viernes, 15 de agosto de 2014

Christian Salablanca “no son razones sino motivos”


El artista costarricense Christian Salablanca exhibe “No son razones sino motivos”, a partir del 14 de agosto 2014, Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, una propuesta de fuerte carga crítica que implica la reflexión sobre el poder de los modelos (estereotipos) y sus repercusiones en la vida actual; muestra curada por María José Chavarría.

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

Una vez más los artistas actuales acuden al simbolismo de las hormas para hablarnos de los escenarios de degrado, marginación y ofuscación existencial que influencia el germen de las paradojas sobre las conductas sociales del habitante. Quizás una madera reseca o quebradiza tienen tanto poder para decirnos de sus efectos de provocación; un poco de tierra o la simple inmundicia tirada en cualquier ángulo de estos constructos se nos devuelven y agreden también la psique individual y colectiva; o aquellos bloques de concreto, que aunque son simple mezcla de arena, cemento y agua, entre sus resquicios roen los grandes topos que implican situaciones de violencia o desasosiego delante de tanta precariedad y olvido –para no hablar de su opuesto que presuntamente cultivamos: la memoria.

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

 Pero no es solo en esas barriadas donde cunde el signo que influencia tales conductas, también están presentes en los escenarios del lujo, del cristal, lucientes aceros o mármoles pulidos con la más sofisticada tecnología, ahí también existe esa alta tensión que modifica las conductas humanas o animales; entonces ¿cómo explicar los suicidios, intoxicaciones y violencia que ocurren casi a diario a las grandes estrellas del cine, la televisión o el espectáculo –como el reciente caso del célebre Robin Williams-, lo que en el mundillo local llamamos “faranduleros”? ¿No es acaso que quien pensó en los sistemas constructivos de nuestras edificaciones, habitaciones y vida urbana moderna no solucionaron del todo la nefasta influencia con que esos vacíos marcan al habitante -al “fetiche urbano”? Entonces, ¿por qué consentimos adversidades y no dejamos de lamentarnos por el trasiego y comercio de estupefacientes, que acechan a la niñez y que en tanto individuos consumen quizás para remediar un escape del sumiso medio que vivencian? Y, por otro lado, ¿Cuál puede ser la explicación a la presencia de todo tipo y carácter de vigilancia estatal o privada incapaz de sostener la privacidad y la aparente paz de nuestros espacios de intimidad, pero entre rejas, mediada por la más amplia tipología de mecanismos tecnológicos de control y prevención del asecho de esa barbarie o del perverso ojo del otro? (Quisiera decir además que existe un diálogo a cierta distancia, una matriz de ideas con lo que se exhibe en TEORéTICA: “Entre Concreto”, y “La generación del encierro” del arte salvadoreño contemporáneo, que comenté en mi blog de Experimenta.es y Árbol de Miradas respectivamente).

Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

 Quizás esos son los mismos escenarios de terror, drama y conmoción, tan bien tratados por Alfred Hitchcoc en su película de 1963 “Los pájaros”, y que este joven costarricense Christian Salablanca de alguna manera cita para hablarnos de poder y dominación, con los efectos de la garra, el picotazo y la depredación, incluso a niveles simbólicos de “antropofagia” existentes en las sociedades del mundo, no solo las barriadas josefinas o de las periferias de las principales ciudades del país, como es el caso de Guararí de Heredia, lugar de donde proviene este críptico creador, a partir de recursos si se quiere clásicos del arte como la escultura y el modelado en arcilla, pero además del uso del yeso, la gaza, el hierro negro, el vidrio roto, o de las maderas renegridas en un entorno de precariedad y alta tensión interpretativa.
Christian Salablanca, No son razones sino motivos. Foto LFQ.

Este es el carácter y uso del lenguaje del joven Salablanca, además de esos imaginarios reinventados a nivel de pavimento –que requieren de cierta agudeza perceptiva, cognitiva, y de los mecanismos de la visión del espectador-, para provocarlo, quien no deja de preguntarse en qué le afectan y cuándo esos picotazos del poder se pueden volver hacia sí mismos, como la prédica de la sicología social que tanto he comentado no solo en este sino en otros comentarios de muestras de arte contemporáneo, y que los historiadores modernos tienen que aprender el significado de sus símiles y metáforas, para reescribir las vivencias del acontecer desde otras posturas, a partir de la implicación, desajuste e inoperancia de los sistemas modernos, todo para decirnos quiénes somos y por qué estamos aquí -como diría aquel poeta hermetista Salvatore Quasimodo: “clavados al centro del mundo por un rayo de sol, pero de pronto se hizo de noche.”

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