pero factura saldada por la creatividad y el disenso de los artistas.





domingo, 13 de octubre de 2019

“Estudio para emular la agonía”

Muestra de Jonatham Torres en El Tanque, MADC, setiembre-noviembre 2019, curada por Daniel Soto.

Una de las grandes críticas a la sociedad mediada por la tecnología e industria de punta, ahora en crisis por el (in)escalable valor del vivir actual, factura que se vuelve impagable para las mayorías, es inventar un modelo de vida complejo y que detona en la sociedad, modificando conductas, pero, al aprender a interactuar dentro de esa trama de confort y alcanzar la estatura social que promete, nos elevaron el costo quedando desguarnecidos. Quedamos al garete, sin saber qué hacer, doliéndonos de la estocada ponzoñosa en el vientre provocada por la bestia de la incertidumbre y el mercado global, y sin conocer el camino de regreso o cómo dar el salto al vacío y hacia lo desconocido, esperando encontrarnos en esos abismos de las posibilidades otro “paraíso tecnológico”, donde tener una solución económica y ambientalmente factible.

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

En estos últimos años, la invención y fabricación de aparatos electrónicos, que elevaron dicha “calidad” del ambiente y vivencialidad del humano dentro del habitáculo ideado por los tecnólogos, implicó la basura de objetos y materiales que nadie sabe que hacer con éstos, terminan lanzándolos a ríos y orillas de carreteras aumentando la nociva contaminación y zozobra. Pero, no es solo eso, visto que en el país no se fabrican esos instrumentos y herramientas de domesticación, que nos hace a su antojo, y que son importados, representan una gruesa factura de divisas que se debe pagar a esos países fabricantes. O sea, son, en otras palabras, objetos de dominación.

Cuando paso frente a esos enormes almacenes y veo “container” repletos de cajas de computadores, celulares, tabletas, pantallas, y otros mecanismos como dije, los cuales nos domestican, pienso en su importación y en los dólares que debe producir el país para saldar a los detentores del poder. Esta misma percepción tuve al visitar la muestra de Jonathan Torres en El Tanque del MADC, estar metido en ese cilindro renegrido por el hierro, bombardeó a todas mis neuronas para intentar (des)calzar la horma que me impone y hace: convertirme en consumidor y andar por las vías de la urbe cabizbajos, leyendo la pantallita del celular, pero sin mirar sensible a mi alrededor, evadiendo la realidad, solo es estar conectado con el mundo.

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

Luego de reflexionar sobre lo visto, pienso que esa intensa experticia y creatividad humana podría aplicar para gestar soluciones viables dentro de ese foco de lo tecnológico. Estar en la propuesta del El Tanque, me pareció meterme en el laboratorio de un estudioso de la biónica o la biomimética, diseñando sistemas artificiales que se mueven e impresionan, para configurar y producir ambientes mediados en un mundo que, no tiene por qué quedarse ahí, solo en lo estético-crítico. El gran paso sería dar el salto definitivo para sostener la vida de esta sociedad embargada por el germen de la paradoja y, como dije, la incertidumbre.

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

Quisiera afirmar que me seducen esos prototipos tan bien articulados, apropiadamente resueltos respecto al uso de materiales y una tecnología que le permite a un escultor o a un diseñador industrial ingresar en la cultura de una nueva “ecología” para el planeta, de bichos sin vida pero que se mueven. Estos objetos motivan a entrar en una contemplación, por sus cortes, ensambles, articulaciones y acción, una contemplación activa que me permita hacer y proponer, no solo criticar. El autor usa la tecnología de impresión, el termo-formado, el corte laser, y la inventiva para generar esas esculturas de un ambiente ficticio que le es útil para emular la vida, pero también, y tal y como lo expresa el título de la muestra: Agonía, ante una sociedad que fenece en la medida que el planeta está enfermo, envenenado por los contaminantes que el humano produce y las medicinas agroindustriales que aplica. 

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

Me impresionó ese cúmulo de tierra, en un contenedor acrílico colgante, dentro del cual se mueve un bicho y una luz que media el ambiente, pareciera deplorable, pero que nos reafirma que sí somos capacez de crear esa ficción, por qué no pensar en objetos, drónes, robots, que ayuden al agricultor a eliminar malezas, y rosear líquidos orgánicos, no químicos, para paliar los males de esa misma naturaleza, para que tengamos un producto agrícola mejor, mas sano. 

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

Evoco proyectos que elaboran este carácter de arte, que sus “bichitos”, puedan subir a postes a arreglar tendidos eléctricos. Drónes minúsculos que pueden sustituir a insectos voladores con la función de mejorar, de quitar larvas y otras agresores de la agricultura. Leía en internet un articulo de la universidad de Washington titulado “Insectos robots con energía láser, el ejercito invisible del futuro”, acerca de drónes de un pequeño tamaño, y afirma: “incluso microscópico que permita que un grupo de “nanobots” pueda ser inyectado dentro de un cuerpo humano como persigue la Nanotecnología”.

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

El nuevo proyecto del tanque, de alguna manera me evoca la muestra “Phi Lotus” de Ángel Lara, Sala 2 del MADC, Marzo 2016, cuando lo referí a un proyecto concreto: “… que esos módulos tendrían la actitud de limpiar las aguas, como ocurre con los interesantes ensambles robóticos del mexicano Gilberto Esparza quien crea esos bichos bio-electrónicos llamados “plantas nómadas” a partir de piezas recicladas de la electrónica, que encuentran en las aguas turbias y en el proceso biotecnológico de limpieza, la energía válida para moverse y deslumbrarnos con su capacidad creativa e innovación en el arte cuando se alía con la ciencia”.
(https://luisfernandoquiros.wordpress.com/2016/03/11/angel-lara-modulo-phi-o-lotus/)

Jonatham Torres en El Tanque, MADC, 
setiembre-noviembre 2019, foto cortesía del MADC.

Para concluir con este acercamiento a “Estudio para emular la agonía” de Jonatham Torres en El Tanque (MADC), mi crítica acota que él, el escultor, dé un paso adelantado y utilice su creatividad para (des)domesticarnos y elevar la estima propia de un humano tan agredido por la crisis y carencia de valores, para que al visitar el museo emerjamos esperanzados en estar a la altura, cuando la tecnología nos pone al alcance, y el arte participe de un proyecto futuro y funcional, incrementando el goce de esos modelos pero también el disfrute de su función simbólica que palie la ingobernabilidad e incapacidad del Estado de impactar la no-economía imperante y que nos tiene deambulando con la mirada clavada en la pantalla del celular.