lunes, 12 de agosto de 2019

Lapsus Sinister: Epitafio de vida y muerte… La angustia en la colección del Museo de Arte Costarricense

Texto en proceso

El Museo de Arte Costarricense presenta una selección de sus fondos artísticos curadospor Byron González, muestra inaugurada el pasado 8 de agosto de 2019.

El primer contacto que tuve con este proyecto expositivo fue visitar el acopio del museo, en lo que fuera, a finales de los setenta, ochenta e inicios de los noventa del siglo pasado, primero la Sala Julián Marchena, y luego la Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC). Ingresar al acopio me pareció una experiencia singular, pues además de Byron el curador, estaba un oficial de seguridad que presenciaba los trámites, mientras los encargados de conservación limpiaban con sumo cuidado uno a uno los grabados y dibujos que serían expuestos, sumaba la asistente del curador, y la sensación de estar en la bóveda de un banco, como en un sótano oscuro y húmedo donde se resguarda un tesoro, y no es para menos.

En ese momento tenía en mente estar en la sala de escribanos copistas de los libros incunables de la edad media. Recordé el filme “El nombre de la Rosa”, del italiano Umberto Eco, cine de misterio y suspenso dentro de una concatenación simbólica de alto revuelo en la crítica cinematográfica internacional, tanto como su libro del mismo título.

Juan Manuel Sánchez. Diablillo (metate) S.F. hacia 1932. Foto LFQ.

Preámbulo
Lapsus Sinister me regresó a la infancia, cuando veíamos la televisión en blanco y negro, años sesenta, las películas de Boris Karloff (1887/1969), famoso por el cine de monstruos y zombies, Frankenstein, o las películas de “Santo enmascarado de plata”, contra las momias de Guanajuato. Uno subía los pies al asiento por temor a que alguno de esos espantos, nos agarrara los pies, mientras los dientes tremaban como marimba en las notas más graves de su tesitura, o lo que llaman “armónicos”.

Y me refiero a estas remembranzas, pues el arte despierta, revive, reclama a la memoria, y al ingresar a la zona del casco en el MAC, sostuve las mismas sensaciones de terror, pero no niego que también emoción. Aquel teatro de las oscuras sombras donde recrudecen las luchas del bien contra el mal, me atraía, consciente o incoscientemente volvía al gran útero del mundo, al adentro de nuestro hogar donde sentir seguridad, al contrario del violento afuera donde quedamos desprotegidos o al garete en un abismo sin fondo.

Juan Manuel Sánchez. Figura indígena. talla en piedra. S.F. hacia 1932. Foto LFQ.

La sustentación del curador
Byron González, en el texto curatorial, plantea una intensa investigación bibliográfica para sostener su proyecto, me imagino que aquella bóveda del acopio, “caverna del mundo”, lo estimula a entrar en las teorías del psicoanálisis para explicarse de nuestras actuaciones delante al pathos de la vida y muerte, cuyo borde es un hilo muy delgado. Nos recordó la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, a Carl Jung quien refiere a los arquetipos existenciales del ánima y el animus, u otros estudiosos quienes explican esas profundas estratificaciones de nuestras conductas, precisamente donde el artista elabora discursos muy crípticos, sacando a flote cuestionamientos y explicaciones de su comprensión. Jung consideraba al «alma», a lo que se acumula en la conciencia del ego, que tiene carácter femenino en el hombre y masculino en la mujer. El “ánima”, para Jung, desea reconciliar y unir, mientras que el “animus” intenta discernir y discriminar.

“El anima se personifica en los sueños a través de imágenes de mujeres que van desde seductoras hasta guías espirituales. Se asocia con el principio de eros, de modo que el desarrollo del anima de un hombre se refleja en cómo se relaciona con las mujeres. Dentro de la propia psique, el anima funciona como su alma, influyendo en sus ideas, actitudes y emociones”.(Sharp, D. 1994. Lexicon Junguiano)

Fabio Cerdas. Niña, plumilla, 1979. Foto LFQ.

Algunas lecturas de lo expuesto
El curador sustenta su proyecto en ejes como “El origen de la angustia”, “Las dimensiones de la angustia”, “Un lugar siniestro”, “El que permanece oculto”, “La represión del deseo”, “Las fuerzas ocultas”, y “El fin de la angustia o regreso al origen”. Esta es una estructura que apuntala vinculando esa armazón conceptual con los títulos de las esculturas, pinturas, grabados, dibujos, muchos de los cuales son desconocidos y sus creadores también. 

Comprendiendo la capacidad de la obra artística de encender la motivación de ver y esculcar los significados de esas “regresiones” a una infancia adolescencia, cuando el tema produjo escozor o miedo, ante el delirio de las imágenes o las tramas fabulescas y a veces hasta demoniacas: Apreciar ese metate talla directa en piedra de “S/F”, 1932, circa, de Juan Manuel Sánchez; o aquella “Figura indígena” de las mismas características técnicas, que contorsiona su cuerpo entre las tinieblas líticas intentando alcanzar la luz que disipa los temores. 

Juan Luis Rodríguez Sibaja. Paisaje con figuras. Pintura. 1964. Foto LFQ.

Ese carácter brusco de la roca tallada agrega al tema de la angustia, como a cierta distancia se aprecia una pieza matérica de Juan Luis Rodríguez, “Paisaje con figuras”, 1964, óleo y pigmentos sobre tela, que captura la atención en tanto que uno mismo se interroga de qué manera representar la angustia dentro de la abstracción.

De las profundidades de aquella caverna del acopio, emergen obras, muchas, repito, no habían sido exhibidas, y esa labor de investigación del curador se vuelve liberatoria, pues gran parte de la obra patrimonial del arte, a veces se encuentra secuestrada en esas profundidades de nuestros museos, y traerlas a la luz es reafirmar el valor que en tanto institución cultural brinda a su colección, y por ende a los artistas.

Rudy Espinoza. S/N, Carboncillo. 1987. Foto LFQ.

La tarea del investigador es convencer al espectador de lo que él encuentra para aclarar las sombras del abordaje. El filosofo Eugenio Trías en El Artista y la ciudad”, respecto a la palabra “vidente” (visor o espectador) en el pensamiento de Platón, La República, aúna el proceso de conocimiento de las ideas con el proceso de la visión, en tanto uno ve lo que sabe: 

“de manera que el sujeto cognoscente se inviste del carácter del carácter de un ojo (ojo del alma) que percibe objetos visibles (ideas) en virtud de un “tercer término”, la luz, que enlaza vidente y visible”.(Trías, 1997, cita la República de Platón P 38.)

Emilia Prieto Tugores. La varita mágica de los bribones. S.F. Foto LFQ.


Este filósofo español recién desaparecido, a su vez remite al poeta austro-húngaro Rainer María Rilke para quien la belleza era una instancia terrible: “grado de lo terrible que los humanos podemos soportar”. Acota esa sublime concepción como un impulso erótico, que implica enajenación y muerte, por lo tanto Eros y Thanatos:

“Pero es preciso rebasar ese estadio, dejar morir la misma muerte, enajenar la misma enajenación. Y ello en virtud de un resurgir en el que el alma verdaderamente renace, siendo ese renacer un descenso del estado contemplativo al proceso activo. (Trias, 1997. P45)

Ese monstruo depredador salvaje está capturado detrás o adelante de la ventana de barrotes, donde aún yace la víctima, en el críptico dibujo del recién fallecido maestro Rudy Espinoza. Se trata de un coyote o un ave rapaz, la bestia es la incertidumbre que atrapa nuestros días sin saber qué nos deparará el mañana.

Luis Chacón. Maleficio No.1. Mixta. 1985. Foto LFQ.

La brujería y las fuerzas ocultas del budú o magia negra están presentes en una obra de Luis Chacón, “Maleficio No.1”, 1985, y comunica que esa mampara de plumajes, oros, platas, escarchas lentejuelas y brillos son cuna de fetiches que somos vos o yo, encumbrados por el maligno, lo que representa a las apariencias, al glamur de los escaparates y el mercado filibustero moderno que tras sus deslumbrantes luces clava profundas estocadas.

El Otoño de la vida”, 1932, de Ezequiel Jiménez imbrica trazos oblicuos que agregan movimiento y dramatismo a un paisaje sacudido por las ventiscas de la vida (la incertidumbre y contingencias de siempre). Y “Niña” 1979, plumilla de Fabio Cerdas enmarca la digresión o regresión hacia una infancia quizás violentada, recordada hoy por el acoso infantil y los grandes males de los cuales se tiene harta noticia, debido a su amarillismo, cono la pedofilia, el maltrato y abandono no solo de la niñez como también del anciano y el animal doméstico que a pesar de leyes que lo penalizan persisten.

Claudio Fantini. La gran familia. Pintura. 2007. Foto LFQ.

Para Claudio Fantini “La Gran Familia”, 2007 es una escenografía siniestra de rostros desdibujados por la tensión, lo oscuro y fúnebre de una tela ataviada de terror. En cercanas circunstancias se aprecia el grabado “En la Caja”, 1971, de Carlos Barboza, la cual nos deja en suspenso si es que asiste a los dispensarios de salud de la CCSS hoy, o a la caja mortuoria en la cripta sin fin que proyecta una temible y última instancia para la sociedad contemporánea.

Las imágenes de Carlos Jinesta de unos cuerpos recubiertos por sábanas blancas, son el mejor ejemplo para evocar la figura fantasmal en el teatro de la vida, “Receso IV”, 1991. Y de Emilia Prieto Tugores, “La varita mágica de los bribones” S.F., enfatiza el desasosiego ante lo falaz y corrupto, de quienes manosean los proyectos sobre todo nutridos de recursos económicos, que, de repente, y sin que nadie sospeche, sacan tremendos aguijones de sus uñas para verter el eterno juego del mal, el chantaje, el amiguismo, el manoseo de recursos, y el asqueroso robo a la luz pública pues ya a dichos “bribones” no tienen reparo en hacerlo.

Carlos Barboza. La Cala. Grabado. 1971. Foto LFQ.


Lecturas de actualidad
Diría que, aunque el tema de esta muestra es tan singular, el curador cae en lo recurrente de que aparezcan nombres de artistas que siempre están en toda muestra actual, hablo de un Francisco Amighetti, y aunque él trató el abordaje de la muerte y angustia del ciudadano de antaño, pero se vuelven acomodadizos, o los curadores vuelven acomodadizas sus obras, que es peor. En esa categoría se incluye a la misma Prieto Tugores, solo faltó incluir un facsímil del cronista colonial Álbum de Figueroa, para que la muestra tenga ese “diz” de actualidad. Bueno, también hoy amerita desde la perspectiva de género y la inclusión y ser consecuentes con lo que predican las prácticas sociológicas.

Abordar el tema de la caverna, o la posada perfecta, donde todos queremos volver para apaciguar los miedos y sufrimientos ante un afuera siniestro, incita regresar a una habitación interior, donde todo nos es dado y la mínima contingencia es paliada por el amor que vierte la figura materna. Esto es conceptualmente abordado por la idea de la casa o residencia, donde tenemos un vínculo vivencial en nuestras espacios de seguridad. Y el afuera, es donde acude la violencia, el terror de estar vivos ante una realidad cruda, como la que vivimos hoy en día, acechados por la corrupción, por los políticos sin vergüenzas que se apropian a toda costa de las riquezas de las arcas del Estado. 

Ezequiel Jiménez.El otoño de la vida. 1932. Foto LFQ.


Entonces, ingresar y caminar por las salas del museo se vuelve un encadenamiento de reflexiones, de referencias, y enlaces a todo lo que sabemos y experimentamos respecto al estar vivos, pisando los fríos y oscuros pórticos de la última morada.

Y, para cerrar con broche de oro, vuelvo a Trías, quien ahora citando el Fedro de Sócrates refiere al tercero de los discursos sobre el alma enamorada, cuando habla de “una cuarta forma de locura” a la que se llega a través de la reminiscencia de la belleza producida por algún objeto de este mundo con capacidad evocadora, y ese objeto gravita en el enigmático espacio del arte, y por ende, del museo.

Referencias
Daryl Sharp, Lexicon Junguiano, Ed. cuatro vientos, Chile, 1994.
Trías, Eugenio. El Artista y la Ciudad. Ed. Anagrana. 1997.



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