jueves, 16 de marzo de 2017

Diana Barquero: “Afectaciones sobre un sujeto matérico”

En “El Tanque, Laboratorio de Ideas” del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo MADC, muestra curada por Daniel Soto, presenta una propuesta más en ese intenso y singular espacio del museo, en el cual nos sumimos a evidenciar la fuerza de los sentidos perceptivos: el tacto que además de advertir lo abrupto del paso de un clima templado hacia el desmedido calor del vientre de aquel enorme contenedor metálico (tanque de agua de la antigua FANAL -Fábrica Nacional de Licores); además del visual, el cual contempla el sumergir en las aguas dos materiales similares pero disímiles, como el lodo o tierra y el lastre o arena, para ser observados por la artista y por las miradas juiciosas de quienes ingresamos al sitio instigados por el título del proyecto: “Afectaciones sobre un sujeto matérico”. Pero además la acción de entrar al contenedor implica al oído, que advierte reverberaciones y vibraciones sónicas del líquido excitado por una proyección sobre las paredes curvas de hierro negro, y las sinestesias que también se hacen sentir en el paladar, con un sabor herrumbroso, ante la (in)consciencia del sondeo llevado al grado de afectación, prueba del pathos vivenciado al sumirnos de nuevo en lo profundo, como si bajásemos al centro terrestre conducidos por un único rayo de luz solar, cuando tal y como ocurre en aquel poema del hermetista italiano Salvatore Quiasimodo: “de repente se hace noche”; al igual que sucede en la vida, cuando desaparece el objeto que nos contrista, y mantiene en purga, no sabemos de qué manera actuar o asumir esas nuevas contingencias, nos perdemos en tal grado de libertad.
Espacio El Tanque del MADC. Foto LFQ.

Espacio exterior del Tanque. Foto LFQ

Dos contenedores con materias. Foto A. Artavia cortesía del MADC.

Laboratorio de ideas
Desde su posición de creadora contemporánea, Barquero Pérez, como si fuese una aplicada científica de lo actual, observa al sujeto de sus investigaciones ahora expuesto al público, y nos interroga implicándose también a sí misma ¿cómo puede ser afectado un objeto artístico desde sus condiciones materiales, ambientales, físicas, químicas?, y quizás el centro de su cuestionamiento sería advertir ¿cuándo, cómo, o en qué grado nosotros los espectadores de su obra emergimos emocionalmente afectados por la dimensión de su propuesta? Tremenda la percepción de esta joven mujer de las artes costarricenses, quien desde hace tiempos viene cuajando en sus búsquedas, el significado de esas transformaciones de los materiales ante lo atmosférico, lo telúrico, o el humo benzínico que sube a la estratosfera ocasionado por el tránsito vehicular, también desmedido, así mismo por los gases industriales provocadores de la sensación asfixiante, pero ahora, al sumirnos en el vientre de “El Tanque”, del “Laboratorio de Ideas”, nos sume a nosotros en esa experiencia emocional de entrar, como se dijo, quizás al útero del mundo, para advertir desde esa cálida oscuridad el fluir de los líquidos, y el batir del gran corazón de la Tierra, o ese lodo que se aísla en dos territorios insulares dispuestos diagonalmente opuestos dentro de una caja de acrílico, para esperar qué sucede, cuáles mutaciones de sus orígenes experimentará, o qué nuevas lecturas provocará en el espectador. Esta parte me interesa mucho observar, y como visité esta propuesta acompañado por el sabio Moyo Coyatzin, su primera reacción fue nombrar L’atlÁntis’, aquella metáfora sobre el continente perdido, el cual Platón enunció desde sus diálogos, y cuya (in)existencia aún es ente de confrontación en los estratos intelectuales y académicos de la contemporaneidad, donde engulle el filoso antagonismo de la incertidumbre, de una memoria borrosa o (des)memoria, como tanto ocurre en esta sociedad actual.

Espacio exterior del Tanque. Foto LFQ

Espacio exterior del Tanque. Foto LFQ

Espacio exterior del Tanque. Foto LFQ

Espacio interior de El Tanque. Foto A. Artavia cortesía del MADC.

Preámbulo de Afectación

Quisiera decir además que en el preámbulo de esta instalación, en la acción cotidiana de abrir el portón de acceso, encender el aparato proyector del video, y las luces esas que iluminan el texto del curador, por lo tanto acción de entrar y salir de esta muestra, cuyo rótulo de pared se dispuso y luce yuxtapuesto a un mecanismo que medía la nivelación de los líquidos en lo que fuera un día ya lejano el tanque de la FANAL, es un sitio también para contemplar, no solo esos dos contenedores con materias orgánicas dispuestas bajo las fuertes condiciones ambientales: rayos de luz solar, viento, lluvia, contaminación urbana, y dije “contemplación” en tanto intervienen otros signos de deterioro, como los hongos de las paredes cuyas texturas parecen cartografías, y donde se aprecian residuos de una instalación de Otto Apuy en la Pila de la Melaza para la muestra Instalomesótica 1998, unos troncos quemados renegridos suman al carácter de la propuesta, como si fueran mapas de navegación de la barca de nuestra imaginación para buscar el sueño de la Atlántida, el árbol del Dorado, la ilusión del Aztlán, sin que quiera referenciar los enigmas del ayer que pueblan nuestros territorios del istmo, lo que un día Virginia Pérez-Ratton llamó además “Estrecho Dudoso” 2006. Por ello es que me atrevo a afirmar las fortalezas de la muestra, cuando motiva a otras lecturas, dispone a ampliar el radio de la subjetividad para emerger muy complacidos por la experiencia de estar en la propuesta de Diana Barquero en el MADC.
Espacio interior de El Tanque. Foto A. Artavia cortesía del MADC.

Espacio interior de El Tanque. Foto A. Artavia cortesía del MADC.

Espacio interior de El Tanque. Foto A. Artavia cortesía del MADC.


No hay comentarios:

Publicar un comentario