viernes, 7 de diciembre de 2018

Coqueteo del arte con el arte

Reflexión acerca de las transformaciones del arte costarricense en las últimas tres décadas.

En definitiva, aquella relectura heraclitiana de que “todo se transforma” y al mismo tiempo “permanece”, es la provocación remanente al apreciar la Bienal Tridimensional 2018, en el Museo Municipal de Cartago; como también el Salón de la Asociación Nacional de Escultores Costarricenses (ANESCO) 2018, Centro de Conservación e Investigación en Patrimonio, San José; ambas inauguradas en noviembre del presente año.

Ya lo predecían los teóricos de las manifestaciones creativas, como Gui Bopnsiepe (Escuela de Ulm Alemania), en el último tracto de siglo pasado, que, con el auge de la tecnología, las profesiones que no investigan ni innovan su quehacer, les ocurriría lo mismo que a los copistas “pre-guterbergianos” con la invención de la imprenta de tipos móviles, estarían destinadas a desaparecer. Hoy, valorando lo expuesto en el Museo de Cartago, y lo que me interesó del recién pasado Salón ANESCO, afirmo con certeza que lo persistente en esta revolución es ARTE: el fruto del “eterno entendimiento”, como llamaría Goethe a la primordial acción del individuo creativo de transformar su entorno. 

86 Hz, 2018, de Alessandro Valerio. 
Gran Premio de la Bienal Tridimensional de Cartago. Foto LFQ.

El redimensionamiento del “fruto artístico”, empezó hace más de un siglo atrás, 1916, con la actitud del artista DADA de cuestionar las raíces mismas de estas manifestaciones creativas. El POVERA, mediados de los años sesenta, lanzó el llamado a reencontrarnos con la naturaleza, y explorar los cambios progresivos que llevaba al sujeto u objeto a la categoría de lo efímero. El CONCEPTUALISMO de inicios de los setenta, anunció que la idea, el concepto, era superior a la técnica, y que el proceso, en muchos casos, era en sí la obra misma.

Los antecedentes
Decía en otro comentario del Salón que éstas son fracturas, puntos de inflexión imbricados por el Arte Conceptual,para desestabilizar el arraigo de las primeras vanguardias, la Abstracción y el Constuctivismo, ambos originados en Rusia. El arte Concreto, el Minimalismo, tuvieron a grandes provocadores de sentido en escultores como Eduardo Chillida, Arnaldo Pomodoro, Richard Serra, entre otros que hoy llamamos “escultores”. El Informalismo introdujo lo grotesco, la subjetividad, encontrado en el arte de Jean Fautrier, o de Jean Dubufet, de quien son fundamentales aquellas esculturas en movimiento de los años setenta y ochenta, soportando un nuevo lenguaje para el arte tridimensional. 

Salón ANESCO. Centro de Patrimonio, noviembre 2018. Foto LFQ.

El Arte POP, distinguió un objeto que -a diferencia del ready made duchampiano de hace un siglo-, era abastecido con la tensión de lo mercantil: Andy Warhol, con sus numerales corriendo en el tripero del comercio mundial en Wall Street Center de Nueva York. Se tiene memoria del Poveray la categoría de lo efímero con el arte de Mario Merz, Janis Kounellis, Alberto Burri, Piero Manzoni, Antonio Tapies, sensibilidades de un artista que se auto-cuestiona a sí mismo. Otro ejemplo de estas remezones, la marcó casi cincuenta años atrás el connacional Juan Luis Rodríguez Sibaja, ganador del Gran Premio de la Bienal de París, con El Combate, 1969, instalación para la cual construyó un rign de boxeo con alambre de púa, tablas y tela. Talló en hielo, teñido de rojo, un enorme signo de interrogación, y un pedestal en hielo negro (recuérdese que rojo y negro son simbolismos de lo bélico y revolucionario) materias que, al diluirse, formaba un charco como de sangre vertida en la arena o cuadrilátero del destino de cada quien. Incorporó registros sonoros con el canto “de pie camaradas”, tonada de la resistencia francesa, a lo cual agregó el golpeteo de los pasos de militares invasores llevándose a los judíos a los campos de exterminio. 

Lo contemporáneo es provocador de un discurso aguerrido, como manifestación de lo político, abre un cruce de fuego en la reyerta del arte, que lo vuelve perdurable. En esa década en que Rodríguez Sibaja vivió en Francia, Europa vivía la posguerra e inestabilidad en la estructura social, terreno para las confrontaciones obreras y estudiantiles como las del “Mayo 68”, que son capítulos imborrables para la historia de la humanidad. 

Sin embargo, considero que, tallar materiales duros, catapultó una importante renovación de los discursos creativos. El artista introduce materiales que subvierten la pieza, la desestabilizan, agregando una importante dosis de incertidumbre, de aquello que no se sabe y que, en el arte del pasado, los escultores prevenían a toda costa. Hoy en día, al contrario, es un ingrediente de la sopa del arte que agrega sustancia y sabor. 

Salón ANESCO. Centro de Patrimonio, noviembre 2018. Foto LFQ.

En el país, años ochenta,La Primera Bienal de Pintura L&S, 1984, bajó a ésta del estrado en que había sido elevada desde la creación de los primeros museos de arte, y la obra premiada en esa edición fue un batik de Lil Mena. Ese cisma volvió a dar su remezón con La Primera Bienal de Escultura de la Cervecería Costa Rica, 1994, cuando el premio del Salón Abierto lo ganó la instalación: De vidrio la Cabecera, de la desaparecida Virginia Pérez-Ratton. En la segunda fue distinguidaAmor punzante noche tras noche, de Pedro Arrieta, una instalación que al igual que la de Pérez, utilizaba un viejo catre, esos que experimentaron las contingencias de la vida, el cual contenía dos almohadones en forma de corazón, rojo (simbolismo de pasión), pero que tenía espinas. Años después, en el entorno de La Primera Bienarte, le fue concedido a Pedro el premio a la instalación Fútbol con Dengue, 1997, y, con estos ejemplos, rememoro que el espíritu cambiante del eterno entendimiento se mantiene incólume. 

La gran discusión radica en que se pretende valorar el arte contemporáneo, con la visión gastada del ayer, y eso no puede ser. Importa considerar los puntos de quiebre, como los ocurridos en los noventa e inicios del 2000: La Bienal de Arte Experimental Francisco Amighetti (Bienal del Chunche) en el Centro Culturas Costarricense Norteamericano, esta provocó desencuentros cuando se discutía la muerte de la pintura. Incluso tuvo lugar una convocatoria a la Bienal de Escultura auspiciada por la empresa BGT, en la Galería Nacional. También se realizó El artista y los Objetos, en la cual fue ganador Guillermo Tovar con un arte de presencia execrable. Todos estos eventos ocurrieron en la coyuntura de paso de siglo y milenio, cuando todo el mundo ponía sus miradas en los discursos de punta.

86 Hz, 2018, de Alessandro Valerio. 
Gran Premio de la Bienal Tridimensional de Cartago. Foto cortesía del autor.

El Gran Premio de la Bienal Tridimensional
A más de veinte años de aquellos socollones, nos sorprende la creatividad de las nuevas generaciones de artistas, al ganar el Gran Premio de la Bienal Tridimensional de Cartago, la pieza 86 Hz, 2018, de Alessandro Valerio, una instalación con piedras, arena, y bichos, incluido el zumbido de las cigarras, grabado en un audio que acompaña la pieza. El arte actual, en gran medida, mira hacia la naturaleza, la afecta: Un puñado de insectos pululan sobre las rocas y aquel paisaje desolado, motiva a reflexionar lo que puede ocurrir al planeta, si no se siembran árboles y continuamos tirando basura a los ríos, además del manejo de los gases del efecto invernadero; la Tierra, la casa de todos, sería una guarida calurosa e insalubre de roedores en sus madrigueras. Y no me refiero solo a ratones, cigarras, abejones, lagartijas, arañas y moscas, simboliza también al “topo” humano, ante las incertidumbres y contingencias mundanas, escuchando el batir de los helicópteros en la guerra contra la violencia y el trasiego de estupefacientes. La práctica artística del joven Valerio es un símil del investigador naturista, biólogo, biónico, quien se mete a la espesa fractura por donde fluye del rio, para escudriñar a sus criaturas.

Marvin Castro. Muro, 2018. Documentación fotográfica y maqueta. Foto cortesía del autor.


Diálogos entre dos eventos
Como se podrá apreciar, persiste esa actitud de desestabilizar lo establecido. Tanto en la Bienal Tridimensional que en el Salón ANESCO. Una de las piezas que más me cuestionó mis propios saberes acerca de la teoría del arte, no fue una escultura, pues estas propuestas por lo general pasan desapercibidas a mi visor crítico; fue una maqueta y documentación del muro de Marvin Castro, por lo cual trasladó una enorme piedra caliza, desde las inmediaciones del Roblar de Nicoya, hasta un parquecito en Zapote, donde la asentó como si fuera muralla derruida por la acción del tiempo, grabada con el cincel y maso de la memoria.

Luis Cahcón 36 esculturas del niño que llevamos dentro, 2018. Foto cortesía del autor.

Luis Cahcón Concierto Campestre, 2018, instalación en homenaje a Giorgione, 2018. 
Foto cortesía del autor.

La otra pieza que me dejó aprendizajes fue la de Luis Chacón, a quien otrora llamáramos pintor, hoy nos concede la duda de sí llamarlo instalador o escultor, pues en sus propuestas prevalece el dominio del proceso y el concepto: En esta bienal expuso mixta, 36 esculturas del niño que llevamos dentro, 2018. Estimula a relacionarlo con su obra en ANESCO: Concierto Campestre, 2018, una instalación en homenaje a Giorgion(pintor del Alto Renacimiento). Chacón instaló un conjunto de figurillas femeninas y angelitos de porcelana, como tomando el sol en un parque, pasando por alto la conmoción del cotidiano. Y digo enseña, en la medida que evade aquellos pesados bloques de materia dura tan propios del arte tradicional, cuando lo que se valora hoy en día es una idea blanda, pero que nos confronte. 

Xinia Benavides. Amor del bueno, 2018. Fotografía LFQ.

Flor de noche, 2018, de Andrés Cañas. Fotografía LFQ.

El Salón ANESCO
Entre algunas lecturas -ya comentadas en un anterior post-, a lo expuesto en este salón, Xinia Benavides presentó Amor del bueno, 2018, afirma que también se puede crear esculturas con una línea, en este caso alambre, con un dibujo de contorno ciego, como ciego es el amor entre el espacio y el vacío, materia e inmateria, en el contorno de una pareja modelada reposando sobre una silla blanca, que abriga la idea de esperanza. Otra pieza con enorme carga poética, con juegos de luz y sombras fue Flor de noche, 2018, de Andrés Cañas; objeto de metal de riguroso corte, interesa en tanto arrojada un dibujo de sombras en el muro, encabritando la sensorialidad del espectador, su ánima o motor interior. 

Roberto Lizano El duelo, 2018, Fotografía LFQ.

Y, Roberto Lizano, propuso dos personajes recortados en cartón: El duelo, 2018, ensamblados en el perímetro de un gran aro de metal, realidad del cotidiano al asumir nuestros retos en la arena y lucha, como gladiadores poniendo en juego la vida ante el inminente asecho de la muerte.

Alexander Chaves Villalobos Semilla, 2018. Foto cortesía del autor.

De vuelta a Cartago 
Además del premio de Valerio y la pieza de Chacón, me motivó el cúmulo de percepciones imbricadas por Semilla, 2018, de Alexander Chaves Villalobos: Una composición de texturas que son como las memorias, llevadas a la piedra, a la materia dura, escarbadas o esgrafiadas, pero que igual regeneran el simbolismo de “La tierra y el Cuerpo”, como entidades significantes en el eterno conflicto del ser y el no ser. Pero que, aborda la idea del cultivo, del volver a sembrar y ésa es la noción más esperanzadora que podríamos percibir en esta muestra.

Gabriela Catarinella Enclave, 2018. Foto cortesía del autor.

Gabriela Catarinella expuso Enclave, 2018, un ensamble con añosos “durmientes” de ferrocarril, y resecos raquis o virotes de guineos, recuerdo de épocas de dominación hegemónica vividas en el Caribe, que describió en Mamita Yunai, el escritor Carlos Luis Fallas. Esta artista referencia además, el trabajo del connacional Óscar Figueroa, al utilizar sus materiales y el juego de aquellas tensiones por la explotación bananera en el país, que tanto escozor reviven aún, como abordajes de lo contemporáneo.

Otra pieza que me ancló a meditar sobre la escultura y las expresiones tridimensionales actuales fue Cielo Abierto, 2017 de Gabriel García, por su sencillez conceptual y material: un corte pintado de rojo sangre en dos trozos de maderas encontradas posiblemente en un río o costa. Empuja a reflexionar sobre las zonas protegidas, y la herida imborrable al bosque, al árbol, y el uso indiscriminado de químicos agresivos que tanto afectan a la preservación del planeta. No deja de evocar el conflicto de Crucitas, la explotación minera y el “coligallerismo” fronterizo que enciende la fiebre del oro, pero que va en detrimento de la naturaleza.

Natalia Phillips. Mujeres de hoy, 2018 Foto cortesía de la artista.

Se exponen otras piezas que me motivan, tales como Mujeres de hoy, 2018 de Natalia Phillips, por el juego que se traslapa al posicionarse ante esos marcos y explorar la transparencia del retrato femenino, ante todos esos matices de violencia que perviven en la actualidad. También me provoca la pieza Vórtice, 2018, de Dennis Palacios, en tanto dos niños juegan, a empujarse hacia la pantalla del celular, con el remolino o espiral y el peligro de dejarnos engullir por las tácticas del nuevo filibustero: el mercado, y la enajenación que provoca dichos aparatos tecnológicos, además de factura que representa esos productos para las escuálidas divisas nacionales. Vistos de la perspectiva sociológica, son hormas que, hechas de materia dura, nos modelan a nosotros mismos.

Vórtice, 2018, de Dennis Palacios. Foto cortesía de la artista.

En conclusión
Diría que emergí conmocionado por la apreciación de la Bienal Tridimensional del Museo Municipal de Cartago. En similar situación del Salón ANESCO, persisten algunas piezas ancladas en los viejos lenguajes, pero no quiero gastar una neurona en comentarlas. Se catan opciones de un arte cambiante, como Estela 2018 de Otto Apuy; La Vieja del carbón de Jorge Benavides; No quiero el pelo largo de Ale Rambar; Adán y Eva de Pablo Romero. Son transformaciones que repercuten e influencian la creatividad artística, sobre manera,  para los más jóvenes. 
Gabriel Gutiérrez Cambio de estado, 2018Foto LFQ.

Ya para cerrar este comentario diría que, no deja de punzar el aguijón que representa la instalación y video de Gabriel Gutiérrez, titulada Cambio de estado, 2018; retrata al presidente anterior, cuyo gobierno se desgastó en habladurías académicas, ineficiencia y ineficacia delante de una función que debería dar frutos y traer progreso para todos los ciudadanos. Es cuando el arte se vuelve político, incómodo, cuestionante, sin dejar de lado el humor negro que levante tanto ostracismo en el espectador, delante de las paradojas de un arte que, también a veces coquetea consigo mismo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario